María, quien se encontraba caminando hacia el comedor con más jugo, al escuchar el anuncio del compromiso entre Hans y Anna siente sus manos como gelatina y deja caer el envase.Los presentes se giran hasta ella, y cuando los ojos claros de Hans encuentran los oscuros de María, ambos sienten la angustia arrolladora.—¡Lo lamento! —se disculpa María sintiendo el nudo en su garganta.Para cuando Hernán ve a su hija agacharse para recoger el desastre y nota las lágrimas en sus mejillas, se acerca a ella, y mirándola a los ojos le pide que se retire, que él se encargará de limpiar.María se va intentando no dejarse ver tan afectada, y cuando llega a la cocina, José se sorprende.—¡María! ¿Qué te sucede?—¡Tengo el corazón roto, José! ¡Si así es como se siente amar a alguien entonces no lo quiero! —exclama destrozada, mientras el chico la abraza.La noche anterior el príncipe Hans le había dejado claro que quería conocerla. Había soñado con el guapo príncipe como una chica de quince
La mañana siguiente después del desayuno, Cleotaldo se encuentra examinando los caballos que llevarán el carruaje real para un paseo entre Anna y Hans.Rodrigo ve desde el balcón cómo su primo ayuda a la pelinegra a subir al carruaje y su estómago se revuelve. Ninguno de los dos parece en desacuerdo con ese compromiso, y el castaño desearía que alguno de ellos hiciera algo que lo eche todo a perder. Se siente cada vez más débil al ni siquiera poder acercarse a Anna como el hermano que se supone que es para hablar con ella, pues sabe que sus palabras o sus acciones nunca podrán ser de hermandad.Su mirada se cruza con la de Anna quien ya va en marcha fuera del palacio. Ambos corazones retumban, pero es la pelinegra quien aparta la mirada y traga hondo el sentimiento. Se esfuerza por darle una sonrisa a Hans, y éste también.—¿Hace cuánto que no visitabas España? —cuestiona Anna, mientras cada uno ve por su lado de la ventana, distanciados.—Desde la muerte del Rey Eduardo VI… —resp
—¿Imaginas cómo pudo ser un hijo tuyo y mío? —cuestiona Juan Carlos entre los senos de su querida Emma, dejando besos cortos en ellos, dejándola mareada de encanto—. Sería el dueño del maldito mundo.—O dueña… —Emma sonríe y entonces acaricia el cabello del rey y hace que éste levante la mirada.La sonrisa que se dan hace que ambos se sientan realmente felices. A Emma le aterra en parte ésta idea, puesto que cada que tiene algo de felicidad el destino siempre se lo arrebata.El destino le ha demostrado que ella no es una mujer merecedora del verdadero amor ni de la felicidad absoluta, y eso lo sabe desde que era solo una niña.Juan Carlos ve la tristeza en sus ojos y entonces después de ayudarla a abrochar los botones de su vestido, se levanta del suelo para en el transcurso dejarle un beso en la frente.Emma ríe sintiéndose sonrojada cuando el rubio se sostiene de repente del escritorio para tomar aire.—Ya estoy viejo… —susurra en lamento.—No tanto como crees —le dice ella,
Juan Carlos decide viajar a Gales antes de llegar a Escocia. Como bien se lo comentó a Hans, debía estar junto a Madeline; pues a pesar de sus diferencias y su precaria relación matrimonial, ambos eran buenos amigos. Tampoco podía olvidarse que Madeline se ocupó no sólo de cuidar de su padre durante su enfermedad, sino que estuvo con él hasta el momento de su muerte en Inglaterra.El rey Juan Carlos es recibido por el capitán Finn, su mano derecha, quien no ha abandonado ni un segundo a la reina Madeline.—¡Bienvenido su majestad! —se para firme y coloca la mano en la visera de su sombrero, haciendo la reverencia respectiva como miembro del ejército que es ante el rey.—¿Dónde se encuentra mi esposa? —pregunta visiblemente entristecido por el inesperado evento.—Se encuentra en su habitación, su majestad. —le responde. Juan Carlos se dirige a la habitación de la reina escoltado por el capitán. Toca la puerta, entra al escuchar la aprobación de su esposa, pero se sorprende al ver
