Inicio / Romance / PERFECTA MENTIRA / 04. Pequeño renacuajo
04. Pequeño renacuajo

AXEL

Hago un esfuerzo sobrehumano para no correr detrás de Mila y suplicarle que acepte mi plan. Sé muy bien que mi petición la ha tomado por sorpresa y que necesita tiempo para procesarlo, pero no es ninguna mentira cuando digo que es ella la única mujer en quien puedo confiar ciegamente, sé que jamás va a fallarme. Me lo ha demostrado durante los siete años que llevamos juntos. Y aunque suene egoísta, es la mujer perfecta para engañar a mi abuelo.

Mila ha sido mi ancla y mi puerto seguro durante tanto tiempo que sin ella estaría perdido.

Mis ojos no han dejado de ver la puerta por donde se ha marchado. Doy un paso y me acerco al minibar, tomo la botella y me sirvo un vaso casi lleno. Es un whisky de colección y mi favorito.

Vuelvo sobre mis pasos y me siento en el sillón, bebo un sorbo. El líquido me quema la garganta, pero lo ignoro. Los pensamientos se arremolinan en mi cabeza y cada segundo que pasa se arraiga en mí el deseo de que Mila se convierta en mi esposa. Si ella acepta, todo será perfecto.

Con ella a mi lado, no tengo que dar explicaciones de nada, mantendré mi libertad y mi fortuna. Además, casarme con Mila no es ningún maldito sacrificio. Solo un ciego no se daría cuenta de la mujer que es.

Una diosa de cabellos negros y unos hermosos ojos verdes. No, no estoy enamorado de ella; pero sin duda, la amo porque es mi mejor amiga. La única mujer que conoce todo de mí.

La única mujer por la que llegaría al altar, sabiendo que mi mentira estará bien guardada.

Quizá estoy siendo egoísta al pedirle tanto y no tener en cuenta sus sentimientos. Pero nuestro trato, no tiene que ser para siempre. Los divorcios existen y los dos podríamos recuperar nuestra libertad en algún momento de la vida.

Bebo otro sorbo de mi vaso y lo dejo sobre la mesa de centro. Me levanto con intención de abandonar la habitación, pero antes de dar un solo paso, la puerta se abre abruptamente. Por un momento, deseo que se trate de Mila, pero no es así. Es mi hermano menor.

—¿Se puede saber lo que has hecho esta vez? —pregunta con tono furioso. Es evidente que el pequeño renacuajo se ha olvidado de quien es el mayor.

—Modera tu tono cuando te dirijas a mí —pido. Nos enfrentamos en un duelo de miradas, siendo él quien termina cediendo. Se mueve por la habitación con evidente frustración.

Meto las manos en los bolsillos de mi pantalón para evitar apretarle el cuello.

—Estás mareándome —digo.

 Knox se detiene y me mira con molestia.

—El abuelo ha organizado una cena para buscarnos una novia. ¡Todo esto es gracias a tus malditos escándalos! ¡¿Tan difícil es evitar a los medios?! —medio grita, medio pregunta.

—Lo que haga con mi vida no es tu jodido asunto, Knox. Ni tuyo, ni del abuelo. Soy libre de hacer con mi vida lo que me dé la puta gana. ¿Tan difícil es que lo entiendan? —cuestiono con tono severo y molesto.

Knox es el menos indicado para venir y hacerme cualquier tipo de reclamos, luego de su última metida de pata.

—Te equivocas, Axel. El abuelo está decidido a casarte con la primera mujer que lo acepte, ¿sabes lo que hará si no obedeces? —cuestiona afligido. Es evidente que su preocupación no soy yo, sino lo que sucederá con él si pierdo el control de las empresas.

—Cederá la dirección de la compañía a Zane —respondo sin problema y el rostro le cambia de color.

—¡Y lo dices tan malditamente tranquilo! —exclama—. Nuestro padre hizo todo lo que el abuelo le pidió, se casó y le dio nietos.

—¡Nuestros padres nunca fueron felices, Knox!

—Pero gracias a eso, hoy tienes la dirección de esta empresa y el control de toda la fortuna Ridley. ¿De verdad vas a entregar todos tus años de trabajo y sacrificio al idiota de Zane?

