El frio de la acera bajo mi piel me hizo despertar sobresaltada. Mi cabello estaba todo enredado y mi cuerpo magullado, con rasguños que no recordaba tener. Tenía un dolor de cabeza intenso que no me permitía pensar.
Abrí los ojos lentamente para acostumbrarme a la luz. Miré a mi alrededor, buscando algo conocido, sin hallar nada. En esa calle había dos pastelerías, un estudio, una escuela, podía observar con atención. Pero nada me resultaba familiar, mi cerebro estaba apagado enteramente. La gente estaba transitando por la calle rápidamente.
—¿Qué le sucede señorita? —preguntó una voz a mi espalda.
Allí de pie a mi lado, un hombre con uniforme azul estaba mirándome con seriedad. No sabía que era lo que pretendía de mí, por lo cual me quedé en silencio.
—Permítame su identificación. —ordenó, en un tono severo.
Yo no tenía ni la menor idea de lo que estaba diciéndome. Negué con la cabeza para mostrarle que no contaba con identificación.
—¿Cuál es su nombre? —volvió a preguntar, con cada vez menos paciencia.
Ni siquiera podía recordar mi nombre y eso me aterró demasiado, salí corriendo con la mayor de las fuerzas que pude obtener de mis pies maltratados. No llegué muy lejos, cayendo a mitad de cuadra por causa de una grieta en la calle. Miré el cartel que decía el nombre de esa manzana y me pareció peculiar, se llamaba la calle de los siete vientos.
Era un nombre extraño, el número siete generaba en mí una inquietud y al pensar en eso los escalofríos invadieron mi cuerpo.
—Es la policía. ¿Estás loca? —preguntó una chica, que estaba sentada leyendo un libro en la tapia de una de las casas.
Volteé a ver si el hombre me seguía y estaba en lo correcto, el tipo de uniforme azul venía con una mujer igualmente vestida. La mujer se abalanzó sobre mí y me colocó unas esposas en las muñecas.
—Iremos a una comisaría. —dijo la mujer, mirando a su compañero con preocupación. —Puede ser una víctima de un crimen que está en shock. Debemos escoltarla para encontrar a sus familiares. —comenzó a hablar por un teléfono o algo así, que no pude ver muy bien. —Aquí en la calle siete vientos, si, vamos a llevar a una mujer de aproximadamente entre veinte y treinta años a la comisaria más cercana. La mujer presenta un cuadro de shock, no posee identificación y se observa lastimada. Buscaremos hallar a su familia lo antes posible.
Familia, siete, esas dos palabras que ella dijo resonaron dentro de mi cabeza y una imagen regresó a mí. Era una loba de color marrón claro, luchando contra otros, demasiados como para poder ganar. Otra joven, que me agarraba del brazo para intentar escapar. Hasta allí llegaba el recuerdo, no duraba demasiado, no más que una imagen. Pero algo se veía con claridad, la sangre manchaba esa sala por todas partes.
—Levántese, señorita. —empezó a decir el hombre uniformado.
Obedecí, porque no quería tener más problemas. Me dolía todo el cuerpo y apenas si podía caminar después de esa caída. Entré al auto sin protestar, observando todo lo que me rodeaba con suma atención.
No sabía porque, pero las cosas me resultaban ajenas, como si nunca hubiera estado en este mundo. Todo se veía más viejo, más usado, como si no brillara. Temía que me hicieran daño a donde quiera que me estuvieran llevando.
Llegamos a un edificio de dos pisos donde me obligaron a bajar, sin soltarme de las esposas. Una vez dentro, la mujer me liberó y me tendió una taza humeante.
—Es café, tranquila. Puedes beberlo. —dijo con voz más amable. —Lo siento por traerte esposada, pero las victimas pueden llegar a huir corriendo sin mirar a donde y ser atropelladas. Eso pasa muy seguido y no queríamos arriesgarnos.
Los dos uniformados se quedaron ahí, observándome. Tomé la taza entre mis manos y bebí. Era un sabor agradable y endulzado, algo que me hizo sentir mejor. Cerré los ojos mientras me tranquilizaba y mi corazón latía con más lentitud.
—Gracias. —dije con dificultad, mi cabeza me dolía mucho todavía.
Me sirvieron tres tazas más de café hasta que pude seguir hablando. No tenía respuestas para ellos, ni identificación ni nombre alguno. Dijeron que averiguarían en los sistemas, pero cuando regresaron de su investigación tampoco trajeron respuestas.
—Deberá ir a un registro entonces. —oí decir al otro hombre. —Debe tener ayuda, se la ve malherida. Hay que derivarla a un hospital y a un centro de reubicación.
Los días posteriores eran tan confusos, la amabilidad de esas personas me llevó con el sitio al que llamaban hospital, donde atendieron mis heridas y me dieron medicamentos. Yo no poseía nada de lo que ellos llamaban como dinero.
Una vez me dieron el alta médica me hallé en la calle nuevamente, sin un centavo para comprar comida. Miré al cielo mientras el estómago me rugía. Iba caminando concentrada tratando de buscar una solución cuando tropecé y fui a parar al suelo.
