Nuevamente sus ojitos negros estaban abiertos esperando ver a su padre, mas esta vez pudo observar a una mujer de cabello rojo y de lentes a la cual reconocía muy vagamente, lamentablemente, aunque ella fuera su madre, jamás le había sido muy cercana por lo que no le reconoció del todo. Sintió como esa mujer le tomaba en brazos con poca delicadeza, no como el pelinegro que recordaba, si no que esta era algo más brusca y por, sobre todo, la mueca de sonrisa que traía en su rostro era bastante falsa.
—Hola mi Gabriel –hablo con sarcástica ternura la morena quien tenía al pequeño de tan solo seis meses en sus brazos mirándole con suma inocencia.
—Pa… pa –balbuceo apenas el pequeño quien miro apenas al resto del cuarto buscando aquellos ojos negros que el ya reconocía y quería demasiado.
—No Gabriel, no veras a tu padre hoy… ni nunca más… —expreso la morena con una sonrisa maliciosa agarrando una pequeña mochila y saliendo del cuarto del bebe con él en brazos.
Ya era tarde, el sol comenzaba a ponerse, y era la hora en que él siempre llegaba a su casa. Podría ser un día como cualquiera, pero para el no, ese día era precisamente cuando su pequeñito de ojos tan negros como los suyos cumplía exactamente seis meses. Entro en su casa como cualquier día, solo que esta vez venia con una bola en sus manos donde traía un pequeño regalo envuelto por el mes sexto que su hijo cumplía, ese regalo era muy especial, un pequeño balón de futbol mediado, ya se hacía ilusiones de que cuando aprendiera a patear llevarlo a jugar con él y un balón.
—Señor… qué bueno que llego… lo lamento señor… ¡lo lamento mucho! –Expreso algo alterada la mujer que el mismo había contratado al pararse frente a él con los ojos llenos de lágrimas.
—¿Qué ocurrió? –le pregunto enseguida al ver lo alterada que aquella mujer estaba, algo malo pasaba y temía lo peor, lo sentía, algo en su mente se lo decía.
—Llego la señora Susan y me amenazo con despedirme si no la dejaba ver al pequeño Gabriel, luego salió con él y una mochila, después de eso ya no he vuelto a saber de ella ni de Gabriel –explico llorando la mujer mientras se tapaba los ojos con mucha culpa y preocupación.
—Gabriel… —susurro ido el pelinegro sin poder asimilar completamente la situación.
Dejo caer automáticamente aquel pequeño regalo envuelto al suelo, el shock era mucho. Antes de siquiera poder asimilarlo su estómago se apretó y sus ojos comenzaron a arder. Sabía que si Susan se había llevado a su pequeño nada bueno podía pasar, le aterraban las opciones y a cada momento pasaba una peor por su mente. El llanto de su empleada y los zapatos de tacón de alguien caminando a sus espaldas le hicieron volver a mundo de un momento a otro.
Su cabello rojo le hizo enfurecer, su mirada maliciosamente juguetona le miraba como si fuese un ignorante, su rabia crecía a casa instante por el tan solo hecho de verla allí parada y saber que ella tenía a su hijo en su poder.
—Hola amorcito –saludo de forma coqueta y juguetona la de lentes haciendo uso de su mejor cara de ignorancia.
—¡¿Qué m****a hiciste Susan?! –pregunto colérico el Maxwell, debía controlarse, ella sabía dónde estaba su pequeño bebe y no podía hacer algo de lo que luego se arrepintiera.
—Solo salí con mi hijo, ¿es tan malo?, yo pensé que tú querías que pasara más tiempo con el –expreso de forma burlesca la mujer arreglándose sus lentes evitando la colérica mirada de su esposo.
—¡¿Dónde está Gabriel?! ¡¿Qué le hiciste?! –Pregunto a punto de explotar el Maxwell al momento de que agarro uno de los brazos de la morena con brusquedad, mas esta no soltó ni un quejido, solo le miraba de forma burlesca.
—Como tú quisiste arruinarme la vida, solo te quite algo que te importaba. Gracias por el divorcio, voy a perder todo, el dinero, la vida lujosa y sí, como has investigado, los amantes. Entonces tú, también tienes que perder algo, por ejemplo, la causa del todo, el maldito hijo –hablo sonriendo de medio lado con crueldad la morena soltándose del agarre del azabache que al momento que ella termino de hablar el palideció totalmente contrastando su rostro con la oscuridad de sus ojos.
—No… no me digas que lo… —prefirió dejar inconclusa la frase o mejor dicho, no pudo terminarla ya que su estómago se apretó aún más de pensar en aquella aterradora posibilidad—
—Claro que no, no le hice daño, iría presa y eso me privaría de hacer todo lo que quiera, así que lo di en adopción, como su madre, tenía el derecho de hacerlo –dijo como si hablara de un tema cotidiano aquella mujer de cabello rojo sonriendo complacida de medio lado.
