Capítulo 2 - Sospechosas

Acudí a la audiencia de interrogación con mi abogado. Rigoberto era un viejo zorro y no podía venir con un novato. De hecho, él fue quien logró meter al asesino de mi madre y hermano a la cárcel. Ese hombre que arruinó nuestras vidas por ir borracho. Y no solo la nuestra. Aún tenía grabada la imagen de ese hombre, lleno de dolor. Aunque si lo veo en la calle no lo reconocería. Solo lo vi que era alto, vestido de militar, con su gorro y gafas oscuras, sufriendo por la pérdida de su esposa e hijos, quienes también fueron arrollados por el borracho ese.

Un tercer auto también fue enviado al precipicio y eran una pareja de la tercera edad. Fue un amargo momento.

—Salomé. Todo salió bien.

—¿Eso crees? —acababa de testificar.

—Señora Salomé Carvajal de Agudelo —Al menos me dejarán de decir Agudelo. Como lo detesto—. No puede salir del país, debe estar presta a las siguientes indagatorias para esclarecer la muerte de su esposo.

—¿La dejará ir, señor agente? —Lo que faltaba, mi flamante suegra—. No ve que no ha llorado la muerte de mi hijo. Es una arpía, solo deseaba el dinero de mi hijo. —El agente sonó la palma de la mano contra el escritorio para llamar la atención de todos.

—No estamos en un juzgado. Por ahora solo es indagación, así como usted también lo hará. —Me miró el agente—. Señora Salomé. No salga del país.

—No lo haré.

Ya de camino al parqueadero donde mi padre esperaba con Ramón, su fiel chofer. Bajó del auto.

—Rigoberto.

—No puede salir del país hasta aclarar lo ocurrido. Sin embargo, Salomé. Contrata personal de vigilancia y un guardaespaldas.

—No veo por qué.

—Tu esposo fue encarcelado por ser un presunto narcotraficante, era un senador de la república y sus negocios no eran todos muy lícitos. Ahora eres la heredera de todos sus negocios y no solo te dejó dinero, también te dejó enemigos.  

—Espero te escuche a ti. Porque a mí, como su padre, me ignoró por completo.

—Ya dije que lo pensaría.

  

     

……***……

Al llegar a Bogotá tomé otro taxi y me dirigí al apartamento… —A este lugar solo había venido esporádicamente, no suelo quedarme aquí, no por mucho tiempo, los recuerdos de mi familia siguen golpeando.

Encendí las noticias del mediodía, pedí almuerzo porque no tenía nada en la nevera, al mirar a un lado estaban la foto de mis dos hijos con su hermosa madre… Y los dos regalos aún permanecían envueltos.

Tomé el portátil y me puse a mirar todos los videos que tenía de la operación pasada cuando los capturamos. Una llamada que realizó Orlando Agudelo me llamó la atención. Repetí el audio.

«La información la tengo segura. Eliminé todo rastro de nuestro encuentro… Estoy muy seguro y mis amigos iguales… Por qué nadie las conoce, son lo más parcas y aburridas… En mi caso solo me dio estatus por las empresas del patriarca… un hombre respetable como suegro ayuda mucho en este mundo. Y ella custodia la información y cree que no lo sé».

¿Ella? ¿Se refiere a su esposa? No la conozco más que en las pocas fotos en el internet de su boda y uno que otro evento importante de la política o de sus empresas. Y han sido muy pocas.  

Al día siguiente a las siete menos cuarto nos encontrábamos sentados en la sala de juntas de la agencia. Me saludé con mi equipo. Éramos más; cada uno tenía a su cargo un departamento. También éramos los socios de una empresa de seguridad y la vinculamos a esta agencia, así podemos tener una buena coartada.

—Señores, no me disculpo por hacerlos regresar. Pero dado a los acontecimientos y por ser ustedes quienes recopilaron las pruebas para ponerlos detrás de las rejas, ahora se encargarán de Operación Aroma.

—¿Operación Aroma? —Los cuatro hablamos.

El mayor encendió el proyector y vimos el rostro de cuatro mujeres.

