Con la muerte del duque, el Rey Eduardo VI parecía hundido en sus recuerdos, no salía de su habitación, ni tampoco le importaba lo que ocurría en el palacio real. Sólo permanecía largas horas en su despacho, sentado frente a su escritorio, cabizbajo y pensativo. Emma no imaginó que su esposo realmente albergara sentimientos tan profundos por el duque, siempre creyó que era sólo placer y lujuria lo que los unía. Aún así no podía sentir compasión por un hombre que había sido capaz de hacerle daño física y emocionalmente. Merecía lo que le estaba pasando, de eso no tenía dudas. La ambivalencia emocional del rey comenzaba a provocar el caos dentro del palacio. Cuando no estaba deprimido, estaba lleno de ira, los sirvientes eran testigos de sus constantes arranques y de sus humillaciones. —Largaos de mi habitación inútiles. Iros lejos donde no pueda veros a ninguno de vosotros. —gritaba enardecido y uno a uno los sirvientes obedecían. El único de los sirvientes que lograba tranquili
Rodrigo despierta muy temprano sintiéndose bastante agotado; su cansancio emocional lo ha estado enfermando poco a poco. Y con la noticia que ha recibido anoche, la situación ha empeorado. Él había dejado de tomar champán con su primo Hans en cuanto se dio cuenta que Anna no iba a regresar a la sala, pues ahora su meta es robar la atención del joven rubio para alejarlo de la pelinegra.Aunque su razón lo atormente gritándole que Anna es su hermana, él no acepta verla con alguien más. No quiere que su madre haga lo mismo con ella –casarla con alguien que ésta no ama– aunque pensándolo bien, si hubiera dejado que ellos se casaran, habría sido una aberración.¿Pero él estaba dispuesto a desafiar las leyes de Dios y la humanidad?El pelicastaño se termina de duchar, se viste sin emoción alguna y recordando que fue un mal esposo al dejar a Elisa tirada en el baño con María, se lleva las manos a la cabeza antes de entrar a su habitación.Dios mío, Elisa va a tener un hijo suyo, y aún as
Una vez que Emma y el doctor están en la habitación de Anna, la encuentran tendida en la cama, pálida y con el rostro expresando dolor.—¡Anna, hija! ¿Qué sucede?—Creo que algo me ha caído mal, madre… Me arde el estómago y la garganta. Además, me duele mucho la barriga, sentí que estaba por desmayarme del dolor. Jamás me ha pasado esto.—Déjeme revisarla, princesa… —avisa el doctor. Y tras un chequeo general, determina que tiene una especie de gastritis, receta su posible cura rápida y además toma una muestra de sangre que rápidamente se ocupa en llevar a analizar.En la habitación Emma le pide a Martina dejarla a solas con su hija. La muchacha obedece. Y entonces la reina toma la mano de la pelinegra. Emma tiene un mal presentimiento, desde hace días la ha estado analizando, y le aterra pensar demasiado en algo que está punto de decir.—Anna, no quiero meterme en tu vida privada, pero me preocupas. Acaso tú… ¿Has estado con algún hombre? —cuestiona aterrada, entonces Anna com
La reina Emma se reúne a solas con el Rey Juan Carlos, debe llegar a un acuerdo con él incluso si debe ofrecerle un buen dote para que tanto éste como su hijo acepten aquella propuesta de matrimonio.—Siéntate por favor, Juan Carlos. —dice tomando asiento.—¿Qué ocurre Emma? ¿Pasa algo malo? —pregunta el rey al ver el rostro de preocupación de la reina mientras jala la silla para sentarse.—Esto que voy decirte es algo que tenía pensado hacer hace algunos días, pero debido a las circunstancias, me veo obligada a apresurar esta conversación. —la reina se pone de pie y comienza a caminar por el salón, mientras que le explica al rey lo que está ocurriendo.— Tenía la firme intención de proponerte una alianza en la que nuestros herederos terminarán casados y así unir ambos reinos con el fin de formar el gran imperio Hamilton y Fernández. Pero… —hace una pausa— en ese momento no contaba con un pequeño detalle y es que mi hija, está embarazada.—¿Cómo dices? —pregunta con aspaviento— ¿Anna?
