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3. Quizás, soy el padre de tu hijo

— Dígame – Steve recogió el celular de la mesita de noche y respondió medio adormilado.

— ¿Sr. Brown? – una voz femenina preguntó y Steve confirmó que era el Sr. Brown.

— Señor, le hablo del laboratorio donde usted había dejado a nuestro cuidado sus muestras personales.

— Disculpe si lo molestamos tan temprano, es un asunto un poco delicado y sabemos que usted necesita respuestas lo más pronto posible— comenzó a explicarle, captando la atención de Steve, que se sentó en la cama esperando las próximas palabras.

— Todo parece indicar que su muestra fue utilizada por error en la inseminación de otra de nuestras pacientes.

— ¡¿Qué?! – Steve ahora sí espabiló de una - ¿Cómo puede ser posible que algo así suceda en un sitio tan costoso e importante como su laboratorio?

— ¡Me dieron toda la garantía de que mis muestras permanecerían bien almacenadas!

La pobre señorita, que le había tocado la mala suerte de ser quien diera la noticia a este valioso cliente, quería que le salieran mil bocas para disculparse y eso que aún no había soltado la bomba final.

— ¡¿Qué hubiese sucedido si su equivocación tuviese consecuencias mayores?!

— ¡Hubiesen fecundado el óvulo de una mujer desconocida que tendría a mi hijo y yo ni por enterado! – Steve le reclamaba, un poco aliviado ahora, de que, posiblemente, esas muestras no pudiesen embarazar a nadie, posiblemente…

— Ese… ese es otro asunto que debemos hablar con usted… creo… creo, que debería venir a nuestro centro… el director…

— Dígame claramente lo que tenga que decir sin rodeos – el corazón de Steve comenzó a latir con fuerza, cuando un mal presentimiento lo invadió.

— Resulta que era el último intento de una de nuestras pacientes de inseminación artificial.

— Lo había intentado en varias ocasiones con su esposo y ya le quedaba solo la última muestra disponible – la voz insegura y temerosa comenzó a explicarle

— Se le aplicó la última inseminación y resultó efectiva, la paciente quedó embarazada, pero resulta que encontramos la muestra de su esposo, que supuestamente se debería haber utilizado, y la suya, que estaba almacenada cerca… desapareció…

Steve se quedó en shock y congelado en el sitio.

O sea que su muestra, que “no embarazaba a nadie”, se usó por equivocación en una extraña y resultó positivo el tratamiento.

¿Él no era un inútil infértil?… espera, eso no era lo importante ahora mismo…

¿Había una mujer que llevaba a su bebé o ya lo había dado a luz?

Quizás ya era padre y ni siquiera lo sabía.

— Dígame todos los detalles, los datos de la paciente y espero no me salga con eso de que es confidencial, porque ni siquiera me queda clara toda esta historia.

— Por su bien, espero, que no me estén engañando – Steve le dijo enojado, pero por dentro, una mezcla de varios sentimientos lo invadían.

*****

— Aquí está finalmente el caballerito, listo para ser cargado por su mamá— la enfermera entró con una pequeña cunita móvil y dentro, un rosadito bebé, esperaba con hambre a recibir su leche.

Emma tragó, con un nudo en la garganta.

Gracias a la benevolencia de un desconocido, era que ella y su bebé estaban vivos, pero eso no quitaba el hecho de que su situación de vida, seguía siendo precaria.

Ahora, salió de una deuda para entrar en otra. La cuenta de este costoso hospital, que no sabía ni como pagarla.

La enfermera le pasó al bebecito lloroso, envuelto en mantas cálidas, y Emma lo agarró en sus brazos por primera vez, desde que lo dio a luz.

El bebé había estado recuperándose y ella se extraía la leche para dársela en la incubadora.

Las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos, mientras miraba a este pedacito de cielo que había salido de su cuerpo y que tanto esfuerzo le había llevado conseguir.

Había luchado tanto y todo era en vano.

Su bebé no tenía ni ropa propia que ponerse, porque todo lo que le compró había quedado tirado en la calle, junto con sus otros efectos personales.

No sabía que había sido de sus cosas, pero ahora no le importaba nada, porque lo más importante para ella, al final, iba a ser arrancado de sus brazos.

— ¿Cómo le va a llamar, aún no se le ha hecho la inscripción? – la enfermera le preguntó, viéndola llorar, pero pensaba que eran lágrimas de emoción.

Esta pobre mujer se notaba que tenía una severa depresión y nada de apoyo familiar. Necesitaba ver con urgencia a un psicólogo.

Cuando le preguntaron por algún teléfono para llamar a su familia o al papá del bebé, les dijo que no tenía ninguno.

