Hasta que finalmente, él entró a la habitación. La chica estaba sentada en silencio, envuelta en un perfume embriagador y el incienso que llenaba el ambiente. Parecía como si el aire mismo estuviera cargado de una tensión que la había torturado y mareado. El heredero se acercó a ella con cautela, sintiendo que debía dirigirle la palabra. A pesar de la incomodidad, se armó de valor y le habló. Mientras tanto, ella permanecía planeando su permanencia sin hablar en la habitación, observando la escena con detenimiento.La mujer permanecía de espaldas, aun con un velo cubriendo su rostro. Sin embargo, el heredero no dudó y se acercó a ella, comenzando a besarla con pasión. Sin embargo, la tranquilidad duró poco, ya que pronto las cosas se complicaron. Alguien había llegado con el chisme desde los demás rincones del Palacio, y el bullicio se apoderó del lugar. Se decía que la princesa Valeria estaba haciendo algo indebido, lo que causó un revuelo entre Verónica, el príncipe y demás presente
En la mañana, al salir Valeria a su patio, sintió miradas muy curiosas sobre ella. Los murmullos se volvían molestos. Su sirvienta, al estar al tanto de lo que había pasado, sudó frío al enterarse de lo sucedido en el palacio en ausencia de la princesa. Una doncella la vio y dijo:"Fingen pureza, pero se entregan al primer pretendiente que ven a la vista. ¿Acaso no pudo esperar para el matrimonio? Ha desgraciado su futuro."Valeria, ajena al murmullo, no entendía de qué estaban hablando, y la doncella siguió con un tono más alto para que ella la mirase. Valeria estaba molesta porque ni siquiera tomaron en cuenta su presencia y continuaron con los murmullos. Pensó para sí misma que era el nuevo plan de su hermana Verónica, pero eso ya era demasiado. Se paró, y al mismo tiempo su doncella se acercó a ella y le habló._ "Mi princesa, algo muy malo, se habla de usted."_La doncella se sentía muy incómoda porque todo era falso._ "¿Qué se dice de mí?"__ "Dicen que estuviste en una relació
El rey se encontraba en su sala del trono, furioso. La noticia de los rumores que circulaban sobre su hija, la princesa Valeria, había llegado a sus oídos como un torrente imparable. No podía creer lo que escuchaba. ¿Tanto odio le tenían a su hija para deshonrarla de tal manera? Si él no hubiera sabido dónde estaba su hija anoche, si no hubiera sido consciente de que ella había salido y que había conseguido el permiso, habría creído las calumnias. Se sentía como si hubiera matado a su propia hija, deshonrada de esta manera.El rey se levantó de su trono, su rostro enrojecido por la ira. Miró a su alrededor, buscando respuestas en los rostros de sus consejeros y sirvientes. La única certeza que tenía era que las habladurías provenían de su propia hermana, la princesa Verónica. Golpeó la mesa con un puño cerrado, reclamando silencio.—¡Silencio! —gritó, su voz resonando en las paredes del palacio.Preguntó de nuevo, con un tono más grave:—¿Quién ha visto a
El ambiente en el palacio era tenso, y cada rincón parecía resonar con el eco de las palabras del rey. La decisión que había tomado resonaba en la mente de todos los presentes. La princesa Valeria, aunque aliviada por la absolución, sentía que el peso del escándalo aún la seguía. La reputación de su familia había sido manchada, y el camino hacia la restauración de su honor sería largo y difícil.Verónica, por otro lado, estaba atrapada en su propio laberinto de engaños. La ira de su padre la había dejado sin palabras, y la idea de ser desterrada del palacio era un destino que nunca había imaginado. Mientras las lágrimas caían por sus mejillas, se dio cuenta de que sus acciones habían tenido consecuencias devastadoras. No solo había dañado a su hermana, sino que también había puesto en riesgo su propio fu
Tres días después, Aita se quedó sorprendida por lo que le había sucedido a su amiga. No solamente esa misma noche ella había hablado con ella al pesar teniendo su dolor de la muerte de un ser querido, pero como había tomado la iniciativa su hermana, la princesa Verónica, a empañar su nombre, gracias a Dios que ellos estuvieron juntos, su padre pudo testificar y también él, el Duque de Llelewas. Luego de enviar el memorándum al palacio, un sirviente le trajo una carta. Ellos no sabían qué contenía, pero era preciso leerla, ya que debían salvar el honor de la princesa, ya que se había mencionado el nombre del vizconde de Pertong. Ellos tenían que hacer lo posible y habían dicho la verdad.Cuando ella recibió la carta y la leyó, vio que era de Isaac. Él le había invitado a una de sus casas del campo, donde supuestamente ya tod
Isaac había regresado al lado de Aita, quien se encontraba en la feria, con la mirada perdida en las bellas flores que adornaban la bajada de los huertos cercanos.—He avisado a los criados de tu llegada para que atiendan todas tus necesidades —le dijo él con una convicción que la dejó aturdida—. Considera que en unas pocas semanas será tu casa.Aita lo observó, sorprendida. ¿Quién le había dicho que ella había aceptado por completo ese matrimonio? Era una observación generosa, pero no del todo cierta. A diferencia de Isaac, esa tierra no formaba parte del acuerdo; le pertenecía exclusivamente a él.—Más tarde haremos un pícnic —sugirió él, como si hubiera percibido su malestar. Pero, incluso mientras lo decía, su mirada se desvió hacia un caballo que pastaba a lo lejos. Aita sintió una punzada
Isaac la miró por un instante antes de decirle __"¿sabes montar?", murmuró él, sin salir de su asombro. Sin aceptar las riendas, siguió a medio galope por el camino hasta los árboles.__ "Parece que cuando llegas al claro, ahí esperame", le ordenó.Ella asintió con determinación y se lanzó a galopar, dejando atrás el filo del camino. Al llegar al claro, él la alcanzó y se desmontó de un salto, extendiendo los brazos para que ella hiciera lo mismo. __"¿Sabes montar?" le repitió él, sacudiendo la cabeza absolutamente maravillada.Ella volvió a reír ampliamente, maravillada.__ "Te mentí, cuando te dije que daba miedo los caballos, la verdad es que me gusta mucho",__ confesó.Él la tomó en sus brazos, olvidándose de las apariencias, y enterró la cara en su cuello.__ "Eres perfecta, lo sabía al verte al lomo de un caballo", gimió con deleite y la depositó con cuidado en el suelo, sin hacerle daño.__"¿No estás enfadado?",__ preguntó ella. Él cayó encima de ella y la besó en la boca con una
Lo observó respirando profundamente mientras se acomodaba sobre él, separando las piernas para sentarse a horcajadas. Las faldas formaron una cortina alrededor de ellos, pero eso no importaba, no necesitaba ver nada. Lo que deseaba hacer estaba claro en su mente, y no iba a detenerse. La incertidumbre no duró mucho, apenas lo tocó, supo lo que quería. Quería usarlo sin pudor, sin rescato, quería avivar el calor que la consumía por dentro.Se movió contra su carne, buscando más, buscando sentirlo completamente. Se colocó en posición, sintiendo un momento de resistencia, seguido de una sensación de plenitud que la recorrió por completo. Lo montó como a un caballo desbocado, sintiendo la sacudida de sus cuerpos. Presionó sus manos en su pecho, moviéndose con total libertad y desenfreno. Aceleró el ritmo, cayendo hacia adelante para entrelazar sus lenguas en un baile frenético, tan frenético como el que interpretan sus cuerpos.Aitana descubrió que podía endurecer los muslos y controlar l