Giordano Massari no tenía hambre, solo ganas de beberse toda la bodega de vinos que llevaba aquel barco. No estaba muy seguro de cómo se sentía con todo aquello de la boda a medias, la fiesta interrumpida y la repentina enfermedad de Mía.
Había pasado por tres semanas insoportables mientras ella hacía aquel viaje antes de la boda, temiendo que se arrepintiera, pero la bruja de su madre no había querido decirle a dónde había ido. Sin embargo, Giordi no le había hecho ni un solo reclamo por todos aquellos días sin contactarlo.
Después de dos años su relación con Mía era perfecta. Ninguno se metía en el camino del otro, se acompañaban y se divertían y… se querían. Sí, Mía y él se querían mucho, lo suficiente como para estar dispuestos a estrechar su lazo con una boda. ¿Entonces por qu&e
Aquellas dos palabras repicaron el cerebro de Mía como una advertencia, y a pesar de que su cuerpo se sentía completamente débil no podía evitar que todos sus instintos se dispararan al escucharlas.El problema no era que Mireia Massari se refiriera a ella como una zorra, el problema era que lo hacía en respuesta a una noticia: la noticia de que la esposa de su hijo estaba embarazada. ¿Exactamente qué sabría Mireia para pensar que ese bebé no era de Giordi? ¿O qué sucedería con…?Mía se llevó una mano a la boca para taparla. De repente se hizo evidente, demasiado evidente lo que sucedía, pero no quiso creerlo hasta que no saliera de la boca de uno de ellos dos.—¿Y qué piensas hacer? —preguntó Mireia con tono agrio.—No tengo idea… —contestó su esposo, sentándose y s
Ryan tocó despacio en la puerta del despacho y escuchó a Malena invitarlo a pasar. Pasaba de la medianoche, pero ninguno de los dos parecía poder conciliar el sueño.Había pasado casi una semana desde la boda de Mía, y aunque Samantha ya había regresado a su baile y a su gira, él no había logrado que lo dejaran marchar todavía. Con los años la amistad entre Ángelo y él había crecido, y después de varios meses sin verse, Malena se negaba también a dejarlo ir.Sin embargo Ryan sabía que había más, mucho más pasando por la cabeza de su mejor amiga, por eso había decidido tomarse un tiempo para ayudarla en lo que necesitara.—¿Todavía tienes uñas? —preguntó sentándose frente a ella, en una clara insinuación de que estaba nerviosa.—Más
—¡Pregunté a dónde crees que vas!Mía se dio la vuelta para enfrentar el rostro desencajado de Giordano Massari, y se dio cuenta de que, a pesar de haber estado con él por los últimos dos años, era un completo desconocido para ella.No contestó, se fijó absolutamente en todas las señales que su esposo enviaba, tal como le había enseñado su madre que debía hacer cuando necesitara defenderse.Giordi estaba borracho, eso era evidente, pero no lo suficiente como para no constituir un peligro. Lo vio avanzar y retrocedió instintivamente, alejándose de la baranda y de la escalerilla por la que pretendía bajar a la base de popa, desde donde podía abordar la pequeña lancha.—¿Estabas escapando?Mía negó con suavidad, pero procurando mantenerse al menos a dos metros de Giordi.—No, solo es
—Ma… ¿mamá? —tartamudeó Mía, viendo con ojos desorbitados cómo Malena se ponía de pie y se acercaba a ella—. ¿Qué… qué hace aquí?Malena la envolvió en un abrazo apretado.—Solo quería asegurarme de que estabas bien —dijo acariciando su rostro con ternura.Mía tragó en seco y se retorció los dedos sin saber exactamente qué decir. Había esperado cualquier cosa menos que la encontraran a menos de doce horas de haber decidido escapar… pero después de todo estaba hablando de escapar de Malena Di Sávallo, el mismo diablo tendría que ayudar al que pretendiera eso.Mía se quedó estática, sin saber muy bien qué decirle.—Hija, escucha, no estoy aquí para hacerte un interrogatorio —aseguró Malena con un
Guido arrugó la nariz en cuanto puso el primer pie en aquella habitación. Toda la suite olía como si hubiera sido asaltada por cestos de basura.Se fue tranquilamente al baño, puso un recipiente grande bajo la llave del agua helada y luego cariñosamente fue a lanzárselo a la cara a su mejor amigo.Leo se levantó de un salto al sentir el golpe del agua fría, mirando a todos lados como si estuviera listo para pelear.Se había pasado la última semana ahogado en alcohol, en la misma suite de Génova que había pagado para asistir a la boda de Mía. Apenas era consciente de qué día era y menos de dónde estaba, pero de lo que sí estaba seguro era de que tenía el corazón roto y ninguna fuerza para seguir.Durante tres días Guido y él habían movido cielo y tierra para encontrar a Mía, pero todo había
Nunca, en todos los años que llevaba conociéndolo, Guido había podido decir que Leo Di Sávallo era un hombre descontrolado. Lo había visto conservar la calma aún en las peores situaciones, aún frente a provocaciones descaradas, pero no le había sorprendido en absoluto su reacción ante el imbécil de Massari.Guido también sentía que faltaban muchas piezas en aquel asunto, pero después del escándalo en Capitanía de Puerto, ya no había mucho que pudieran hacer en Niza. No estaban seguros de si Giordano le había hecho algo a Mía, pero lo cierto era que no volvería a lastimar a nadie en mucho tiempo.Instalarse en las oficinas de la naviera de Marsella había sido muy fácil después de eso. Los dos preferían no regresar por el momento a ningún lugar en el que hubieran tenido contacto regular con A
Tenía ganas de darle la trompada que se merecía, ¡por bruto! pero se aguantó porque no iba a resolver absolutamente nada con eso ahora.Le quitó el estuche a Leo de nuevo y se lo llevó a la terraza. Lo sentó de vuelta en la butaca, le sirvió otro vaso de whisky y lo instó a empezar.—No omitas ni un solo detalle, muchas cosas dependen de esto. —Leo hizo ademán de preguntar pero su amigo lo calló—. No, no preguntes, no voy a decirte nada hasta que termines de contar, de lo contrario vas a parcializar tu historia inconscientemente, y quizás la adaptes a mi hipótesis, y así no puede ser. ¡Ahora bebe y cuenta! ¡Ya!Leo asintió, respirando hondo para concentrarse.—¿Por dónde empiezo?—Empieza por el día exacto en que Mía llegó a Ushuaia —pidió Leo
Mía sonrió delante de aquella habitación llena de regalos. Estaba absolutamente emocionada y asustada a la vez, pero todo el mundo le decía que era bastante normal sentirse así.Por más extraño que pudiera parecer, sentía que había tomado la mejor decisión para su vida y la de su hijo. Sí, su hijo. Había tardado un doctor menos de diez minutos para confirmar en una ecografía que estaba muy embarazada, y Mía solo pudo sonreír al recordar la cara de felicidad que habían puesto su madre y su tío.Después de eso había aceptado aquel viaje por carretera con Ryan, y poco más de una semana después habían llegado a Altea, donde su tío tenía una villa de descanso frente al mar.Las semanas siguientes se habían dedicado a amueblarla, acondicionarla y sobre todo a disfrutarla. La peque&n