Alguien me había chocado, otro que caminaba a mucha prisa. Solté un lamento mientras frotaba mis rodillas magulladas.
El hombre retrocedió y me tendió la mano.
—Cuanto lo siento. ¿Estás bien? —preguntó, con la voz tranquila.
Al mirarlo quedé sorprendida, nunca había visto a nadie tan atractivo. Su rostro era perfecto en su totalidad. Su forma de caminar era imponente, como si se tratara de una deidad. Me hacía bien verlo, a pesar de no conocerlo en absoluto.
—Supongo, no sé quién soy. —dije sonriendo, estaba sonrojándome.
—Es una duda que todos tenemos. —contestó él, tenía un buen sentido del humor.
—Te has lastimado, perdóname, no vi por donde iba. Dime, ¿Puedo llevarte a algún lado? Estoy en mi automóvil.
Al oírlo decir eso mi mundo se conmocionó, estaba temblando de pies a cabeza de solo platicar. Era tan guapo y me dejaba la mente en blanco. Como si se tratara de una broma de mal gusto, mi estomago rugió, provocándome una vergüenza terrible.
—Entonces te llevo a comer algo, guapa. —dijo sonriente, la situación lo había divertido mucho.
Miré de reojo el vehículo estacionado, un auto lujoso que me resultó vagamente familiar. Tenía un presentimiento que no podía encasillar en bueno o malo. El hambre era lo más fuerte, me subí al auto sin pensarlo más. De todas formas, no tenía nada para perder.
El extraño me abrió la puerta con educación y me invitó a sentarme. Obedecí, con mis brazos cruzados para tapar las manchas de mi ropa. Me veía tan andrajosa entre ese lujo que me avergoncé. Mi vida era una locura y ni siquiera tenía idea de que había hecho antes de despertar en esa calle. Solo esa visión, ese recuerdo que se hacía presente y luego, se esfumaba.—¿Puedes decirme tu nombre ahora? —preguntó él, estaba concentrado en conducir el auto.—No lo sé, es la verdad. —respondí, con suma timidez. Yo no quería pasar por loca, pero no sabía mentir.Me observó con confusión, tratando de adivinar a lo que me refería. No había caso, mi pasado era tan incierto. Quería tener un nombre, lo inventaría yo misma si fuera necesario.—Mi nombre es Alyssa. —dije, era el nombre que más me resonaba. —Me gusta como suena.—También a mí, yo me llamo Seth. —dijo, con una voz imponente. —Iremos a comer algo a un restaurante que conozco, te lo debo.Sonreí, era tan cordial conmigo. Su forma de ser er
Aquellas palabras que pronunció Seth me paralizaron del miedo. Claro que yo escuché muchas veces sobre ellos, los cazadores que se dedicaban a robar pelajes, asesinando sin piedad. Para los lobos era un peligro del cual había que tener cuidado. Los fragmentos de información volvían a mi mente, comenzaba a conectar todos esos datos que creí olvidados. Como una película que iba tomando forma poco a poco.La moneda, al parecer no funcionó con totalidad en mí. Eso era extraño, según las tradiciones no tenía vuelta atrás. Pero ahora, ninguna de las cosas parecía tener sentido alguno.—No temas, no te cazaré a ti. —dijo, con su mano rodeando mis caderas. —Tu no eres mi objetivo.En ese momento, me pareció ver sangre corriendo por su boca, como si estuviera mintiéndome y aquella visión quisiera advertirme. Salir corriendo no tendría caso, yo no tenía donde ir, era rechazada por mi propia familia. Me matarían por intentar volver y en el mundo de los humanos, tampoco estaría a salvo.—Yo soy u
—Lysa… —empezó a decir él, mientras me recostaba en mi cama.Habíamos hecho algo increíble, tenía un talento descomunal para hacerme sentir placer. El era el hombre más atractivo y fuerte que hubiera visto en mi vida. El fundirnos el uno con el otro fue el acto más emocionante. Perdí mi virginidad con él y no me arrepentiría nunca, porque su fuerza era inconmensurable y su tamaño igualmente sorprendente.—Te amo. —dijo él, por fin, con los ojos brillantes mirándome.¿Cómo podía ser que me amara a pesar de que solo nos conocíamos hacía tan poco tiempo? No me importaba, mi corazón se sentía atado al suyo por alguna extraña razón, era como si nos conociéramos de toda la vida. Entrelacé su mano con la mía.—¿Puedes decirme algo? Recuerda contestar con la verdad. —le dije, todavía no me había colocado nada de ropa.—Quizás pueda, Lysa, pero no olvides que acabamos de conocernos. Te amo, lo sé más que nada, pero también es difícil confiar en ti.—¿En mí? —esa afirmación me ofendió bastante.