No, primero muerto antes que dejar que Zane se quede al frente; sin embargo, no puedo revelar nada de mis planes si quiero que tengan éxito. Sobre todo, porque aún tengo que convencer a Mila de ser parte de ellos.

—Yo sé lo que hago, Knox.

—Eso espero —gruñe mientras se encoge de hombros—. El abuelo espera que llegues a cenar esta noche.

—No tengo ninguna intención de hacerlo —replico. Después de nuestra discusión, lo último que deseo es encontrarme con él.

—¿No lo entiendes? No tiene ninguna jodida intención de llamarte y avisarte. He escuchado sus planes por casualidad, si faltas, automáticamente se lo estarás entregando todo a Zane—. Solo tienes que asistir y ganar tiempo, Axel.

—¿No acabas de decir que organizó la cena para encontrarnos una pareja? —pregunto con molestia. Estoy perdiendo el tiempo discutiendo con Knox, cuando lo que debo hacer es ir detrás de Mila.

—Es lo que dije. Ha invitado a las hijas de sus amigos y uno que otro socio. Te aseguro que el abuelo le ha informado de esto a Zane. Lo conoces y aceptará todo con tal de ocupar tu puesto.

—Vete a casa, Knox.

—¿Irás a la cena?

—No lo sé, tengo que pensarlo.

—¡No hay nada que pensar, Axel! De esta noche depende mi futuro. ¡No puedes ser egoísta, piensa en mí!

—Vete y deja que haga las cosas a mi manera, Knox.

—Solo espero que yo no salga perdiendo por tus estupideces.

—¡Lo dice el tonto que embarazó a su novia y la llevó a una clínica para abortar! El único que comete estupideces aquí eres tú, Knox. ¡Ahora, lárgate o terminaré por estampar tu bonito rostro contra la pared!

No hubo réplica de su parte, Knox corrió tan lejos como le fue posible. Aún no podía creer lo que había hecho, pero hecho estaba. Lamentaba la situación de la pobre chica, era una lástima que no supiera de ella antes, ni siquiera le sabía el nombre. Lo único que, si sabía, era que no pertenecía a nuestra clase social y Knox se negó rotundamente a hablar sobre ella.

Le echo un vistazo a la hora en mi reloj de pulsera. Un regalo de cumpleaños de Mila, lo que me recuerda que tengo solo un par de horas para convencerla de que me acompañe a casa de mi abuelo y resolver mi situación.

Salgo de la oficina mientras intento comunicarme con ella por vía telefónica. Su móvil se encuentra apagado, por lo que no tengo otra opción que ir a su casa.

Mi automóvil se desplaza por la carretera, el motor retumba y la sensación de adrenalina corre por mis venas. No sé si es por la velocidad o por lo que estoy a punto de hacer.

Apago el motor en cuanto estaciono en el parqueadero del edificio de Mila. Bajo y sin perder el tiempo, voy directo al ascensor. Los minutos empiezan a correr y no permitiré que nadie me gane esta carrera.

Apenas las puertas metálicas del ascensor se abren. Busco el número de apartamento de Mila, me lo sé de memoria, pero voy lento, pensando en lo que voy a decirle para que me acompañe.

Presiono una, dos y hasta tres veces el timbre, pero parece que no hay nadie en casa. ¿Tengo que resignarme? Intento de nuevo llamar al móvil, esta vez no me envía directo a buzón. Escucho satisfecho cómo el aparato suena incansablemente detrás de la puerta. Está en casa, pero quizá no quiera responderme.

Vuelvo a presionar el botón del timbre y con más insistencia que antes. No quito el dedo ni un solo segundo hasta que la puerta se abre y el rostro molesto de Mila aparece delante de mí.

Su rostro está húmedo, su cabello mojado y su cuerpo es abrazado finamente por una bata que se adhiere a ella como una segunda piel. No puedo apartar los ojos de esa gota de agua que resbala por su cuello y se pierde en la hendidura de sus redondos y perfectos pechos.

—¿Qué demonios haces aquí…?

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP