CAPÍTULO 88. ¿ESTAMOS SOLOS?

Era un fantasma. Un fantasma que caminaba hasta el muelle y de vuelta, todas las mañanas y todas las noches.

Habían esperado algo más, pero el llanto histérico de Mía había terminado en el momento justo en que Carlo Di Sávallo había cubierto a Leo con la sábana. Después de eso el silencio había dominado cada uno de sus actos.

Se había negado categóricamente a hacer un funeral. Le habían entregado las cenizas en una urna y nadie se había atrevido a preguntarle qué había hecho con ella. Aún así los medios transmitieron su muerte en cada canal de cada televisora del mundo.

Después de un par de días la familia se había retirado. Estaban rotos, eso era evidente, pero no quedaba más opción que seguir con sus vidas. Mía se había encerrado en la villa de Leo y aunque se portaba con perfecta

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