—Son las esposas de los senadores asesinados. En las carpetas… —Un soldado nos entregó la información y puso a un lado cuatro carpetas—. Tienen toda la información. Iniciamos un protocolo para presionarlas a que deban buscar seguridad de la policía, sin embargo, y como lo creemos, no aceptarán y terminarán buscando a otros agentes y ahí estarán ustedes. Con inteligencias lograremos que los contraten como sus guardaespaldas.

—¿Vamos a cuidar mujeres? —Yasar alzó una de sus cejas. El moreno suspiró. 

—Cuando cuidé al esposo de unas de ellas, escuché que se refirió a su esposa como un ser mojigato. —intervino Jabir. El castaño no era amante a hacer trabajos de guardaespaldas—. No le veo el sentido a cuidarlas.

—Escuchen. Ustedes estuvieron con sus esposos por ocho meses ejecutando labor de inteligencia y en ocasiones los defendieron de quienes querían hacerles daño. Ahora esas señoras son las principales sospechosas y no vamos a hacer nada porque deben de tener la información que necesitamos para saber con quienes sus maridos hacían negocios.

» Necesitamos desmantelar la estructura del narcotráfico. Hay mucha podredumbre; Militares, generales de todas las dependencias, congresistas y hasta un par de presidentes podrían estar involucrados.

» Los mandaron a callar, de eso no queda la menor duda. Ya iban a hablar, pero el mismo día de la visita conyugal mueren… Los cuatro, casi que al mismo tiempo. Y en esta ocasión fueron visitados por sus esposas, no las prostitutas. Uno murió en Bogotá, el otro en Medellín, Cali y el último en Santa Marta. ¿Les parece casual?

—No. —contesté.

—Ellas saben, y son las sospechosas del envenenamiento que sufrieron sus maridos. ¿Por qué? —Volví a mirar el rostro de las mujeres. No parecían malas.       

  —En todo caso no me pongan a cuidar a la gordita. —Gamal se quedó mirando a Jabir por su mal comentario—. Si en una emboscada la hieren, ¿sabes lo que es cargar a una mujer con sobrepeso?

—Capitán Yaro, usted vuelve a ser el líder de esta operación.

—Siendo así. —sonreí con malicia—. Jabir vigilarás a la gordita, la cual se llama; Onely Ospina.

Me sacó el dedo del medio como acto de grosería y todos nos reímos. No hemos visto sus expedientes. Miré los cuatro rostros en la pared. Conozco a mi equipo, no perdonan si encuentran a una mujer de su agrado, así que usaré eso para que no mezclen el sexo con el trabajo.     

» Gamal cuidarás a Lía Luz Trujillo. —afirmó.

—A mí me toca cuidar a Amira Beltrán. —afirmé una sola vez ante el comentario de Yasar.

—Bueno, capitanes. Fueron escogidos una vez más para esta operación. Las estrategias estarán a cargo del capitán Yaro.

—¿Y tú te quedaste con la única bonita? —Miré a Jabir.

—Gamal, ¿podrías explicarle la razón por la cual lo hice?

—Ya lo sé. —respondió él—. Nos acabas de decir estrictamente que no mezclaremos placer con el trabajo.

—Y por eso el capitán Yaro comandará esta misión. —intervino el mayor, tomé las carpetas y se las entregué a cada uno, iban con el nombre de su objetivo a cuidar—. Las mujeres desde que se casaron se volvieron muy buenas amigas. Por ahora solo hagan reconocimientos de campo de cada una. Nosotros haremos que tengan miedo para que busquen protección personalizada y llegarán a su agencia de seguridad.

—¿En cuánto tiempo?

—Esperamos que solo sea cuestión de días, máximo una semana. Los poderosos están presionando para sacar la verdad, estamos una guerra de poderes. Los buenos queremos que los autores de tantas masacres, asesinatos salga a la luz. Mientras esperan, serán sus sombras.

—Son sospechosas por haber ido a visitar a sus maridos el mismo día y mueren los cuatro envenenados. ¿Oh son culpables? —Yasar intervino.

—No lo sabemos —respondió el mayor.

—Puede ser una trampa para inculparlas. Los famosos chivos expiatorios. Ellas deben de saber algo de sus esposos. No creo que sean tan inocentes. —comenté.

