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Lo que soño tener a su lado

Aquel lugar estaba lleno de familias, era un restaurant común y corriente, Emily y Armand, habían sido arrastrados hacia él, quizás, en la mente de Jhon esa buena mujer y su colega hacían una buena pareja, y realmente esperaba que quisiera conocerla, pues no le caería nada mal a Frank tener una hermosa luz en medio de sus tormentosas tinieblas, y algo le decía, que Emily era perfecta para ello. Cada uno pidió su propio plato y por obviedad el rubio con su sagrado ramen, más lo que asombro al mismo rubio fue que al igual que su amigo azabache, el pequeño pelirrojo prefería comer arroz blanco con algún acompañamiento. La conversación era muy amena y una vez terminada la comida, los adultos se quedaron en aquella mesa mientras que el pequeño fue a unos juegos que había en el patio del lugar, donde estaba lleno de muchos niños.

—Así que vienes del sur de Inglaterra — expreso con interés el azabache, después de todo, la había conocido junto al pequeño en el aeropuerto de esa ciudad, era algo obvio de suponer.

—Sí, la verdad vine tratando de buscar un mejor empleo, además de que me salió un crédito para una pequeña casa en esta ciudad, tenía todas las condiciones para venirme a la capital —sonrió feliz la rubia, esos duros años de trabajo valieron la pena en su totalidad, pero esas no eran las únicas razones por las que había decidido cambiarse a aquella gran cuidad, asuntos pendientes que ella tenía con su “familia” eran otro motivo.

—Oye hombre, deberías contratarla –sonrió divertido el rubio quien nuevamente se comenzó a sobar la cabeza fulminando con la mirada a su amigo azabache quien tenía una venita en la frente.

—¿Contratarme? –pregunto algo extrañada la rubia, esos dos hombres vestían bien, pero no daban impresión de ser grandes empresarios ni nada por el estilo, o al menos eso querían aparentar ambos al usar ropas simples y lentes oscuros.

—Frank es el dueño de las transnacionales Maxwell, el mismísimo Frank Maxwell — volvió a sonreír divertido el rubio, ahora cayéndose de su silla mientras que el azabache lo miraba ahora mismo con desaprobación, la idea, era pasar desapercibidos.

—Genial tonto, ¡Ahora grita también donde vivo y cuanto gano! –Se quejo el azabache levantando un puño y golpeándole con él mientras más venitas aparecían en su frente.

—Lo siento hombre –se disculpó el rubio, sabía que a su amigo no le gustaba presumir, de hecho, el presumía por él, él azabache era más de bajo perfil.

—No sabía que era el mismo Frank Maxwell dueño de una de las empresas más grande del mundo —expreso totalmente asombrada la rubia, jamás siquiera se imaginó conocer a alguien tan importante, mucho menos compartir mesa ni aun menos conversar tan casualmente con alguien, así como si fuera completamente corriente.

—No es algo que me guste andar diciendo en público, pero este maldito tonto siempre me lo recuerda –expreso con fastidio y una mirada fulminadora el azabache mirando al nervioso rubio quien sonreía como podía mientras se sobaba la cabeza.

—Yo solo lo decía para que le ayudaras a Emily, ¡vamos hombre! No seas malo — expreso con un puchero el rubio haciendo al azabache frotarse las sienes, estaba comenzando a pensar que la estupidez extrema de su amigo no se remediaría con sus golpes, si no que se lo agravaba.

—No te preocupes Jhon, no es necesario, esta es la gran ciudad, aquí hay empleo para todos –expreso algo nerviosa la rubia al saber que hablaba con alguien tan importante, es decir, casi todo Inglaterra sabía quién era el dueño de la transnacional más grande de aquel país y de varios otros.

—Descuida, de todas formas, siempre recibo gente, al menos podrás mantenerte mientras te estabilizas aquí en Londres —ofreció el azabache pasándole una tarjeta a la rubia, no era una tarjeta de empresa, era una personal, no se las daba a todos, solo a conocidos y empresarios altamente catalogados.

