Destino…
Casualidad…
Son dos cosas que se llevan muy bien a veces, sobre todo cuando quieren burlarse un poco de la gente haciéndola vivir cosas más importantes de las que creen.
Como con cierto azabache.
Casualmente, en el mismo mercado vemos a un pelinegro caminando entre las tiendas, buscando sus proviciones despues de una busqueda infructuosa, pero este no iba solo, la razón de su estancia en aquel lugar era acompañar a su rubio amigo.
Conocían aquella cabellera rubia combinando a esos jades ojos brillantes de alegría, era inconfundible, sobre todo porque a su lado estaba la razón del porque le conocieron. El pequeño pelirrojo tenía una mirada algo fastidiada y sus brazos cruzados, se notaba que tenía poca paciencia y que su madre gozaba viendo sus berrinches.
—Oye… yo los conozco –expreso con asombro el azabache mirando a la mujer de cabellos rubios y al pequeño quienes le miraron con asombro también.
—¿nos conocemos? –preguntaba el pequeño tratando de hacer memoria, le parecía conocido aquel sujeto, pero sin saber porque, no podía recordarlo del todo.
—Es contra quien chocaste en el aeropuerto en Inglaterra hijo –expreso de forma burlona la rubia mirando al pequeño que le miraba con ojos asesinos mientras que ella reía nerviosamente por la actitud que su hijo tomaba a veces.
—No pensé que nos encontraríamos otra vez por aquí, si nos vemos tan seguido debe ser por algo, me llamo Jhon Douglas, un placer –expreso con una gran sonrisa el rubio presentando muy caballerosamente frente a la rubia, más cambio enseguida su actitud cuando nuevamente vio al pequeño mirarle de forma desaprobatoria, de verdad que ese niño asustaba.
—Soy Frank Maxwell –se presentó ahora de forma fría el azabache quien enseguida miro al pequeño con una gota anime en la cabeza— cálmate niño, este inútil está casado y tiene familia, no tocara a tu mamá si sabe lo que le conviene — sonrió de medio lado al igual que el pequeño pelirrojo al momento que el rubio silbaba nerviosamente haciéndose el desentendido mientras la rubia soltó una tenue risa.
—Mi nombre es Emily Grant, un verdadero placer, y él es mi hijo — hablo sonriente la rubia luego parándose tras su hijo y colocando sus manos en los hombros del pequeño quien tenía una sonrisa en la cara.
—Me llamo Armand Grant, lamento lo de la otra vez –se disculpó algo nervioso el pequeño quien tenía una gota en la cabeza por recordar la vergonzosa situación, a veces ni él se entendía cuando actuaba tan inmaduramente.
—¿Grant? –Preguntaron ambos hombres al mismo tiempo mirando tanto a la rubia como al pequeño con extrañeza.
—Si Grant, como mi mamá — volvió a afirmar colocando en su rostro una expresión seria, siempre que se presentaba pasaba lo mismo, pero a él no le importaba nada, él amaba a su madre y eso bastaba para llevar su apellido, aunque tampoco fuera el de ella.
—¿Qué paso con su padre? –pregunto el azabache con una ceja alzada mirando a la rubia, más ella no fue quien respondió, nuevamente el pequeño pelirrojo fue quien tomó la palabra.
—No tengo papá, me abandono, ¿tienen algún problema con eso? –expreso el pequeño con seriedad absoluta cruzándose de brazos y alzando una ceja a la defensiva, realmente los dos hombres estaban asombrados con la actitud tan madura que ese niño tomaba al hablar de ese tema.
—Tranquilo hijo –sonrió nervioso la rubia mientras un vivido color rojo se asomaba por sus mejillas, siempre pasaba lo mismo con aquel tema y era ella la que debía calmar a ese pequeño y endemoniado niño antes de que algo pasara.
—Padres irresponsables, deberían agradecer en tener hijos, pero en vez de eso los abandonan –dijo con cierto enojo en azabache mientras un tic nervioso aparecía en su ceja, no podía creer que existiera gente así sobre la faz de la tierra.
—Tranquilo hombre –sonríe nervioso ahora el rubio, al igual que la rubia con el pequeño, él debía calmar a su mejor amigo, sabia como era el de explosivo sobre todo en ese momento que andaba fastidiado por acompañarle en el mercado.
—Lo lamento, pero tengo que irme, estamos comprando materiales para la escuela de Armand –explico nerviosa la rubia, ella sabía que su hijo no perdonaba si algo se les olvidaba—
—¡hey! Tengo una idea –expreso sonriente el rubio mirando a la rubia, cosa que hizo que todos le miraran expectante. — Creo que siento una buena atmosfera aqui, y si vamos a comer algo se pondra mejor - ofrecio.
Frank miro de reojo a Jhon intentando adivinar en que estaba pensando.
El aura asesina de cierto pelirrojo se hizo presente al momento de que se acerco al rubio y lo jalo con toda su fuerza, sorprendentemente, logro hacer que el rubio soltara a su madre y luego el abrazo a la rubia mirando fulminadoramente al rubio, cosa que asombro de sobremanera al azabache por esa fría mirada que podía llegar a expresar y al rubio le calo los huesos.
