En el palacio real, tanto la reina como Anna se preparan para la celebración de aquel matrimonio que bajo acuerdo se efectuará entre la pelinegra y el príncipe Hans.A diferencia de Elisa, Anna pasa los días de su gravidez sin grandes molestias, excepto por la tristeza que lleva en su corazón por haberle mentido a Rodrigo sobre su paternidad.—Creo que deberías soltar un poco la falda, Martina —comenta la reina.— recuerda que no debe notarse el embarazo. Aunque hice lo posible por adelantar la fecha de la boda fue imposible. Detesto los trámites burocráticos —espeta.—Como usted diga, reina. —responde Martina a las órdenes expresa de Emma.—No es necesario madre, faltan pocas semanas. Además creo que el modelo es perfecto para ello. —Anna se refiere a que el vuelo de la falda inicia justo debajo de su pecho disimulando a la perfección cualquier abultamiento en su vientre.—¡Estoy de acuerdo contigo, hija! Sólo deseo evitar que alguien noté el embarazo y comiencen a rumorearse cosas so
Dentro del palacio español se había hecho un bucle de acontecimientos en las últimas semanas. Elisa, con los síntomas de su embarazo ya notorio y la depresión profunda por no poder estar con el hombre que ama; saber que criar a su hijo con alguien que no es su verdadero padre la hace sentir muy culpable, porque esto no es lo que le han enseñado los Moguer, así no es como fue criada.Por otro lado, Martina quien ha estado teniendo muchas ansias y antojos extraños, se ha estado escapando todas las noches a la cocina para conversar con José, para que al final, el chico encantado por la simpleza hermosa de la chica, se ponga manos a la obra con cualquier platillo que ella le ordene.Emma, emocionada por los preparativos de la boda, no abandona a su hija si no es para ir a dormir o darle algo de privacidad cuando ella parece muy deprimida.El sufrimiento de Anna ha crecido con los días y aunque quiere dejar de sentir eso por el bien de su bebé, le es imposible. Tener a Rodrigo bajo el m
La luz se filtra por las ventanas del palacio despertando a algunos desdichados y a algunos entusiasmados. Pues el día de la boda entre el príncipe Hans y la princesa Anna ha llegado.¡Dos príncipes de monarquías millonarias y muy poderosas harán historia!Daniel, el organizador de bodas, sonríe al ver a la diseñadora Eloisa llegar detrás de su carruaje. Ambos se saludan y los guardias les dan entrada al palacio, en dónde una Emma sonriente desayuna junto a unos invitados de gran relevancia; como los Duques de Dinamarca que han llegado ayer a tardes horas, al igual que los embajadores de Japón, Francia -aunque por mera obligación-, y el embajador Alemán.—¡Todo debe ser perfecto! —exclama Emma, aunque en el fondo preocupada por la evidente tristeza de Anna quien también desayuna, sin ganas, justo a su lado.Anna está cansada, de saludar, de sonreír y fingir que hoy es el mejor día de su vida.—¿Puedo ir a prepararme ya? No tengo apetito —dice la pelinegra hacia Eloisa.—¡Por sup
El cochero y el capitán Finn bajan del carruaje en medio del camino para darle privacidad a los amantes para que puedan vestirse y prepararse, pues en unas horas llegarán al puerto español.Hans y María se ven a los ojos mientras se ayudan a cambiar entre sí y no pueden creer que realmente estén huyendo.Flashback.Hans se encontraba bastante inquieto y angustiado por todo el peso que caía sobre sus hombros.¿Debía traicionar por amor o morir por lealtad?Sabía que la vida con Anna no iba a estar llena de amor y que eso lo mataría lentamente, pues habiéndose casado con ella jamás podría volver a tocar a María. No. Él no podría hacerle eso a ninguna de las dos. No era justo.Así que tras llorar por la frustración, y ver a su amada a los ojos, pensó en sus padres, y encontró el valor.—Mi dulce María… —Puso las manos de ésta sobre su rostro, sintiendo su calidez—. ¿Recuerdas cuando te dije que las personas desdichadas tendrían su recompensa por haber sufrido tanto? —María asintió
