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06. Mi asistente, mi amiga

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Nuestros ojos siguen fijos, el uno en el otro, la tentación de cerrarlos es tan abrumadora y el deseo de probar sus labios lo es aún mucho más. Solo tengo que dejarme llevar, basta un segundo para tener lo que siempre he anhelado y deseado. El sabor de su prohibida boca.

Mi cuerpo se tensa como la cuerda de un violín y un atisbo de lucidez se cuela en mi cabeza. ¿En qué diablos estoy pensando? Me separo ligeramente del cuerpo de Axel, lo suficiente para romper la tensión que se ha creado entre nosotros.

Me pregunto si alguien más lo ha notado o solo he sido yo.

—Mila —susurra, acercándose de nuevo.

Un nudo se instala en mi garganta.

—Ni se te ocurra —murmuro en respuesta y tan bajito, solo para sus oídos. Él me sonríe y se aleja un poco. Dejo escapar el aire que no sé que estoy reteniendo mientras siento las mejillas de mi rostro calientes. Ha sido un momento… incómodo.

—Qué sorpresa, primo. Siempre muy bien acompañado —pronuncia Zane a manera de saludo—. Mila, un placer volver a verte.

—Es un gusto, Zane —respondo para no quedarme como idiota sin decir nada. La mujer a su lado me ve de pies a cabeza como si fuera un insecto. Típico de la gente de alta sociedad, o por lo menos de un gran porcentaje de las personas que he conocido hasta el momento.

De todos, Axel siempre será la excepción. Siendo el hijo, nieto y heredero de un gran emporio empresarial, me eligió como su amiga entre muchos y muchas que trataron de llamar su atención.

—¿La asistente de Axel? —pregunta a Zane, ignorándome por completo.

Su actitud es despreciable y tengo que morderme la lengua para no responder. No es el momento, ni el lugar. Axel está confiando en mí.

—Mi asistente, mi amiga y todo lo que tú no puedes ni llegar a imaginarte —responde Axel con tono molesto. Su mano aprieta mi cintura con demasiada fuerza, por lo que me trago el gemido que amenaza con abandonar mis labios.

—Delaney, por favor —pide Zane con una sonrisa de disculpa. La toma del brazo y se la lleva para saludar a los otros invitados.

—¿Vamos? —me susurra Axel junto al oído, en otro acto íntimo que me estremece de pies a cabeza.

Su cercanía es demasiado y mis muros son vulnerados desde sus cimientos.

—No te vayas de manos largas, Axel, porque te juro que no tendré ningún problema en cortártelas —le aseguro, fingiendo una sonrisa a los presentes. A ninguno de los dos nos conviene montar un espectáculo. Por respeto al abuelo y a los invitados.

—¿Serás capaz de hacerlo? —pregunta, provocándome.

—¿Quieres ponerme a prueba? —respondo en el mismo tono bajo de antes. No quiero que nadie más escuche nuestra conversación.

—Cualquier persona que los viese, creerá que se trata de una pareja. Discuten como una.

La voz de la mujer me hace girar el rostro. La he visto antes, en algunas reuniones de sociedad mientras acompañaba a Axel. Solo…, no logro recordar el nombre de la chica.

—Señorita Ellington, es un gusto volver a verla —. Me tenso de nuevo al reconocer la voz del hombre que me saluda y el agarre de Axel sobre mi cintura se hace más firme.

—Señor Brixton —respondo. De todas las candidatas que se me vinieron a la mente por la tarde, jamás se me ocurrió incluir a la hija de este hombre.

—Ven, vamos a saludar —interviene Axel, interrumpiendo a Holden. Lo cual agradezco.

El tipo es un verdadero idiota. Jamás podré olvidar el día que, con excusas de trabajo, me invitó a comer y sin descaro, me ofreció ser su amante. Axel no lo sabe, no le vi el caso a informarle, conociéndolo le habría partido la cara y yo habría disfrutado de lo lindo; sin embargo, eran socios y ya con los escándalos de Axel era suficiente.

Nos alejamos del imbécil de Brixton y saludamos a Kaia Prescott y su padre. Maddox, un importante magnate dedicado a la industria de la tecnología, y amigo de la familia Ridley.