Mirándose durante un momento, Emily y Frank sintieron sus mejillas arder, ciertamente, desde su tragedia, Frank no había pensado jamás en estar con una mujer, sin embargo, recordaba el dulce trato que la rubia le daba a su hijo en todo momento, y sintió un vacío dentro de si mismo, si Emily hubiese sido su esposa y la madre de Gabriel, no estaría viviendo el infierno en el que vivía desde hace cuatro años, aquello, lo hizo sentirse de nuevo emotivo y deprimido, pues a pesar de ser millonario, no era feliz y a menos que encontrara a su hijo, no lo seria nunca. No sabia en que pensaba Jhon, pero no seria participe de ello.
—¡No! –digieran al unisonó el pequeño pelirrojo y el azabache, la única diferencia, es que el azabache además golpeo al rubio haciendo que le saliera un enorme chichón, la verdad ya le había colmado la paciencia su querido amigo.
—¿Qué a Armand tampoco le gusta comer? –Pregunto asombrado el rubio mientras se sobaba la cabeza mirando al pequeño quien se cruzó de brazos.
—Me da dolor de estómago comer tan temprano — expreso el chico ojinegro cruzado de brazos a lo que el azabache asentido con la cabeza dándole a entender que le comprendía.
Si ese niño no fuera hijo de Emily, de verdad creería que él pequeño es su hijo, esos dos son completamente iguales, o tal vez la dulzura de Emily funciona como un imán para atraer polos opuestos y amargados hasta ella, pensó el rubio aun sobándose la cabeza y mirando con ojos entrecerrados al pequeño y al azabache.
Aquel lugar estaba lleno de familias, era un restaurant común y corriente, Emily y Armand, habían sido arrastrados hacia él, quizás, en la mente de Jhon esa buena mujer y su colega hacían una buena pareja, y realmente esperaba que quisiera conocerla, pues no le caería nada mal a Frank tener una hermosa luz en medio de sus tormentosas tinieblas, y algo le decía, que Emily era perfecta para ello. Cada uno pidió su propio plato y por obviedad el rubio con su sagrado ramen, más lo que asombro al mismo rubio fue que al igual que su amigo azabache, el pequeño pelirrojo prefería comer arroz blanco con algún acompañamiento. La conversación era muy amena y una vez terminada la comida, los adultos se quedaron en aquella mesa mientras que el pequeño fue a unos juegos que había en el patio del lugar, donde estaba lleno de muchos niños.—Así que vienes del sur de Inglaterra — expreso con interés el azabache, después de todo, la había conocido junto al pequeño en el aeropuerto de esa ciudad, era al
—¡Armand te he dicho que no te comportes así! ¡Es muy irrespetuoso hablarle a dos adultos de esa manera! — expreso con molestia la rubia como reprimenda al pequeño y sacándole otra gota más a sus acompañantes. —Está bien mami — sonrió feliz el pelirrojo abrazando a su mamá como quien chiquito de 5 años soborna así a sus padres para no ser regañado. —Ya vámonos — suspiro derrotada la rubia, tomando la mano del niño comenzando a caminar mientras el pequeño pelirrojo sonreía de lo más feliz, él sabía perfectamente cómo hacer que su mamá le tuviera en la categoría de “niño bueno”, aunque esa apariencia dulce solo la mostraría con ella, con los demás, no le importaba ser un demonio si era necesario. —Es muy bonita, ¿no hombre? –Sonrió pícaramente con mucha diversión el rubio pegándole leves codazos a su amigo azabache quien suspiro tratando de no golpear nuevamente a su amigo. Asintió pensativo el rubio, el 50% de su cerebro aún estaba procesando lo que ahora pasaba en su vida, el encu
—Solo prométeme… que no volverás a llorar por mi causa –pidió el pequeño quien miraba el plato de cereal y leche con los ojos vacíos, sin expresión alguna.Sus jades se abrieron de par en par por lo que el pequeño decía, realmente estaba asombrada. Sabía lo mucho y demasiado que ese niño le quería, sabia lo mucho y demasiado que deseaba estar a su lado y hacerle feliz, pero él como todo niño, se hacen un problema en algunas ocasiones y él con lo inteligente que es, se daba cuenta inmediatamente de esas ocasiones. Tal vez un aspecto negativo del pelirrojo que ella jamás pudo controlar fue cuando este se sumergía en su propio mundo, como en ese instante. Si quería llorar o gritar lo ocultaba, aunque ella ya sabía perfectamente en que ocasiones pasaba, después de todo ella le crio desde la cuna, debía aprender a conocerlo, quitarle algunas mañas. Pero la sangre puede más que la costumbre… Se paró de su asiento hasta llegar con el pelirrojo al cual abrazo con mucha fuerza. Sonrió enter
