Tenía ganas de darle la trompada que se merecía, ¡por bruto! pero se aguantó porque no iba a resolver absolutamente nada con eso ahora.
Le quitó el estuche a Leo de nuevo y se lo llevó a la terraza. Lo sentó de vuelta en la butaca, le sirvió otro vaso de whisky y lo instó a empezar.
—No omitas ni un solo detalle, muchas cosas dependen de esto. —Leo hizo ademán de preguntar pero su amigo lo calló—. No, no preguntes, no voy a decirte nada hasta que termines de contar, de lo contrario vas a parcializar tu historia inconscientemente, y quizás la adaptes a mi hipótesis, y así no puede ser. ¡Ahora bebe y cuenta! ¡Ya!
Leo asintió, respirando hondo para concentrarse.
—¿Por dónde empiezo?
—Empieza por el día exacto en que Mía llegó a Ushuaia —pidió Leo
Mía sonrió delante de aquella habitación llena de regalos. Estaba absolutamente emocionada y asustada a la vez, pero todo el mundo le decía que era bastante normal sentirse así.Por más extraño que pudiera parecer, sentía que había tomado la mejor decisión para su vida y la de su hijo. Sí, su hijo. Había tardado un doctor menos de diez minutos para confirmar en una ecografía que estaba muy embarazada, y Mía solo pudo sonreír al recordar la cara de felicidad que habían puesto su madre y su tío.Después de eso había aceptado aquel viaje por carretera con Ryan, y poco más de una semana después habían llegado a Altea, donde su tío tenía una villa de descanso frente al mar.Las semanas siguientes se habían dedicado a amueblarla, acondicionarla y sobre todo a disfrutarla. La peque&n
Nunca, en toda su vida, Mía había sentido un dolor como aquel, porque no era un dolor físico. Durante todo su embarazo Mía había sonreído. Era cuestión de práctica: recordar todo lo bueno que tenía, dejarse consentir por su familia, preparar todo para la llegada de su bebé, hacer nuevos amigos…Tenía tantas cosas buenas que se obligaba a poner las malas en un segundo plano, como el hecho de que guardaba el peor de los secretos y de que se sentía absolutamente abandonada aun estando en medio de tantas personas. Y sobre todo eso estaba su hijo. Por su bien se había obligado a ser honesta con su doctor, no sin antes, por supuesto, hacerlo firmar un acuerdo cerrado de confidencialidad.El hecho de que Leo y ella fueran familia podía complicar las cosas para la vida del bebé. Con cada ecografía Mía esperaba alguna mala noticia, y luego
Una jaula. Era exactamente como Leo se sentía, en una jaula. Desde que Guido le había puesto los pies sobre la tierra, su vida se había convertido en un maldito infierno, o mejor dicho, se había transformado en un infierno peor, porque desde hacía ocho años sentía que había vivido condenado.Una semana… Guido le había prometido respuestas en una semana, y Leo tenía plena confianza en él, pero ya habían pasado ocho días y se estaba volviendo loco. Si era cierto, si Mía había escapado porque estaba embarazada… ¿qué habría hecho? ¿Habría conservado el bebé aun sabiendo las consecuencias que podía tener? ¿O al menos las que ella creía que podía tener…? porque al final no eran familia…Recordó el momento en que la había vuelto a ver, despué
—Hijo, si no puedo hacer que confíes en mí, sería el peor padre del mundo… y de hecho ya me he sentido así por ocho años —confesó Alessandro—. Sí, de verdad quiero saber qué fue lo que pasó.Leo tomó aire como si llenarse los pulmones pudiera darle un poco de tranquilidad.—La verdad no hay mucho que contar, viejo. Me enamoré de Mía, y ella se enamoró de mí.—¿De verdad? —Los ojos de Alessandro brillaban con una extraña emoción.—De verdad. Pero yo he creído toda la vida que era tu hijo así que… no podía ser. Así que preferí irme —explicó Leo bajando la mirada—. Creí que si me quedaba, tarde o temprano Mía y yo no podríamos controlar lo que estaba pasando, y que la familia entera lo sabría
CAPÍTULO 45.Si no hubiera sido por el respeto que le tenía, Mía le hubiera dicho a su padre que se limpiara la baba.Ángelo Di Sávallo estaba tan enternecido con su nieto que si hubiera tenido con qué, le habría dado el pecho él en vez de Mía.—¿Quién es el niño más lindo, más guapo, más playb…?—¡Papáaaaa!—¿…de esta familia? —terminó Ángelo haciéndole un guiño al pequeño Liam.—Él es el más lindo y tú eres el abuelo más bobo. ¿Lo sabías? —lo increpó Malena llegando a su lado, y Ángelo le dio una sonora nalgada antes de poner al bebé en su cuna y abrazar a su mujer.—¡Sí, pero te apuesto a que soy el abuelo más sexy que conoc
Alessandro pestañeó con fuerza un par de veces antes de dirigirse a la sobrecargo y pedirle amable y urgentemente que trajera la botella. Mandó a aquellos muchachos a callarse y beber con él y solo después del segundo vaso de cada uno, cuando el avión estaba ya en el aire, fue que les permitió abrir las bocas.—OK, yo pregunto, ustedes responden. ¿De acuerdo?Leo y Guido asintieron.—Esta es la pregunta más estúpida del mundo, pero quiero escuchar que me lo digan con todas sus letras. ¿Tuviste algo que ver con Mía?Su hijo tragó en seco y asintió, fijando la mirada en su vaso.—Sí… —admitió por fin—. Tres semanas antes de que se casara me… rastreó, por decirlo de alguna manera y… bueno… pasó.Los labios de Alessandro se convirtieron en una línea fina, se
Mía escuchó el llanto estridente de Liam en el monitor de bebé, y se apresuró hacia su cuarto, pero cuando llegó ya estaba siendo consentido por quien ella consideraba el nuevo tío de su vida.—¿Llevaba cambio de pañal? —le preguntó a Santiago, que reía tanto o más que su padre abrazando a Liam.—No, solo no le gusta estar solito —respondió Santiago—. Lleva más de una semana pasando por los brazos de todos, debe creer que somos su mejor cuna.Mía se apoyó en el marco de la ventana para ver cómo su amigo se sentaba en el sillón con su pequeño en brazos. Era gracioso el contraste de la piel entre los dos. Liam era tan o más blanco que ella, de un color casi alabastrino, de cabello rubio pálido y ojos muy claros. Liam había sido una dulzura rosada los primeros días, pero su cabe
Todavía era de día cuando el avión aterrizó en el aeropuerto de Valencia, pero ya había anochecido cuando los tres llegaron a Altea y leo estacionó aquel auto de renta en una de las calles principales.—¿Tienes la dirección? —le preguntó a Guido, pero su padre se echó hacia adelante desde el asiento trasero y lo detuvo.—Ni dirección ni nada —declaró—. Pareciera que no eres un estratega. Es de noche y no sabes lo que está pasando con ella. Lo único que sí sabes es que probablemente te bañe en aceite hirviendo cuando te vea, así que mejor vamos a comer algo, trazamos un plan y mañana temprano la buscas.Leo resopló con impaciencia, pero al final su padre tenía razón: llegarle a Mía por asalto sin saber bien lo que estaba sucediendo, no era lo mejor que podía hacer.&md