En el palacio real, tanto la reina como Anna se preparan para la celebración de aquel matrimonio que bajo acuerdo se efectuará entre la pelinegra y el príncipe Hans.A diferencia de Elisa, Anna pasa los días de su gravidez sin grandes molestias, excepto por la tristeza que lleva en su corazón por haberle mentido a Rodrigo sobre su paternidad.—Creo que deberías soltar un poco la falda, Martina —comenta la reina.— recuerda que no debe notarse el embarazo. Aunque hice lo posible por adelantar la fecha de la boda fue imposible. Detesto los trámites burocráticos —espeta.—Como usted diga, reina. —responde Martina a las órdenes expresa de Emma.—No es necesario madre, faltan pocas semanas. Además creo que el modelo es perfecto para ello. —Anna se refiere a que el vuelo de la falda inicia justo debajo de su pecho disimulando a la perfección cualquier abultamiento en su vientre.—¡Estoy de acuerdo contigo, hija! Sólo deseo evitar que alguien noté el embarazo y comiencen a rumorearse cosas so
Dentro del palacio español se había hecho un bucle de acontecimientos en las últimas semanas. Elisa, con los síntomas de su embarazo ya notorio y la depresión profunda por no poder estar con el hombre que ama; saber que criar a su hijo con alguien que no es su verdadero padre la hace sentir muy culpable, porque esto no es lo que le han enseñado los Moguer, así no es como fue criada.Por otro lado, Martina quien ha estado teniendo muchas ansias y antojos extraños, se ha estado escapando todas las noches a la cocina para conversar con José, para que al final, el chico encantado por la simpleza hermosa de la chica, se ponga manos a la obra con cualquier platillo que ella le ordene.Emma, emocionada por los preparativos de la boda, no abandona a su hija si no es para ir a dormir o darle algo de privacidad cuando ella parece muy deprimida.El sufrimiento de Anna ha crecido con los días y aunque quiere dejar de sentir eso por el bien de su bebé, le es imposible. Tener a Rodrigo bajo el m
La luz se filtra por las ventanas del palacio despertando a algunos desdichados y a algunos entusiasmados. Pues el día de la boda entre el príncipe Hans y la princesa Anna ha llegado.¡Dos príncipes de monarquías millonarias y muy poderosas harán historia!Daniel, el organizador de bodas, sonríe al ver a la diseñadora Eloisa llegar detrás de su carruaje. Ambos se saludan y los guardias les dan entrada al palacio, en dónde una Emma sonriente desayuna junto a unos invitados de gran relevancia; como los Duques de Dinamarca que han llegado ayer a tardes horas, al igual que los embajadores de Japón, Francia -aunque por mera obligación-, y el embajador Alemán.—¡Todo debe ser perfecto! —exclama Emma, aunque en el fondo preocupada por la evidente tristeza de Anna quien también desayuna, sin ganas, justo a su lado.Anna está cansada, de saludar, de sonreír y fingir que hoy es el mejor día de su vida.—¿Puedo ir a prepararme ya? No tengo apetito —dice la pelinegra hacia Eloisa.—¡Por sup
El cochero y el capitán Finn bajan del carruaje en medio del camino para darle privacidad a los amantes para que puedan vestirse y prepararse, pues en unas horas llegarán al puerto español.Hans y María se ven a los ojos mientras se ayudan a cambiar entre sí y no pueden creer que realmente estén huyendo.Flashback.Hans se encontraba bastante inquieto y angustiado por todo el peso que caía sobre sus hombros.¿Debía traicionar por amor o morir por lealtad?Sabía que la vida con Anna no iba a estar llena de amor y que eso lo mataría lentamente, pues habiéndose casado con ella jamás podría volver a tocar a María. No. Él no podría hacerle eso a ninguna de las dos. No era justo.Así que tras llorar por la frustración, y ver a su amada a los ojos, pensó en sus padres, y encontró el valor.—Mi dulce María… —Puso las manos de ésta sobre su rostro, sintiendo su calidez—. ¿Recuerdas cuando te dije que las personas desdichadas tendrían su recompensa por haber sufrido tanto? —María asintió