La noche caía sobre el palacio de Zarathia, envolviendo los majestuosos salones y corredores en un manto de sombras. En un rincón oscuro del ala este, donde los sirvientes y guardias solían reunirse para escapar de las tensiones de la corte, Cassian estaba sentado, con una jarra de vino en la mano y los ojos cargados de emociones. Había bebido más de lo que acostumbraba, y su lengua, aunque normalmente reservada, comenzaba a soltarse.
A su alrededor, un grupo de guardias y sirvientes lo escuchaban en silencio. Cassian era conocido por ser el hombre más leal a la princesa Verónica, y verlo en ese estado era algo inusual.
“Dime, Eryas,” dijo Cassian, dirigiéndose a uno de los guardias, “¿alguna vez has amado algo que sabes que nunca será tuyo? Algo que te consume, que te destroza, pero que no puedes dejar ir.”
Eryas, un hombre mayor con cicatrices en el rostro, frunci&oac
El palacio de Zarathia estaba envuelto en un aire de incertidumbre. Las noticias del embarazo de Verónica habían sacudido los cimientos de la corte, y aunque todos pretendían felicitarla, las miradas eran más de sospecha que de alegría. En los aposentos privados de Kaelion, la tensión era palpable.Verónica sabía que tenía que actuar rápidamente. No podía permitir que las dudas de Kaelion se convirtieran en certezas. Se había preparado para este momento, ensayando cada palabra en su mente, cada gesto que podría convencer a Kaelion de que su hijo era, de hecho, suyo.Esa tarde, cuando la luz del sol se filtraba a través de las ventanas del gran salón, Verónica se acercó a Kaelion, quien estaba sentado en un sillón, con la mirada perdida en el vacío. Sus manos temblaban ligeramente mientras sostenía un vaso de vino, pero su mente estaba lejos de la bebida.“Kaelion,” comenzó Verónica, con una voz suave y casi suplicante, “necesitamos hablar.”Kaelion levantó la vista, sus ojos oscuros r
Mientras Yasira hablaba, su mente maquinaba. Sabía que había logrado plantar la duda en Kaelion, y eso era suficiente. Si el ritual no funcionaba como esperaba, podría usarlo en su contra. La caída de Verónica estaba cada vez más cerca, y Yasira no podía permitirse perder esta oportunidad.“Debemos buscar un objeto más poderoso,” sugirió Yasira, sus ojos brillando con ambición. “Algo que esté verdaderamente conectado al linaje de la realeza. Solo así podremos asegurar la verdad.”Kaelion, atrapado en su confusión, asintió. “¿Y dónde encontramos eso?”“En la cámara de los ancestros,” respondió Yasira. “Allí se guardan los objetos más sagrados de la familia real. Si logramos obtener uno, el ritual se completará.”Kaelion sintió un escalofrío recorrer su espalda. La cámara de los ancestros estaba prohibida para muchos, pero su necesidad de la verdad lo impulsó a seguir a Yasira.Cuando llegaron a la cámara de los ancestros, el aire estaba cargado de h
“Kaelion, escúchame,” dijo, su voz temblando. “No puedes dejar que Yasira te manipule. Ella es la verdadera amenaza aquí.”Kaelion se volvió hacia Verónica, su expresión dura. “¿Y tú qué? ¿Te crees la víctima después de lo que acabas de hacer? Esto no es solo un juego, Verónica. Hay vidas en juego, y no permitiré que uses tu poder para hacer daño.”Verónica sintió que las lágrimas comenzaban a asomarse a sus ojos, pero se negó a dejarlas caer. “No entiendes. Ella quiere destruir a nuestro hijo. Quiere que nunca llegue al trono.”“¿Y tú crees que golpearla y humillarla te hará más fuerte?” replicó Kaelion, su voz llena de decepción. “No puedes resolver todo con violencia. Esto solo te hará perder más.”Yasira, aún en el suelo, levantó la vista, su rostro manchado de sangre. “Kaelion,” dijo, su voz débil pero clara. “No te dejes llevar por las emociones. Verónica está desesperada, y eso la está cegando. No puedes permitir que el miedo dicte tus acciones.”