—Muchas gracias, veré si puedo pasar luego por allí –sonrió agradecida la rubia, realmente necesitaba un trabajo y aquella opción le venía como anillo al dedo teniendo en cuenta su actual situación, de hecho, sabía que debía buscar empleo y allí se lo estaban ofreciendo. — lo lamento, pero debo irme –menciono la chica mientras miraba su celular y guardaba la tarjeta en su bolso.

—¿Tan luego? –Pregunto el rubio con un enorme puchero, aún era temprano y quería saber más de esa chica, al igual que su amigo azabache.

—De verdad lo siento, ya nos veremos en otra ocasión, de todas formas, iré a ver a Frank por su oferta, así que supongo que te veré pronto Jhon —expreso sonriente la rubia—

—Claro, seria agradable, adiós Emily –se despidió el Douglas sin dejar de sonreír, sentía que aquella chica era especial.

—Gracias por la comida Jhon y… —dijo con gratitud más sin embargo dudo en cómo llamar a aquel hombre de cabellos azabaches haciendo que ambos acompañantes le miraron extrañados por la darse inconclusa.

—Dime por mi nombre –menciono el azabache sin mucho problema no quería ser llamado como jefe o algo parecido fuera de lo que era su empresa ya que se consideraba igual a cualquier mortal.

—Está bien, adiós… Frank –sonríe de manera gentil la chica mirando con ojos de felicidad al Maxwell.

—Cuídate –se despidió el azabache haciendo hacia un lado su rostro pues apareció también en los ojos del azabache un brillo extraño que solo él pudo percibir, aun cuando sabía que muchas personas estaban agradecidas con él, jamás sintió verdaderamente ese deseo de felicidad hacia él, pero aquella chica había logrado que una sensación muy cálida apareciera en su ser, cosa que no pudo ocultar con su leve sonrojo, pero si disimularlo desviando un poco la mirada con una expresión algo fría.

—¡Armand! ¡Ya nos vamos! –llamo la rubia a su pequeño quien estaba de lo más feliz en unos juegos que había, pero que al escuchar el llamado de su madre enseguida salió corriendo hasta donde ella.

—Está bien –expreso el pequeño quien respiraba agitado de todo el ejercicio que había hecho después de almuerzo— adiós tío Frank, adiós tío Jhon –sonrió el pequeño, sonrisa muy característica de la rubia, en todos esos años se había contagiado de aquella alegría que su madre siempre emanaba.

—Cuídate Armand, y cuida a tu mamá –le hablo el rubio al pequeño pelirrojo quien asintió sin mayor problema, no hacía falta que se lo dijeran, él siempre la cuidaba.

—Y hazle caso a tu mamá para no chocar con la gente –expreso medio burlón el azabache mirando al pelirrojo quien comenzó a emanar un aura maligna y sus ojos le fulminaban, cosa que le hizo más gracia.

—Claro que lo hare –expreso con fastidio el pequeño cruzándose de brazos y desviando el rostro en son de molestia mientras bufaba, así sacándole una gota anime a todos los adultos quienes miraban a ese pequeño casi actuando como un adulto orgulloso—

—Ahora comprendo porque te pareció que era tu hijo, realmente se le parece mucho, con monosílabo incluido —pensó con seriedad el rubio y lamentándose del destino de que ahora conocía a un “mini hombre versión 2.0”

Lejos estaban todos de saber, que aquellos encuentros no eran casualidad, y que el hombre y el niño, compartían algo más que el carácter en común. Frank miraba a Emily y Armand marcharse, y nuevamente aquella sensación de calidez lo invadía. Emily se giro para darle una ultima sonrisa antes de salir de aquel sencillo restaurante familiar, una sonrisa sincera y agradecida que logro conmoverlo y hacer que el corazón de Frank latiera como hacia demasiado tiempo no latía. Quizás, no seria tan malo tener a esa mujer en su empresa, una buena madre y una amable mujer, lo que siempre soñó tener a su lado.

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