5. Te presento a tu nieto

Emma agarraba su pequeño tesoro en los brazos, observando nerviosa por la ventanilla oscura, como el auto negro lujoso se detenía frente a una inmensa mansión, estilo hacienda.

Antes de llegar aquí atravesaron kilómetros de bosque y jardines y Steve le dijo, que todo era parte de su propiedad privada, que su familia vivía en otra mansión, donde irían pronto a llevar al bebé a su padre.

Una vez más, Emma se dio cuenta de que solo era una hormiga en el pie de este elefante, que la decisión que tomó no era tan loca al final.

Miró a su bebé dormido con cariño, pensando que, al menos, toda esta situación, le había traído a su hijo, un padre con recursos que haría su vida más fácil.

— Ya estamos aquí, si quieres, puedes dármelo, si tienes los brazos cansados o usamos el pequeño coche que le compré— Steve la miró un poco preocupado, porque la Sra. Green igual estaba recién recuperada, pero insistía en no separarse del bebé ni un segundo.

— No importa… yo lo llevo…no, no, mejor, lo carga usted— cambió de opinión, para no parecer que quería acaparar siempre al bebé y no dárselo.

Steve se divirtió un poco con la contradicción en su cara.

— No tiene que estar midiendo cada paso a mi alrededor. No soy tan intimidante como parezco.

— Solo sea usted misma, cuide bien al bebé y todo estará bien— le habló bajo, acercándose y tomando al pequeño dormido en sus delgados brazos.

Emma apreció su sinceridad y asintió agradecida.

Había notado que este hombre parecía tosco e inaccesible, pero que, en realidad, no era una mala persona, su aura protectora, la hacía sentir a salvo de alguna manera.

Él la había defendido cuando nadie más se atrevía y le salvó la vida a ella y al bebé.

Steve Brown era un caballero y la mujer que fuera su esposa, sería muy afortunada.

— Déjame ver a ese pequeño hermoso— Jennifer les dio la bienvenida junto con su hija y el mayordomo de la hacienda— Es una ternurita, Steve.

Concluyó con hipocresía, dándole, a la vez, una mirada de halcón a la nana.

Pequeña, delgada, pálida, pelo corto negro, ojos verdes, demasiado saltones, pobretona, mayor de 30 años y falta de clase por todos lados.

Nada de que preocuparse.

Emma sabía que ella era la ex cuñada, por lo que le había contado Steve de los habitantes de la hacienda.

— Winona, ven a ver a tu primito – llamó a su hija que estaba en una esquina con cara de pocos amigos.

A pesar de que Steve habló con ella, para explicarle que su lugar no sería ocupado por nadie, por detrás, su madre, como siempre se encargó de envenenarle la mente.

— ¡Es feo, no me gusta! - gritó cuando lo vio y se fue corriendo, molesta y celosa.

— ¡Winona! ¡Winona, regresa!

— Steve lo siento, hablaré con ella, tú sabes cómo son los niños, después se le pasa el enfado— Jennifer la justificó, aunque por dentro estaba feliz por la bienvenida de su hija.

Steve le dijo que luego veían eso, que irían a acomodarse porque estaban cansados.

— Esta es la habitación del bebé. Terminaron de decorarla como indicaste.

— Se ventiló bien para eliminar cualquier olor a pintura.

Emma pasó a una hermosa habitación decorada en tonos azules, con todo tipo de dispositivos modernos y lindos, para la comodidad de su hijo.

Hasta su baño privado tenía y un cuarto de closet con tanta ropita, que la mayoría se le quedaría pequeña antes de ponérsela.

— ¿Dónde está la cama de la Sra. Green? – preguntó Steve de repente.

— En su cuarto de sirvienta, junto con sus cosas personales que trajeron— respondió Jennifer.

Una vecina se había encargado de rescatar las cosas de Emma de la calle y se las había guardado, hasta que Steve mandó a recogerlas y traerlas a la hacienda.

— Me pareció decir que ella dormiría con el bebé, en la misma habitación— Steve miró a Jennifer fijamente.

