LXIV Amistades
Sheily había guardado el teléfono en su bolsillo a la espera de la ambulancia y, al despertarse y luego de recibir información de su estado, se lo pidió a la enfermera.

Tenía cuatro llamadas perdidas de Zack, así que lo llamó y le dijo donde estaba.

Él llegó con cara de haberse pasado la noche en vela celebrando, pero ahora todos los motivos para hacerlo se le hubieran acabado.

—¡¿Apendicitis?! ¡¿Tenías apendicitis?! ¡¿Por qué no me lo dijiste?!

—Porque lo supe ahora, cuando me desperté.

Zack se aferró la cabeza, frustrado.

—¡¿Y por qué no me llamaste cuando empezaste a sentirte peor?! Soy tu novio y me entero hasta ahora. ¡Estaba celebrando mientras tú sufrías!

Sheily no supo qué responderle, llamarlo nunca fue una opción para ella, Zack no era médico, no podría haberla ayudado. Habría perdido tiempo llamándolo a él en vez de a la ambulancia.

—Tenía mucho dolor y fiebre, no pensaba con claridad. Llamé a emergencias y me desmayé —dijo ella por fin—. No alcancé a avisarte.

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