LXIII Destino

El cuerpo de Sheily ardía entre los brazos de Johannes. Su ingente calor le atravesaba la ropa y más la aferraba.

—¿Puedes darte prisa? —apuró al conductor.

Él la tenía entre sus brazos en el asiento trasero del auto, pero la perdía... De nuevo.

*—Una aburrida cena de negocios más, ya me duele la cara de tanto sonreírle a estos ineptos y arrogantes chupapollas —la rubia bebió un sorbo de su martini, con expresión indiferente—. De ahora en adelante les sonreirás tú por mí, perro. ¿Entendido?

—Sí, ama —acató obedientemente Johannes.

El invitado había sido él, como el empresario de alto nivel que era. Había que juntar a varios más para poder igualar su fortuna, pero ni entre todos lograban emular su prestancia o su magnetismo, que tenía a varias mujeres de allí ya encandiladas, eso incluía a las que estaban acompañadas.

Él era el invitado y la había llevado a ella porque no tenía permiso para salir solo.

—¡Johannes, qué gusto verte! —lo saludó un hombre, un sujeto humilde dueño
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