En ese momento, Cassian llegó a los aposentos de Verónica, preocupado y nervioso. “¿Qué está sucediendo aquí?” preguntó, mirando a su alrededor con ansiedad. La tensión en el aire era palpable, y su corazón se aceleró al ver a Verónica en el suelo, pálida y temblando.“¡Cassian!” gritó Verónica, extendiendo la mano hacia él. “¡Ayúdame! ¡Estoy perdiendo a mi hijo!”Cassian se acercó rápidamente, su rostro lleno de preocupación. “¿Qué ha pasado? ¿Por qué no la están atendiendo?” preguntó, su voz temblando.“Ella se niega a dejar que la atienda Elias,” explicó Kaelion, sintiéndose frustrado. “Necesitamos que se calme.”“¡No puedo calmarme! ¡No puedo perder a mi hijo!” exclamó Verónica, su voz llena de desesperación. “¡Quiero a Lord Alaric!”Cassian miró a Kaelion, y luego a Verónica. “Verónica, necesitas escuchar. No puedes seguir así. Si no te dejas ayudar, podrías perderlo todo,” dijo, su voz suave pero firme.“¡No! ¡No puedo
Cassian sintió que su corazón se rompía aún más. “No, no lo sé. Pero estoy aquí para apoyarte, para ayudarte a superar esto,” respondió, su voz llena de desesperación. “No puedes dejar que la culpa te consuma. Tienes que luchar.”Mientras tanto, el médico seguía intentando calmar la situación. “Verónica, debes entender que la negación solo te hará más daño. La única responsable de esta tragedia eres tú misma. Si hubieras permitido que te atendieran a tiempo, quizás el resultado hubiera sido diferente,” dijo Lord Alaric, su voz firme pero compasiva.“¡Cállate! ¡No quiero oírte!” gritó Verónica, su cuerpo temblando de rabia. “No puedo creer que estés diciendo esto. ¡Es todo culpa de Yasira!”Kaelion sintió cómo la frustración lo invadía. “¡Verónica, basta! No puedes seguir así. Esto no es solo un juego. La vida de nuestro hijo estaba en juego, y tú decidiste no permitir que te ayudaran. Eso es un hecho,” dijo, su voz llena de dolor.Verónica, sintiendo que
La lucha por la marca Gobles.En el Monasterio de priato de santa marta, la marca Gobles, en área fronteriza entre Escocia e Irlanda del Norte, la pequeña Estacia tenía paredes y suelo de piedra y un tejado ondulado. Una humedad fría lo colaba todo, proporcionando un brillo desagradable a la luz de la única lámpara.La habitación parecía congelada en el tiempo, como si hubiera sido abandonada hace décadas, con polvo acumulado en cada rincón y telarañas colgando del techo. Sin embargo, en aquella noche sombría, el ambiente estaba cargado de tensión y miedo, como si el lugar hubiera cobrado vida repentinamente. Dos mujeres, con el rostro pálido y los ojos llenos de temor, se aferraban a sus abrigos en un intento desesperado por mantener el calor, mientras una gata negra se acurrucaba a sus pies, también temblando.La puerta, reforzada con una antigua tranca de madera, permanecía cerrada y asegurada desde el interior, como si las ocupantes estuvieran tratando de protegerse de algo que ace
Dolores Se mantenía fijada en aquel hombre, de cabello negro coronado. Mientras sentía un nudo formársele en el pecho. ¿Era una posesión aquello? Respiro hondo y se dio cuenta de que había estado conteniendo la respiración. ¿seria obra del maligno? ¿Sería buena, o mala, aquella conexión con aquel desconocido? Una extraña conciencia la sensibilizo la piel y un fino velo de sudor le mojo la parte de arriba del labio superior a pesar de la humedad y el frío de la estancia. Se llevó una mano a los labios mientras los ojos del desconocido la miraban severos. No podía imaginarse aquellos labios curvándose en una cálida sonrisa. No había cordialidad en ellos; solo un duro y frio cinismo. _ ¿Quién es? _ Pregunto en voz baja._ parece un hombre capaz de alterar el sueño. La imagen seguía mirándola fijamente, reteniéndola presa de su mirada, como si fuera capaz de meterse en su cabeza y leer los secretos más profundos de su corazón, de modo que enrojeció. Y quizás aquellos labios se curvaron
El salón de baile, es el lugar más frecuentado por las madre para conseguir un marido rico, y prominente. Si puedes conseguir un duque o un magistrado que tenga los ojos puesto en una de tus doncellas, es considerado una bendición. Mientras que esa alianza sea beneficioso para subir en la escala social. En el salón de baile aún se mencionaba el escándalo de la familia, Romsome. La sobrina de sir latís de Romsome, Dolores de Romsome, no acepto a Tomber vackler en matrimonio. Era muy común escuchar chisme cuando se trataba de una familia aristócrata. Para Isaac perrils, duque de Llalewans, cada salón de baile que pisaba por primera vez era como una jungla llena de trampas para hombres incautos en vez de tigres. Todas las madres e hijas de Irlanda parecían haberse congregado en Glorios ansiosas por captar su atención, aunque solo fuese un momento. Como si a él le bastara una sola mirada para elegir a su futura novia en un salón atestado. Cuando comprabas un caballo le examinaba a fond