Una vez que José ayuda a recoger el desastre, recuerda que la misma María le dio una carta para entregársela a Hernán, así que este se escabulle para buscar al mayordomo.—¡Don Hernán! ¿Qué le ha pasado? —cuestiona al entrar a la habitación de éste.Hernán le hace una seña, sintiéndose tan débil. Tiene tanto miedo de que Emma le haga algo a María después de todo lo que él ha hecho por ella.—El Doctor estaba por atenderme pero algo pasó con la reina, ¿la has visto? —dice sentándose en la cama.—Sí, don Hernán ¡Ella se ha desmayado después de un ataque de ira! Pero Don Hernán… En la madrugada la señorita María me hizo jurar que le daría esto sin que nadie más supiera…José le extiende una carta al mayordomo, y éste siente las lágrimas salir sin poder detenerlas aún sin leerla.—Gracias, José. Déjame solo por favor, juro que estaré bien…Ante aquello el ahora cocinero se va.En tanto, Hernán lee con tristeza la carta de despedida de su hija, la abraza con dolor. En ella sólo se
Desconcertado, toma la carta en sus manos. Y al pasar los segundos, las lágrimas caen por sus mejillas cuando la verdad se revela ante sus ojos con aquellas palabras. Se trata de Hernán, contándole lo que ocurrió hace años, cuando María estaba muy pequeña. La esposa de Hernán estaba embarazada, y su embarazo había estado lleno de complicaciones; al mismo tiempo, la reina Emma también lo estaba de su primer hijo, pero aquella noche en que ambas mujeres en diferentes camas daban a luz, sólo un bebé nació con vida, y sólo una madre sobrevivió.Flashback.—Hernán… —Emma lloraba, devastada por la perdida de su hijo—. Por favor… Eduardo volverá a abusar de mí en cuanto vuelva de su viaje si le digo que el bebé ha muerto ¡Él quiere un heredero! ¡Hernán! ¡Yo cuidaré de él! ¡Algún día será el Rey de la monarquía y tú siempre estarás allí para verlo! Puedes estar con él en cada momento Hernán ¡Ni a ti ni a tu hija María les faltará nada! ¡Te lo prometo, Hernán! Por favor… dame a tu bebé…H
El enfrentamiento con Rodrigo y la decepción por la traición de Juan Carlos hace mella en las fortaleza de Emma quien siempre había sabido manejarse emocionalmente y controlarlo todo. Mas, ahora se sentía tan vulnerable con todo lo que estaba pasando a su alrededor que de pronto su cuerpo comenzaba a pasarle factura. Estaba exhausta y su sistema inmunológico estaba siendo atacado por una virosis inusual, fiebre, congestión y un dolor en el cuerpo que no la dejaba dormir aunado a esto, dificultad para respirar. Las cortinas de su habitación permanecían cerradas al igual que las ventanas para evitar que entrara alguna ventisca y empeorara su situación.Angustia en su pecho y tristeza en su corazón era realmente el diagnóstico que el médico detectaría si para aquella época se hablase de ansiedad y depresión. Anna se ocupaba de estar con ella, de acompañarla y cuidarla. Ahora que Hernán no estaba y que María había huido con el príncipe Hans, encontrar personas de confianza era una tare
—¿Le darías una oportunidad a este amor, Emma? —ella lo mira fijamente, puede ver en sus ojos que no miente.Siempre había sido rígida en sus decisiones, una vez que tomaba una decisión no cambiaba de parecer. Era analítica e incluso intransigente consigo misma, pero eso no le había llevado a la felicidad, ni siquiera el tener el poder y la fortuna que poseía. Era el momento de pensar en lo que sentía y no en lo que debía hacer.—¿Qué me ofreces a cambio? —pregunta en tono pícaro.—Te doy a cambio mi vida, los mejores años de ella. Aunque no esté tan joven como antes. —Nada de eso me importa, para mí siempre serás aquel joven del que me enamoré mientras iba a tu habitación para llevarte la ropa que usarías en alguna celebración y te veía cambiarte frente a mí. —¿En serio me deseabas desde ese momento? —pregunta algo sonrojado.—¡Sí! —contesta parcamente mientras rodea con sus brazos su cuello y sus labios se unen a los suyos.Aquel deseo que había entre ellos, era tan intenso