CAPÍTULO 42. DECIR "BASTA"

Nunca, en toda su vida, Mía había sentido un dolor como aquel, porque no era un dolor físico. Durante todo su embarazo Mía había sonreído. Era cuestión de práctica: recordar todo lo bueno que tenía, dejarse consentir por su familia, preparar todo para la llegada de su bebé, hacer nuevos amigos…

Tenía tantas cosas buenas que se obligaba a poner las malas en un segundo plano, como el hecho de que guardaba el peor de los secretos y de que se sentía absolutamente abandonada aun estando en medio de tantas personas. Y sobre todo eso estaba su hijo. Por su bien se había obligado a ser honesta con su doctor, no sin antes, por supuesto, hacerlo firmar un acuerdo cerrado de confidencialidad.

El hecho de que Leo y ella fueran familia podía complicar las cosas para la vida del bebé. Con cada ecografía Mía esperaba alguna mala noticia, y luego

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