CAPÍTULO 60. MOTIVOS PARA PELEAR

Sam se acercó, silenciosa como un fantasma y le quitó el teléfono para ponerlo a un lado. En los últimos días Guido lo había tenido tan pegado a la mano que a veces parecía más una extensión de su brazo que un cachivache electrónico. Había estado ocupándose de la seguridad de las villas, los sistemas de alarmas y todo lo que se necesitara, y Sam podía verlo caer dormido -cuando conseguía dormir-, en cualquier lado.

Como ahora, que roncaba su cansancio con una pierna sobre y la otra por fuera del sofá. Tomó una manta para cubrirlo porque apenas había amanecido y había frialdad, pero cuando fue a taparlo se dio cuenta de que tenía los ojos abiertos, y por el nerviosismo acabó tirándosela a la cara.

—Gracias, justo ahí era que tenía frío —gruñó Guido enojado viendo c&

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