María, quien se encontraba caminando hacia el comedor con más jugo, al escuchar el anuncio del compromiso entre Hans y Anna siente sus manos como gelatina y deja caer el envase.Los presentes se giran hasta ella, y cuando los ojos claros de Hans encuentran los oscuros de María, ambos sienten la angustia arrolladora.—¡Lo lamento! —se disculpa María sintiendo el nudo en su garganta.Para cuando Hernán ve a su hija agacharse para recoger el desastre y nota las lágrimas en sus mejillas, se acerca a ella, y mirándola a los ojos le pide que se retire, que él se encargará de limpiar.María se va intentando no dejarse ver tan afectada, y cuando llega a la cocina, José se sorprende.—¡María! ¿Qué te sucede?—¡Tengo el corazón roto, José! ¡Si así es como se siente amar a alguien entonces no lo quiero! —exclama destrozada, mientras el chico la abraza.La noche anterior el príncipe Hans le había dejado claro que quería conocerla. Había soñado con el guapo príncipe como una chica de quince
La mañana siguiente después del desayuno, Cleotaldo se encuentra examinando los caballos que llevarán el carruaje real para un paseo entre Anna y Hans.Rodrigo ve desde el balcón cómo su primo ayuda a la pelinegra a subir al carruaje y su estómago se revuelve. Ninguno de los dos parece en desacuerdo con ese compromiso, y el castaño desearía que alguno de ellos hiciera algo que lo eche todo a perder. Se siente cada vez más débil al ni siquiera poder acercarse a Anna como el hermano que se supone que es para hablar con ella, pues sabe que sus palabras o sus acciones nunca podrán ser de hermandad.Su mirada se cruza con la de Anna quien ya va en marcha fuera del palacio. Ambos corazones retumban, pero es la pelinegra quien aparta la mirada y traga hondo el sentimiento. Se esfuerza por darle una sonrisa a Hans, y éste también.—¿Hace cuánto que no visitabas España? —cuestiona Anna, mientras cada uno ve por su lado de la ventana, distanciados.—Desde la muerte del Rey Eduardo VI… —resp
—¿Imaginas cómo pudo ser un hijo tuyo y mío? —cuestiona Juan Carlos entre los senos de su querida Emma, dejando besos cortos en ellos, dejándola mareada de encanto—. Sería el dueño del maldito mundo.—O dueña… —Emma sonríe y entonces acaricia el cabello del rey y hace que éste levante la mirada.La sonrisa que se dan hace que ambos se sientan realmente felices. A Emma le aterra en parte ésta idea, puesto que cada que tiene algo de felicidad el destino siempre se lo arrebata.El destino le ha demostrado que ella no es una mujer merecedora del verdadero amor ni de la felicidad absoluta, y eso lo sabe desde que era solo una niña.Juan Carlos ve la tristeza en sus ojos y entonces después de ayudarla a abrochar los botones de su vestido, se levanta del suelo para en el transcurso dejarle un beso en la frente.Emma ríe sintiéndose sonrojada cuando el rubio se sostiene de repente del escritorio para tomar aire.—Ya estoy viejo… —susurra en lamento.—No tanto como crees —le dice ella,
Juan Carlos decide viajar a Gales antes de llegar a Escocia. Como bien se lo comentó a Hans, debía estar junto a Madeline; pues a pesar de sus diferencias y su precaria relación matrimonial, ambos eran buenos amigos. Tampoco podía olvidarse que Madeline se ocupó no sólo de cuidar de su padre durante su enfermedad, sino que estuvo con él hasta el momento de su muerte en Inglaterra.El rey Juan Carlos es recibido por el capitán Finn, su mano derecha, quien no ha abandonado ni un segundo a la reina Madeline.—¡Bienvenido su majestad! —se para firme y coloca la mano en la visera de su sombrero, haciendo la reverencia respectiva como miembro del ejército que es ante el rey.—¿Dónde se encuentra mi esposa? —pregunta visiblemente entristecido por el inesperado evento.—Se encuentra en su habitación, su majestad. —le responde. Juan Carlos se dirige a la habitación de la reina escoltado por el capitán. Toca la puerta, entra al escuchar la aprobación de su esposa, pero se sorprende al ver