En aquel enorme edificio, fuera se podía observar una gran furgoneta en la cual había bastantes niños. Al momento de que esta arranco, en la entrada a aquel edificio vemos a un pequeño pelirrojo y su madre rubia entrando.El lugar era muy amplio, pero lo que le sorprendió primeramente fue el tipo de gente que se encontraba en aquel lugar. No era de las típicas empresas donde había solo gente linda, parecían ser personas más corrientes de lo que deberían ser, claro, todos arreglados, con sus uniformes y todo, pero realmente le asombro ya que en cada lugar donde antes trabajo no era así.—¿Emily? –escucho llamarle a una voz sumamente conocida para ella.—Hola Jhon –saludo sonriente la rubia al ver luego al rubio acercarse a ellos con una amplia sonrisa en el rostro.—Hola tío Jhon –saludo el pequeño con una gran sonrisa, igual a la de aquella rubia, cosa que de cierta forma enterneció al rubio——Que gusto verlos ¡de veras! ¿Qué haces por aquí? –pregunto divertido el rubio mirando a la s
Ya había perdido gran parte de la mañana, cosa que lo tenía bastante molesto, más su irritación paso hace unos cuantos minutos. Miro al rubio quien caminaba callado a su lado, sabía que si abría la boca quedaría con más vendajes que una momia, con los que tenía ya le bastaban, después de la tremenda tunda que le había hecho vivir, no lo creía capaz de seguir con ganas de fastidiarlo.Al menos por unas míseras horas.No importaba, al menos tendría tranquilidad en su oficina. Miro su reloj, las once con treinta minutos, ¡Perfecto! Ya se había ido casi toda la mañana entre la persecución, la tunda y la enfermería para el rubio, y lo peor de todo, aún tenía tres míseros problemasUn puto balance sin cuadrar, porque Alfonse había faltado justo ese día.Sin secretaria porque Carla había dado aviso de que salía por periodos legales antes de tener a su bebe, él ya sabía, pero había olvidado encontrar reemplazo por todo lo que había tenido que hacer últimamente.Y un sistema de computación sin
En otro de los pisos de aquel edificio, una rubia mantiene en sus bracitos a un pequeño bebito, esta tenía ojos azules y cabello negro. Tomaba su mamila con mucha ternura, aquel bebe no tenía mucho más de seis meses y aquella rubia sonreía enternecida. A su lado estaba un rubio de ojos azules mirando con alegría a aquel bebe, sin duda alguna, aquella era una ayuda bastante buena para él.—¿entonces cuando llegara Claudia? –Pregunto la rubia de cabello largo a su acompañante aun sin dejar de alimentar al pequeño en sus brazos.—Llegará, creo, el jueves, ya han pasado dos semanas de que se fue de viaje, lástima que no pudo llevar a Samantha para que Jaden le conociera –expreso el rubio mirando al pequeño quien se había terminado la leche. — ven aquí pequeño –sonrió tomando a su pequeño en brazos y sobándole la espaldita.—Es muy pequeño para viajar en avión Jhon, ya lo sabes, además de que la familia de Claudia ha tenido suerte últimamente, claro, por el contacto que tú les hiciste – ha
Iba caminando con tranquilidad por aquel pasillo, ahora si se sentía completamente feliz, tenía un buen trabajo, tenía una casa, la cual pagaría a mil años, pero la tenía, su pequeño iría a un buen colegio, seria cuidado por su mejor amiga y además tenía a esa misma mejor amiga a su lado, trabajando junto con ella, sí que tenía suerte.Pero la suerte se acaba…Por ir de distraída ni cuenta se dio cuando choco contra alguien. Cayó al suelo junto al sujeto con quien choco y una pila de papeles los acompaño. Al abrir los ojos pudo distinguir a un hombre algo mayor, tenía cabello castaño y curiosamente, su rostro estaba cubierto con una especie de media máscara. Se sobaba el trasero por culpa del golpe al igual que ella, pero cuando sus ojos se cruzaron fue el mismo hombre quien reacciono.—Lo siento, no veía por donde iba –se disculpó nervioso el hombre colocándose de pie y estirándole la mano a la rubia quien sonrió nerviosa y acepto su ayuda para colocarse de pie.—No importa, yo iba d
Se estaba arreglando, tenía todo en orden, su camisa dentro del pantalón, su cinturón, su camisa perfectamente abrochada, una corbata negra de uniforme bien puesta, solo la chaqueta la llevaría en la mano, más tarde haría frio, solo eran principios de otoño, no se congelaría por ir así nada más.Se miro al espejo sonriente una última vez, no se había arreglado el cabello, le gustaba desordenado, sus rojos rebeldes siempre daban buena impresión, no se veía nada mal en lo absoluto, y combinaban muy bien a sus fríos ojos, los cuales aprendió a usar desde ya hace tiempo.Agarro su mochila de color negro, dentro llevaba todo lo necesario y salió de su cuarto con una gran sonrisa. Bajo las escaleras dando vuelta para entrar en la cocina donde su madre ya estaba sentada y tomaba una taza de café, aunque parecía ida a sus ojos…Miraba aquella taza como lo más interesante del mundo. Tenía muchas imágenes en su cabeza, muchas de las cuales eran de aquel pasado que por mucho quiso olvidar y ahor