— Steve, yo sé que no sabes cómo criar a un bebé, pero no es necesario que la nana duerma en las noches con el niño, puede utilizar un monitor de bebé de audio y venir a verlo si se despierta, además…

— Sra. Green, ¿usted ve esa puerta que conecta los dos cuartos? – Steve la interrumpió de repente, cortando las palabras de Jennifer.

Emma asintió y cargó al bebé cuando él se lo pasó a sus brazos.

— Vaya por favor al cuarto continuo y descanse en la cama con el bebé, cualquier cosa que necesite toque la campana con el cordón, al lado de la cama y el mayordomo la ayudará— Steve le indicó— Yo enseguida voy.

Emma estaba confundida, pero tomó a su hijo, abrió la puerta y se encontró con otro cuarto muy serio y masculino, que supuso sería el de Steve.

Cerró la puerta a su espalda, dejando a la ex cuñada y al magnate a solas.

— Steve, yo solo… — Jennifer comenzó a decirle nerviosa, no le gustaba mucho la actitud de Steve con ella, ni la manera en que la había tratado delante de esa criaducha.

— Jennifer, espero que esta sea la primera y última conversación que tendremos al respecto.

— Las decisiones de mi hijo las tomo yo y si te dejé a cargo de esta reforma, fue por tu insistencia, no para que te tomaras atribuciones que no te correspondían.

— Steve, pero cómo se te ocurre que una mujer extraña va a dormir justo al lado de tu cuarto, un espacio tan íntimo que comunica con tu habitación – le dijo su verdadero problema

— ¡Este era el estudio de mi hermana, que otra mujer lo ocupe es inaceptable!

Sacó la falsa carta de la hermana, con ojos rojos incluso.

— Lo que es inaceptable es que yo tenga a mi ex cuñada viviendo en mi casa y, sin embargo, estás aquí por mi caridad— Steve ya se estaba cansando de dejarle pasar escenitas.

— Jennifer, he sido muy tolerante contigo, porque esta hacienda inmensa se quedó vacía al morir mi esposa y confieso que me sentía solo y deprimido.

— Winona me alegraba la existencia, pero ya me estoy hartando de que tus aires de señorona.

— Tú no eres la señora de esta casa, ese puesto no te pertenece y nunca lo hará, entiéndelo y en el momento que lo tenga que volver a decir, ¡te largas!

Jennifer tembló de miedo ante las palabras tan duras del hombre.

Sabía que estaba rayando en sus límites y era hora de retroceder.

— Steve, por favor no me trates así, yo solo quería ayudarte – comenzó a sollozar.

— De la manera que quiero que me ayudes es metiéndote en tus propios asuntos, Jennifer y siguiendo mis órdenes al pie de la letra.

— Cuando quiera tu criterio, te lo pido y si no, se hace lo que yo diga, ¿te quedó claro?

— Como el agua— le respondió bajando la cabeza para ocultar su odio creciente.

No había pasado ni un día y desde que ese bebé había aparecido, Steve la trataba con mucha dureza.

Jennifer entendió que tenía que ser más inteligente, hacerse la buena o su sitio peligraba.

*****

— ¿Está segura de que no necesita que contrate a una enfermera para que le ayude? - Steve le preguntó a Emma, mirándola, como acomodaba su ropa.

— No se preocupe, en estos días aprendí y practiqué con la cuidadora como tenía que hacer las cosas del bebé – lo tranquilizó

— Soy primeriza, pero estudié mucho. Si me veo superada por la situación, le pediré ayuda enseguida.

— Y por favor llámeme Emma, a secas.

— Eso de Sra. Green me hace pensar que ya estoy llegando a la tercera edad— se atrevió a relajarse un poco.

— ¿Entonces te parezco muy viejo? - Steve la desafió con una ceja levantada.

— No, no, no, usted es muy joven y apuesto, digo, que usted es el jefe y no me tiene que tratar con tanto respeto— rectificó avergonzada.