—Adopción…— susurro completamente ido aquel azabache, quería desfallecer, quedar inconsciente y despertar para saber que fue un mal sueño, quería escuchar mal o que le diera un ataque y morirse en ese mismo instante, pero no deseaba por ningún motivo que aquel momento que estaba viviendo fuese real.
—Ahora si Frank, no tendremos que separarnos, todo podrá volver a ser diversión y amor como antes –expreso sonriente aquella mujer como si sus problemas hubieran desaparecido para siempre, pero su rostro cambio no solo de expresión, sino que de dirección al sentir el golpe de una bofetada en la mejilla.
—Vete de aquí… —susurro apretando los dientes y conteniendo su ira el azabache, de verdad iba a explotar, no resistiría mucho más apretando los puños, pero sabía que si hacia algo todo se iría a la basura y no habría marcha atrás.
—No prepares cena hoy tengo asuntos urgentes que atender –expreso frio el azabache apretando los puños y los dientes sin siquiera mirar a su empleada. — tranquilo mi niño… te encontrare, es una promesa, no dejare que esa m*****a zorra se salga con la suya —pensaba e ideaba el azabache mientras caminaba hasta la salida de su mansión a toda velocidad, tomaría medidas inmediatas.
Aunque lamentablemente, los efectos no lo serian…
Han pasado años, aunque no podria nadie decir que eran muchos, para Frank, habian sido largos años. Tiempo Aquel en el que el jamás ha desistido de encontrar a su hijo, cada cumpleaños el compra un regalo acorde a la edad que debería cumplir y lo deja en el armario donde los recuerdos de su pequeño aún se conservan como si él estuviera allí. Su vida a parte de buscarle, es el trabajo, se niega a estar con otra mujer por temor a nuevamente perderlo todo. Aquella mañana sería un día común para todos, menos para el destino el cual tenía preparada la primera de sus bromas. Eran apenas las ocho de la mañana, mucho trabajo como todos los días, estaba muy tranquilo y absorto en sus labores hasta que algo interrumpió aquel apacible omento. Unos ojos azules con cabellera rubia interrumpieron, como siempre, su mente no de la mejor manera. —¡Frank! –Escucho gritar a cierto personaje que conocía muy bien mientras este entraba por la puerta, una de las pocas personas en las que confiaba y que
—¡Armand te dije que no corrieras! –Grito la voz de la mujer quien por fin alcanzaba a su hijo el cual era tomado de los hombros por aquel hombre de mirada penetrante.—Lo… lo siento –expreso con algo de miedo el muchacho sin aun zafarse del agarre de ese hombre quien le seguía tomando por los hombros.—¿no crees que sería mejor soltarle Frank? –pregunto algo burlón el sujeto que le acompañaba, al cual pudieron reconocer por su cabello rubio y ojos azules los cuales miraban al azabache quien solo respondió con su monosílabo colocándose de pie.—¿le conoce? –Pregunto el azabache mirando directamente a la rubia quien como acto involuntario se le sonrojaron las mejillas con nerviosismo por la situación.—Lamento mucho el accidente, espero que Armand no les haya causado problemas –expreso la rubia con algo de pena y las mejillas levemente sonrojadas mientras tomaba la mano del pequeño— te dije que no corrieras niñito desobediente, pídele disculpas a este señor –ordeno la rubia con autorid
Ya eran las 12:30 del mediodía, el recorrido fue muy breve ya que sabían exactamente dónde ir. Aquella oficina lo desesperaba, no aguantaba más, necesitaba saber bien las cosas.Papeleo y papeleo, mucho papeleo, más de lo que estaba dispuesto a aguantar. Se paro golpeando el escritorio con las palmas abiertas y su ceño fruncido, eso era el colmo, y su paciencia había llegado al límite.—¿Cuánto más tendré que esperar? –Pregunto con el ceño fruncido al máximo el azabache mirando a aquel sujeto que se encontraba buscando entre un montón de archivos——¿sabe cuántos niños llegan aquí cada mes de cada año? –pregunto con molestia el director de aquel lugar, si bien tenía paciencia ese sujeto de cabello negro le estaba desesperando como pocas personas lo habían logrado.—Tranquilízate Frank, con apresurarte nada logras, esperaste cuatro años, esperar unos minutos no es nada –expreso con cierta seriedad el Douglas, él no era así, pero podía ponerse en ese plano cuando de calmar a su amigo del
