Cuarenta y dos

—Quería despedirme, pasaré por mis cosas mañana —se negó a extenderle los brazos a Salomé—. Que tengas lindo día princesa, no llores, estarás bien, la pasarás muy bien.

Miró a Violet y fingió una sonrisa, Violet estaba confundida, por la aparente decepción que se le notaba, incluso olvido el reclamo que tenía que hacerle.

Ignacio salió del restaurante, Violet lo siguió.

—¿Ignacio, está bien? ¿Está todo bien con su padre?

—Así es, Violet, agradezco su preocupación, buenas noches.

—Ignacio, algo le sucede, se ve molesto.

Él se quedó mirándola fijamente.

—Estoy bien, iré por mis cosas mañana, en cuanto a la cena, creo que tenía razón, estaré ocupado, y supongo que usted debe trabajar en la campaña y otras cosas.

Violet, lo miró confusa.

—¿De verdad actuará así? Habla de madurez, Ignacio, pero no creo que lo sea.

—El problema Violet, es que estoy dispuesto a conquistarla, a complacerla, lo que implique aspirar a ser más que el padre de Salomé, pero no estoy dispuesto a competir por su ate
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