— Bien, entonces, Emma, bienvenida a mi casa y gracias por lo de apuesto— respondió divertido, viendo como el color rojo, cubría su rostro sonriente.

Era la primera vez que Steve la veía sonreír desde que la conoció.

Su cara se iluminaba con su sonrisa y sus hermosos ojos verdes brillaban haciendo imposible apartar la mirada de ellos.

Steve la observó bien por primera vez, Emma no era una mujer llamativa, como las que estaba acostumbrado a que lo rodearan, más bien era sencilla, pero algo en ella, despertaba su curiosidad y sus ganas de seguir explorando y descubriendo.

Esa noche, comenzó el desafío de ser papá.

Steve puso al lado de su mesita, un dispositivo de monitoreo de audio al bebé.

Quería ser parte activa de la vida de su hijo, no dejarle todo a Emma.

“¡Buuuaaaa, buuuaaaaaa!”

El llanto que comenzó a salir del aparato electrónico despertó a Steve, que se bajó de la cama, asustado y a penas poniéndose las pantuflas, abrió la puerta que lo separaba del cuarto del bebé..

— ¿Emma, qué sucede? ¿Te ayudo en algo? – susurró, caminando a tientas, porque solo la lámpara tenue de la mesita de noche, iluminaba la habitación.

— Disculpe que lo haya despertado, es que hay algo, en lo que tengo aún dificultad – confesó con timidez y más cuando Steve estuvo frente a ella y la encontró con un seno, completamente afuera, dándole la leche a su bebé.

— ¿Cómo te ayudo? – él se acercó, solo preocupado por el bienestar de los dos y más de su hijo, que al ser interrumpido de su cena, no dejaba de lloriquear.

— Es el agarre al pecho, que no me salió bien.

— La almohada de la espalda se cayó al suelo porque me asusté, ¿me la puede alcanzar para acomodarme de nuevo?

Y Steve, como padre primerizo, también angustiado por el llanto de su hijo, enseguida agarró la almohada, la colocó en la espalda de Emma y la recostó con suavidad.

Ella al fin pudo posicionar bien al bebé y lograr el buen agarre a su pecho.

Steve se quedó fascinado viendo, como su hijo succionaba sin parar como un glotón, como se movían sus pequeñas mejillas sonrojadas y no pudo evitar sonreír con ternura ante esta escena.

Ambos lo miraban, como borrachos de amor por su pequeño.

— Gracias por conservarlo y darlo a luz. Sé que debió haber sido difícil con tantas dificultades en tu vida.

— Siento no ser el padre que querías, pero puedo prometerte que le daré todo a este niño y no solo material.

— Lo cuidaré como un papá de verdad— Steve confesó mirándola de cerca con sus ojos obsidianas, sinceros y Emma tenía un nudo en la garganta y ganas de llorar.

¿Quién la había consolado en su desesperación?

Nadie le había dicho, “lo has hecho bien”, “lo lograste” y mucho menos darle las gracias.

Solo este hombre desconocido, que de alguna manera, sentía cada vez más cerca de ella y de su bebé.

*****

— Padre, te digo que pronto te traemos la noticia de tu primer nieto. Alicia está esperando unos días para hacerse la prueba de embarazo— Andrew le decía a su padre, feliz, mientras todos esperaban en la sala la llegada de Steve para cenar.

— Eso espero, porque si la esperanza fuera tu hermano, que ni siquiera se ha querido casar de nuevo, entonces podría morir un millón de veces, sin ver a mi descendencia— un anciano serio e intimidante le respondió.

— Augusto, querido, tienes que hablar con Steve, estoy muy preocupada por él.

— Solo está centrado en el trabajo y a este paso se va a quedar solo para siempre— una refinada señora, le estaba hablando al patriarca de los Brown, con falsa preocupación.

— No se preocupes por mí, madrastra, que aquí les traigo a mi heredero y el primer nieto de los Brown, para que lo conozcan.

La voz de Steve se escuchó en la estrada del salón y todos se giraron para verlo entrando cargando a… ¿Un bebé?

¿Qué significaba que este era el heredero de los Brown?

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