Destino…Casualidad…Son dos cosas que se llevan muy bien a veces, sobre todo cuando quieren burlarse un poco de la gente haciéndola vivir cosas más importantes de las que creen.Como con cierto azabache.Casualmente, en el mismo mercado vemos a un pelinegro caminando entre las tiendas, buscando sus proviciones despues de una busqueda infructuosa, pero este no iba solo, la razón de su estancia en aquel lugar era acompañar a su rubio amigo.Conocían aquella cabellera rubia combinando a esos jades ojos brillantes de alegría, era inconfundible, sobre todo porque a su lado estaba la razón del porque le conocieron. El pequeño pelirrojo tenía una mirada algo fastidiada y sus brazos cruzados, se notaba que tenía poca paciencia y que su madre gozaba viendo sus berrinches.—Oye… yo los conozco –expreso con asombro el azabache mirando a la mujer de cabellos rubios y al pequeño quienes le miraron con asombro también.—¿nos conocemos? –preguntaba el pequeño tratando de hacer memoria, le parecía c
Aquel lugar estaba lleno de familias, era un restaurant común y corriente, Emily y Armand, habían sido arrastrados hacia él, quizás, en la mente de Jhon esa buena mujer y su colega hacían una buena pareja, y realmente esperaba que quisiera conocerla, pues no le caería nada mal a Frank tener una hermosa luz en medio de sus tormentosas tinieblas, y algo le decía, que Emily era perfecta para ello. Cada uno pidió su propio plato y por obviedad el rubio con su sagrado ramen, más lo que asombro al mismo rubio fue que al igual que su amigo azabache, el pequeño pelirrojo prefería comer arroz blanco con algún acompañamiento. La conversación era muy amena y una vez terminada la comida, los adultos se quedaron en aquella mesa mientras que el pequeño fue a unos juegos que había en el patio del lugar, donde estaba lleno de muchos niños.—Así que vienes del sur de Inglaterra — expreso con interés el azabache, después de todo, la había conocido junto al pequeño en el aeropuerto de esa ciudad, era al
—¡Armand te he dicho que no te comportes así! ¡Es muy irrespetuoso hablarle a dos adultos de esa manera! — expreso con molestia la rubia como reprimenda al pequeño y sacándole otra gota más a sus acompañantes. —Está bien mami — sonrió feliz el pelirrojo abrazando a su mamá como quien chiquito de 5 años soborna así a sus padres para no ser regañado. —Ya vámonos — suspiro derrotada la rubia, tomando la mano del niño comenzando a caminar mientras el pequeño pelirrojo sonreía de lo más feliz, él sabía perfectamente cómo hacer que su mamá le tuviera en la categoría de “niño bueno”, aunque esa apariencia dulce solo la mostraría con ella, con los demás, no le importaba ser un demonio si era necesario. —Es muy bonita, ¿no hombre? –Sonrió pícaramente con mucha diversión el rubio pegándole leves codazos a su amigo azabache quien suspiro tratando de no golpear nuevamente a su amigo. Asintió pensativo el rubio, el 50% de su cerebro aún estaba procesando lo que ahora pasaba en su vida, el encu
—Solo prométeme… que no volverás a llorar por mi causa –pidió el pequeño quien miraba el plato de cereal y leche con los ojos vacíos, sin expresión alguna.Sus jades se abrieron de par en par por lo que el pequeño decía, realmente estaba asombrada. Sabía lo mucho y demasiado que ese niño le quería, sabia lo mucho y demasiado que deseaba estar a su lado y hacerle feliz, pero él como todo niño, se hacen un problema en algunas ocasiones y él con lo inteligente que es, se daba cuenta inmediatamente de esas ocasiones. Tal vez un aspecto negativo del pelirrojo que ella jamás pudo controlar fue cuando este se sumergía en su propio mundo, como en ese instante. Si quería llorar o gritar lo ocultaba, aunque ella ya sabía perfectamente en que ocasiones pasaba, después de todo ella le crio desde la cuna, debía aprender a conocerlo, quitarle algunas mañas. Pero la sangre puede más que la costumbre… Se paró de su asiento hasta llegar con el pelirrojo al cual abrazo con mucha fuerza. Sonrió enter
En aquel enorme edificio, fuera se podía observar una gran furgoneta en la cual había bastantes niños. Al momento de que esta arranco, en la entrada a aquel edificio vemos a un pequeño pelirrojo y su madre rubia entrando.El lugar era muy amplio, pero lo que le sorprendió primeramente fue el tipo de gente que se encontraba en aquel lugar. No era de las típicas empresas donde había solo gente linda, parecían ser personas más corrientes de lo que deberían ser, claro, todos arreglados, con sus uniformes y todo, pero realmente le asombro ya que en cada lugar donde antes trabajo no era así.—¿Emily? –escucho llamarle a una voz sumamente conocida para ella.—Hola Jhon –saludo sonriente la rubia al ver luego al rubio acercarse a ellos con una amplia sonrisa en el rostro.—Hola tío Jhon –saludo el pequeño con una gran sonrisa, igual a la de aquella rubia, cosa que de cierta forma enterneció al rubio——Que gusto verlos ¡de veras! ¿Qué haces por aquí? –pregunto divertido el rubio mirando a la s