Como lo imaginaba, Daxton no era tonto. Su intención era que Axel se casara con una mujer de su mismo círculo social. Hija de algún socio importante o amigo íntimo. No podía culparlo, pero tampoco podía justificarlo.

La vida amorosa de una persona no debía regirse por el monto en sus cuentas bancarias o por la cantidad de empresas a su nombre.

—¿Sucedió algo con Brixton que yo no sepa? —la voz de Axel me saca de mis cavilaciones.

—Nada.

—¿Estás segura? Te has puesto rígida como la cuerda de un violín cuando te saludó.

—No es el momento, Axel. Solo quiero que esto termine y volver a mi casa. No debí venir en primer lugar.

—Ya estamos aquí, Mila, y lo mejor que podemos hacer es disfrutarlo.

¿Disfrutarlo? ¡Imposible!

Jamás podría disfrutar de un momento creado a conciencia para buscarle una esposa al hombre que amo. Sin embargo, tarde o temprano esto iba a suceder.

—Pasemos a la mesa —pide u ordena Daxton. Su tono es engañosamente sereno, pero sus ojos brillan con júbilo. Tiene a Axel justo donde lo quiere.

Sentados y esperando en la lujosa mesa, encontramos a Beckett Harlow y su hija, Thalía.

Él, como todo un caballero, se pone de pie al vernos entrar, saluda con una amabilidad exquisita y Thalía lo imita a la perfección. Luego de eso, todos ocupamos los lugares, conforme Daxton lo indica.

Para mi sorpresa, me deja junto a Axel y su hermano Knox quién es el último en llegar y lleva una cara de pocos amigos.

La cena es servida y todos comen en completo silencio mientras lucho con el enjambre de avispas asesinas que revolotean en mi estómago. No hay motivo aparente para sentirme nerviosa o amenazada. El motivo de la cena aún no ha sido revelado, por lo que debo relajarme y tratar de pasar cada bocado para no ahogarme.

Esta reacción no es propia de mí, parezco un animal acorralado, pero la mano de Axel no ayuda en lo más mínimo. No hay momento en que por una u otra razón roce con la piel de mi brazo.

Lo hace con total intensión, por lo que le dedico una mirada de advertencia. Él sonríe todo inocente, pero está lejos de engañarme. Algo se trae entre manos y presiento que no va a gustarme.

Cuando la cena finalmente termina y las muchachas del servicio retiran los platos, la mesa se sumerge en una charla amena. Se habla de viajes, negocios y uniones familiares.

Daxton es un genio y dirige la conversación por el camino que desea que vaya.

Una hora más tarde, las copas se llenan de champaña. Zane habla bajo con Daxton mientras Delaney trata de entablar una conversación con Aria y Kaia.

Unos minutos más tarde, Daxton se pone de pie y con el cubierto hace sonar la copa, llamando la atención de todos.

—Supongo que se han preguntado el motivo de esta invitación tan repentina —dijo, viendo a Axel, Zane y Knox.

Axel lo mira fijamente, sus labios son una perfecta línea recta y por un momento temo que explote y se enfrasque en una discusión con Daxton, empeorando mucho más las cosas.

Entonces, ¿debe callar y esperar a que su abuelo lo despoje de todo? Sería una injusticia. He sido la asistente de Axel durante los últimos tres años y soy testigo de todo lo que ha trabajado para triplicar los ingresos anuales de la compañía.

Sumergida en mis propios pensamientos, no soy consciente del momento en que Axel se pone de pie hasta que toma mi mano.

Busco su mirada y el corazón se me cae al piso, niego con un movimiento de cabeza, pero él sonríe.

—No sé los motivos por los que has organizado esta cena, abuelo —miente, mirándolo a los ojos—; sin embargo, te lo agradezco. No habría encontrado un mejor momento para darte una buena noticia —pronuncia con seguridad.

Sus ojos vuelven a mí, y por primera vez me quedo sin palabras.

—Voy a casarme —anuncia, sorprendiendo a todos. Sobre todo, a mí.

Agrando los ojos y me pongo de pie como si un resorte me impulsara.

—¿Vas a casarte? —pregunta Zane, la copa tiembla entre sus dedos. No se lo esperaba.

—Así es, primo. Mila y yo vamos a casarnos…

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