No quise hablar de lo que descubrí en el audio, puede que se refirieran a otra persona.

—Capitanes, estamos en cero de nuevo. No tenemos las declaraciones de los presuntos narcotraficantes, solo las pruebas entregadas por ustedes de que eran narcos y de los negocios clandestinos, más la evasión de impuestos. Pero los contactos, los aliados políticos, los militares que están enlodados no lo sabemos.

» Ustedes fueron escogidos por ser leales a sus uniformes. Y en las diferentes misiones desde hace diez años que nos conocemos me ha demostrado que puedo confiar en ustedes. GEACC fue creada hace siete años y ha dado resultado al ministerio de justicia. Cada uno es capitán en su especialidad. Pero todos son de inteligencia, son mis soldados, mi equipo.

—¡Sí, señor! —respondimos con orgullo.  

—¿Tenemos recursos ilimitados? —pregunté.

—Como siempre. Buena distribución capitán Yaro.

—No lo alabe mayor, es un aburrido que le quita toda la inspiración del trabajo.

—Si fueras a cuidar a Salomé Carvajal… —Ella era mi objetivo—. Pasarías con tu miembro elevado todo el tiempo.

—Y por eso me mandas a cuidar y ser el perro faldero de la gorda. Se te agradece.

Volvimos a reír. Era un pesado, sin embargo, un fiel y correcto amigo, aparte del mejor piloto de Colombia.

El mayor se fue. Nos quedamos en silencio mirando y analizando nuestras misiones personales. Al abrir la carpeta vi la hoja de vida de Salomé Carvajal; hija de un empresario muy reconocido y multimillonario bogotano. Se casó una vez terminó su carrera de administración de empresas. La cual no ejercía por ser una esposa y ama de casa de uno de los empresarios más exitosos de Colombia, el cual resultó ser narcotraficante.

No podía negar que era una belleza. A sus casi veintiséis años, se veía que la vida la había tratado como una princesa de porcelana. Era trigueña, de cabello castaño medio, ojos cafés claro tirando a miel, mide un metro con sesenta y ocho. Despilfarradora de dinero, ya que solo suele frecuentar almacenes de marcas exclusivas. Su matrimonio duró tres años y ahora era viuda.

Miré las fotos de sus familiares. Solo le quedaba su padre; su madre y hermano murieron en un accidente automovilístico… cerré de manera abrupta la carpeta, al levantarme de la mesa mis compañeros me miraron.

—Lozano, ¿todo bien?

—Salomé perdió a su madre y hermano en el mismo accidente donde mi esposa murió con mis dos hijos. Hace más de siete años… —Aquel día murieron siete personas en total. Aquella tarde, un loco borracho se llevó a tres autos que venían de la Mesa.  

—No es tu gusto de mujer, porque detestas a las mujeres elitistas. Pero mira que tienen algo en común.

Gamal se encogió de hombros. No iba a tomar su cuidado, no quería empatía con nadie.

—Cambiemos. —Le dije a Gamal.

—No. Esa mujer es preciosa y le pararía el miembro a cualquiera, menos al impenetrable muro de concreto, forjado con miles varas de hierro. No hermano, algo de empatía y humanidad no te hará daño.

—Tienes razón, capitán Acevedo. —Le dijo Jabir—. Viendo los toros desde esa barrera, me quedaré gustoso con la mujer de medidas proporcionadas. Si con ello, el hombre de acero se humaniza un poco.

—¡Hablan como si fuera una pila de m****a!

—No nos referiremos a eso, Yaro. —miré a Yasar—. Es que desde la muerte de Fabiola te cerraste, le diste la espalda a la empatía, al amor. Nosotros tenemos tales privilegios de afecto de tu parte, porque somos tus amigos desde antes. Tú sigues vivo hermano, pero tu alma y corazón murieron junto con tu familia. Así que no cuentes con el cambio de objetivo. Por cosas de la vida tú pusiste los ojos en la mira a la bonita. Lo hiciste sin saber su historia. No tienes de otra que cuidar, proteger y convertirte en la sombra de la preciosa mujer llamada, Salomé Carvajal.

    

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