— ¿Su nombre? – Emma miró a su hijo, a sus ojitos oscuros, succionando glotón su leche, mientras movía su manito, que Emma tomó con suavidad y acarició.

Por supuesto que había pensado en el nombre de su bebé, su pequeño Gabriel, pero ahora, ¿acaso tenía derecho de nombrarlo?

¿Para qué, si quizás sus nuevos padres se lo cambiaran por otro?

— Yo, no sé, que nombre ponerle – mintió, cerrando los ojos con dolor, el dolor más crudo que había sentido en su vida.

Quería gritar como loca al cielo por tantas injusticias y más, cuando llegó el momento de decir adiós y la enfermera tomó al bebé de sus brazos.

“No me odies, hijo mío, nunca dudes de lo mucho que tu madre te ama. Todo lo que estoy pensando en hacer, será por tu bien, para que puedas tener una buena vida, que yo no te puedo dar”.

— No me lo traiga más, por favor, yo le enviaré la leche— dijo las palabras más difíciles que había pronunciado nunca.

— Pero… — la enfermera no entendía por qué le estaba pidiendo ese absurdo, cuando se notaba en sus ojos todo el amor por su bebé.

Cuando llegó grave, nunca suplicó por su vida, todo lo que gritaba era salven a mi hijo.

— Yo, estoy pensando darlo en adopción – Emma le dijo, sin poder evitar sollozar a continuación.

Por supuesto que quería ver a su hijo. Desde que supo que sería madre lo había estado esperando cada segundo de su vida.

A pesar de sus deudas, tenía un fondo para su bebé. Todas sus necesidades cubiertas.

No importaba lo demás, pero su hijo debía estar bien.

Pero ahora, qué tenía.

Con lo que le quedaba en el banco pagaría, para que su hijo completara su estancia en este costoso hospital privado y ella, se iría a recuperar a donde fuera, un albergue comunitario, debajo de un puente, no sabía bien.

Emma podía pasar penurias, trabajar en cualquier cosa, pero no podía exponer así a una criatura tan pequeña y delicada.

Creyó incluso que, si lograba trabajar rápido, quizás estabilizaba su situación, sin embargo, ni siquiera había estudiado nada o tenía un título capacitado.

Mientras lograba trabajar, quién cuidaría de su hijo, cómo lo alimentaría cada tres horas.

Por mucho que buscó soluciones, siempre la llevaban al mismo final y se sentía una cobarde y egoísta.

Ella solo había condenado a su bebé a una mala vida.

Por momentos, hasta se arrepintió de haberse obsesionado con eso, quizás el destino le estaba diciendo a gritos, que ella no había nacido para ser madre.

La enfermera se quedó sin palabras, acostó al bebé en la cunita y decidió darle espacio a la paciente, para que desahogara su angustia.

Ya hablaría con su doctor para que le dieran alguna terapia psicológica, algo que la ayudara a salir de la inestabilidad emocional que presentaba.

Afuera, por la puerta entreabierta, Steve había escuchado la conversación y la verdad, era que tenía muchos sentimientos encontrados.

Cuando la enfermera salió con la cunita, le pidió por favor para ver al bebé.

— Ah, Sr. Brown, por supuesto, después de todo este pequeño le debe la vida— la enfermera, que lo conocía, tomó al bebé y lo colocó en sus brazos.

Steve solo quería mirarlo en la cuna, pero de repente se vio con un pequeño bebecito en sus brazos, que sostenía con torpeza y hasta miedo.

Era tan pequeñito, se veía tan vulnerable y al mirar a sus ojitos negros, iguales a los de él y sabiendo que este era posiblemente su hijo, sangre de su sangre, su corazón comenzó a latir con sentimientos de amor paternal y protección.

“Bebé, la verdad es que llegaste de manera tan inesperada e increíble, que solo puedo pensar que eres mi milagro. Si realmente soy tu papá, te cuidaré y protegeré para siempre.”

Bajó la cabeza y le dio un suave beso al bebé en la frente, que bostezó adormilado.

— Por favor, trátelo con lo mejor que tengan disponible— instruyó y la señora, le dijo que así lo estaban haciendo.

Steve se lo entregó a la enfermera y vio como esta, se lo llevaba en la cunita móvil por el pasillo.

Suspiró, debido a la conversación incómoda que sostendría a continuación y entró con suavidad al cuarto, de la probable madre de su hijo.

— Hay algo muy importante que tengo que decirle, algo que cambiará la vida de ambos.

— Su bebé, es posible que sea mío, mi hijo biológico.

— ¡¿Qué?! ¿Está usted loco?

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