Leo la vio bajar del coche con el semblante oscurecido, pero la detuvo de un brazo antes de que llegara a la casa.
—¡Oye! Espera… espera —Mía se soltó con brusquedad y él solo se puso delante de ella para que no pudiera avanzar, pero no la tocó—. Sabes que no puedes transmitirle todo eso a Liam, quédate aquí, un momento, solo un momento. Cálmate.Mía cerró los ojos. Sabía que tenía razón, no podía llegar enojada y proyectarlo cerca de su bebé, él no tenía la culpa de sus frustraciones. Enredó los dedos en los mechones mojados de su cabello y respiró profundo.Cuando estaba a punto de convertirse de nuevo en una persona razonable escuchó a Leo preguntar:—¿Puedes decirme qué pasó en el puerto? ¿Eso quiere decir que ya no te vas a casar con él?Mía se lanzó por el teléfono la primera vez que lo escuchó sonar. El número en la pantalla era el de su madre, y por más que la inquietara aquella conversación con ella, se dio cuenta de que era inevitable. Había pasado las últimas 3 horas revisando de arriba abajo y de adelante hacia atrás aquellos documentos, y seguía sin encontrar un solo motivo razonable para que Giordano interpusiera una demanda de aquel tipo. Un divorcio quizás, incluso una demanda por abandono de hogar, pero aquella demanda por paternidad sobre un hijo que no era suyo era por completo ilógica.—¿Mamá? ¿Cómo estás? ¿Cómo están los gemelos?Al otro lado de la línea sólo se escuchó un suspiro cansado, Malena era una mujer excepcionalmente fuerte, pero no dejaba de ser una persona con emociones y sobre todo una madre, y justo en
—Siéntate, ya fue suficiente, tienes que descansar.Leo le quitó a Mía la taza de la mano y la obligó a sentarse un momento. Llevaba toda la noche dando vueltas por la habitación, aunque no era la única. Sam tenía más ojeras que una lechuza, Guido tenía el cabello completamente revuelto, y Liam había armado una fiesta a las tres de la madrugada. Finalmente cuando estaba casi amaneciendo se lanzaron los cuatro sobre los sofás del salón.—Bien, vamos a repasar todo esto —declaró Guido—, tenemos tres horas para alistarnos, el departamento de Medicina Legal de Valencia nos va a recibir a las ocho de la mañana, y tu entrevista debe estarse transmitiendo cerca de las seis de la tarde —aseguró dirigiéndose a Leo.—¿Estás seguro de que quieres hacer esto? —preguntó Mía mirándolo tambi
—¿Qué mierda se supone que es esto? —gritó Giordi viendo en uno de los canales de televisión internacional cómo una periodista se llevaba los méritos de la noticia estelar de las seis, por haber logrado entrevistar a uno de los magnates más escurridizos y más exitosos de la industria naviera en toda Europa.Era un ícono, tal como lo había sido su abuelo o mejor dicho, como acababa de revelarle al mundo: tal como lo había sido su padre. Por primera vez en años el magnate Leo Di Sávallo había accedido a dar una entrevista en televisión abierta internacional, y la periodista había logrado sacarle -o al menos eso le habían hecho creer al mundo- toda la información de su adopción.Por supuesto, mientras la entrevista se desarrollaba, eran decenas los periodistas que iniciaban una investigación acerca de su procedencia y, tal
El departamento de Medicina Legal de la provincia de Valencia los recibió con las puertas abiertas y, gracias a Dios, con pocos trámites burocráticos; a fin de cuentas, no había una disputa entre los padres del bebé, al contrario, sólo querían constancia de la paternidad de Liam, y lo hacían de mutuo acuerdo.—¿No deberíamos estar haciendo esto en Milán? —preguntó Mía mientras el estrés se reflejaba en su rostro—. La demanda de paternidad la hicieron desde Italia —añadió.—Pueden haberla hecho desde la misma China —replicó Guido—, pero Liam nació en España, las leyes de este país son las que lo protegen, las únicas para determinar su paternidad o situación legal, son las instancias españolas, lo cual por supuesto es excelente para nosotros.Mía solo asinti
Santiago era un hombre de puerto, de los que estaban acostumbrados al sol, al salitre, y a las peleas de bares, pero no era tan estúpido como para no darse cuenta de que no podía solo contra cuatro hombres, o al menos que, si podía, no iba a salir particularmente ileso.—¿Qué quieren en mi propiedad? —medio preguntó y medio gritó en dirección a los tipos que se acercaban.Aunque estaban bastante arreglados, tenían aspecto de malhechores y no era difícil imaginar quién los enviaba. A fin de cuentas, no había ninguna razón para que aquella familia tuviera problemas con nadie del área.—Nos han dicho que para el día de hoy estas casas estarían desocupadas —aseguró uno de ellos, mientras Santiago arrugaba el entrecejo.—¿Desocupadas? —bufó.—Pues sí ¿no? ¿La s
—¿Qué quieres decir con que no se presentó? —la voz de Anthea denotaba más rabia que impresión, pero definitivamente no se podía negar que estaba sorprendida—. Es una citación legal, no una invitación a un maldito baile. ¡Tienen que venir, por supuesto que tienen que venir! —gritó golpeando la mesa con la Palma de la mano.—¡Pues no lo van a hacer! Mi abogado acaba de llamar para decirme que la jueza ha desestimado la demanda —le gritó Giordano de regreso—. Ni siquiera nos informaron, pero al parecer se hizo la presentación de una prueba de paternidad en respuesta, una prueba de paternidad obviamente positiva, ¡y ahora resulta que estos cobardes de la corte no quieren meterse en un conflicto internacional porque el mocoso no es italiano!Anthea rodó los ojos y se echó atrás en su silla.—¿Pero
—No consigo encontrar nada, absolutamente nada —murmuró Mía, apoyando la barbilla en las manos y los codos sobre la mesa, y mirando a aquella computadora con expresión asesina—. ¿Por qué no me arroja nada de este condenado sistema?—¿Cómo que no te arroja nada? Algo tiene que haber, al menos el número de Folio, de Tomo, de inscripción… pero algo tiene que haber —dijo Leo sentándose junto a ella, muy cerca, y enfocándose también en la pequeña pantalla de la computadora.—Ya sé que tiene que haber algo —respondió Mía—, pero no me lo arroja, no me lo enseña. ¿Qué quieres que haga?—No te preocupes —dijo Leo besando su sien y acariciándole el brazo—, todavía tenemos algunos días para resolver esa parte. Ya es tarde, ¿por qué mejo
Leo se acercó a ella despacio, dejando que sus dedos corrieran sobre la cara externa de sus muslos, provocándole gemidos que hacían de aquel momento un paraíso perfecto para él.Verla allí, provocándolo, invitándolo, era aun más perfecto de lo que había imaginado. Esa era su mujer, su Mía, y siempre sería inútil tratar de alejarse de él. Sus manos se encontraron, sus cuerpos se encontraron, y el choque fue violento y devastador.Mía sintió su erección golpeando nuevamente contra su entrada, y buscó su boca porque estaba segura de que iba a necesitarla. Leo jugueteó con aquel pequeño botón de placer durante algunos segundos y luego simplemente… empujó.Empujó con fuerza y sintió cómo su miembro empezaba a desaparecer en el interior de Mía. La escucho ahogar un grito contra la c