¿Sería acaso posible que este hombre me amara en verdad? Había pasado tan poquito tiempo que me mostré escéptica ante ello. Seth me cargó entre sus brazos luego de casi ser atropellada y lastimada en la calle. Mi hermano también pudo matarme si hubiera tenido unos minutos extras.—¿Por qué lo has hecho? —pregunté, con los ojos llorosos, temblando por el impacto del shock.—Ya te lo dije, Lysa, yo te amaré siempre. Eres la mujer de mi vida. —Seth entrecerró los ojos de un modo tan tierno. —Se que es difícil de entender. Pero es mi verdad, tu conoces sobre los rangos y jerarquías de lobos, más no sabes nada sobre nosotros los cazadores.Esto fue lo último que dijo antes de llevarme hacia el interior de su casona nuevamente, donde estaría a salvo de mi hermano. A pesar de tener la vista cansada pude percatarme de que, este lugar había cambiado bastante. Los hombres en la entrada portaban armas de gran calibre, con la que protegían la puerta con fervor. Las miradas asesinas poseían una fu
—¿Lysa? —preguntó uno de los omegas que había visto, no era el mismo del cuarto, el que se hizo dorado. Sino que era otro de ellos, su nombre era Kalte, si mal no recordaba. En su forma humana, era alto y delgado, de nariz prominente y mejillas delgadas.Aunque no tenía ánimos de hablar con nadie, traté de sonreír. No quería tener enemigos, después de todo era una locura seguir creyendo que era una protegida. Tenía que cuidar mis propias espaldas, en especial después del ataque de mi hermano. Algo andaba mal, ese lobo había cambiado de forma y aunque no supiera si era peligroso, mi instinto me decía que las cosas no eran buenas ni normales.—Veo que estás un poco asustada. Se lo que pasó con tu hermano. —dijo él, invitándome a sentarme en la silla de ese pasillo. Era un juego de living para tomar té.Kalte hizo una seña a una de las personas que pasaba y le pidió que trajera té para ambos. Me sentí bien de beber algo cálido después del ajetreado día que había tenido. Parecía que las e
No podía creer que las causas de nuestro sufrimiento se debieran a un cruel experimento. Lo peor es que era solo una obra de un manipulador que estuviera dispuesto a sacrificar a alguien de su propia familia. Quería llorar, gritar, arrojar objetos al aire por la ira, lo que estaba leyendo era terrible. Mi vida había sido así de complicada y sufrida, porque alguien más así lo había querido. Yo tenía tantos padecimientos como loba, era tan enfermiza… Pensé por tanto tiempo que era un problema mío.—Entiende poco a poco, que las cosas que ven tus ojos son tan reales como tu las quieras creer. —dijo Kalte, con los ojos fijos en mí.—Es una mala broma, una tragedia. —dije, sollozando. No pude evitar que las lágrimas se me escaparan.—Los lobos son seres inteligentes, demasiado. Nada es al azar en este mundo, por ello se encargan de mantener sus jerarquías intactas. —dijo Kalte, con paciencia.Ahora todo tenía un sentido para mí, cuando por tanto tiempo pensé que mi vida fue tan mala por mí
Miré a esos bellos cachorros maravillada, el corazón me latía rápido por la alegría. Sentí una conexión apenas los vi, eran cuatro cachorros pequeños, debían ser casi recién nacidos, amontonados para resguardarse del frío. Uno de ellos era color negro azabache, otro color marrón claro y los otros dos de un rojo pardo. Eran hermosos, cargué en mis brazos al de color negro lo acuné. Me miraba con los ojos brillantes.—¿De donde han salido estos cachorros? —preguntó Seth, estaba interrogando a los que estaban afuera.Uno de los hombres respondió, estaba encogiéndose de hombros.—No tengo la menor idea, Seth. Estoy tan sorprendido como ustedes… No los vi, nadie se acercó. El que lo hizo, ha de tener una gran velocidad. —respondió, tartamudeando.—Un lobo. —dijo Seth, mirando los cachorros con desconfianza. —¿Por qué abandonaría a sus hijos?—No lo sé, pero no creo que sea buena idea conservarlos. Puede que sea una trampa, hay que llevarlos lejos. —dijo el hombre, si mal no recuerdo se lla
Seth había aceptado la crianza de esos pequeños, realmente estaba sorprendida. Mi felicidad era muy grande. Hasta el último minuto pensé que no lo haría, después de todo el era un cazador y adoptar cachorros de lobo no era lo más adecuado. Los días pasaban y él cada vez parecía más encariñado con los pequeños. Era un buen padre, yo lo sabía. Su sed de venganza nunca opacaría su amor por mí. Estábamos destinados a estar juntos.Pero algo dentro de mí hizo me decía que tenían que estar conmigo.Una visión llegó a mí, otra vez la voz de mi bella madre. Me decía que me extrañaba, que se hallaba esperándome.Dolor, el hecho de que su voz estuviera en el aire me hacía sentir una terrible nostalgia.Suspiré con tristeza, yo sabía que no volvería a verla. Era tan difícil tener que elegir entre mi madre y hermana, y el amor de mi vida. Caminé con mis cachorros por la mansión, buscando un poco de tranquilidad. No era bueno que me estresara de esa manera. Seth continuaba con su plan, fortalecie