Valeria se encontraba sentada en su hermoso diván de cuero, con incrustaciones de diamantes y oro, sumida en sus pensamientos. Recordaba los rumores que había escuchado acerca de Ghrand y decidió llamar a su doncella."¿No hay noticias de Ghrand?", preguntó con cierta ansiedad."Sí, mi princesa, hay una carta de Virginia. Se la traigo ahora mismo", respondió la doncella."¿Desde cuándo está esa carta?", inquirió Valeria."Llegó ayer, mientras estábamos de salida", contestó la doncella.Valeria tomó la carta, retiró el sello y comenzó a leer. Al llegar a cierto punto, no pudo contener un gesto de sorpresa y horror. Se llevó la mano a la boca y suspiró profundamente."David ha muerto", murmuró con pesar."¿Qué? ¿Qué le ha pasado al heredero de Romson?", preguntó la doncella consternada."Ha muerto. Mi querida Dolores debe estar muy apenada en estos momentos. Me gustaría estar con ella para consolarla", expresó Valeria con tristeza."El joven David, de Romson, era muy valiente y prometed
Raruq, con elegancia y determinación, levantó su flecha servida por su sirviente y disparó con precisión milimétrica. La flecha cayó directamente en el dardo de Valeria, dejando a todos los presentes en un estado de conmoción y asombro. "_¿Se habrá equivocado el príncipe heredero de tablero?" - murmuró alguien en la multitud, desatando un murmullo de especulaciones y dudas. "_Dicen que la princesa que conquistó su corazón fue Veronica, ¿qué pasó?" - cuestionó otra voz, alimentando aún más las habladurías y rumores que comenzaban a circular. Las especulaciones habían comenzado a tejerse, y la rabia de Veronica se hacía cada vez más evidente. Mientras tanto, los tres príncipes del trono de Jodar tomaron posición y dispararon sus flechas con destreza. Aly apuntó directamente a la de Phoebe, mientras Atef hizo lo propio. Sherak, por su parte, dirigió una mirada furtiva hacia Maite, recordando el primer encuentro en el que sus miradas se cruzaron. Ambos anhelaban que el otro actuara se
Isaac, convencido de que rompería su palabra, pero ni mucho menos está asustado._"Como debería estar, eres el diablo en persona", se sentó rígido, recto, escapando de la tentación más espléndida._"Eso crees", le pellizcó el dedo meñique y ella volvió a gemir. "Pues tú debes de ser una pecadora irredimible. Si tan fácilmente te deja seducir por mí", empezó a tirarle solamente de las medias. En pocos segundos, aquellas manos supuestamente inocentes avanzarían hasta las ligas, luego se pararían en las rodillas y los dedos abrirían el camino para la invasión, dispuesto a plantar batalla en el terreno del sexo, y ella se relajó lo suficiente para darse cuenta de que las manos seguían en los tobillos. "No te he dicho que no tenías nada que tener", ella abrió los ojos preguntándose si había expresado sus pensamientos en voz alta. No sabía qué decir. "Veo que estás preocupada", observó él. "Se nota en la atención de tu cuerpo y la expresión de tu cara."Lo siento, no puedo evitarlo", dijo e
Isaac se levantó con gracia y rodeó el sofá con una elegancia natural, recogiendo las zapatillas que descansaban cerca. Con un gesto reverente, volvió junto a ella y se arrodilló, como si estuviera rindiendo homenaje a su presencia. Con delicadeza, deslizó las zapatillas en sus pies, sintiendo un pequeño vuelco en el estómago al hacerlo.Ella, por su parte, experimentó una extraña mezcla de emociones al verlo humildemente a sus pies. Sacó con cuidado el dedo del pie por debajo de la falda, y él, con galantería, le agarró el pie para calzarla. El gesto no pasó desapercibido para ella, quien se sintió más culpable que asustada ante las muestras de devoción que le brindaba."Gracias", murmuró ella, refrenando el impulso de despedirlo como a un criado. La situación la incomodaba, pero al mismo tiempo la llenaba de un sentimiento de res
Valeria se encontraba retenida en el Palacio por orden del Rey, sin poder salir debido a un susto que la había dejado en estado de impacto. Todos comprendían su delicadeza, sobre todo su padre, el Rey, quien la consideraba su hija favorita. Después de un tiempo, Valeria llamó a su doncella para que le trajera tinta y papel, ya que necesitaba escribir una carta para enviarla al Duque de Llelewas, pidiendo permiso para reunirse con Alta, su amiga.Sabía que el padre de Aita, el vizconde de Pertóng, no permitiría el encuentro debido a los problemas pasados entre ellas. Valeria recordaba con pesar esos momentos, siempre involucrada en situaciones complicadas junto a sus amigas. La doncella le trajo lo que necesitaba y Valeria se sentó a escribir, pensando en cómo expresar su dolor y encontrar consuelo en alguien que entendiera el amor que sentía por esa persona especial, David de Romsome, el heredero. Recordaba con melancolía a su amiga Dolores, ahora casada con el Duque de Ghrad, Nicolás
Le había dejado muy claro que no quería saber nada de bailes y se hubiera agradecido más aquella noticia si lo hubiera dicho. Hasta el momento, había sido sincera con él y si aún quería rechazarlo, no habría forma más rápida y efectiva que admitir que prefería a otro hombre. De todos modos, se lo preguntaría cuando se encontraran esa noche para saber lo que tenía que decir al respecto. También le preguntaría si seguía disfrutando de su compañía o de cualquier otra mujer. Se esperaría una alabanza hipócrita, pero con Aita trato era distinto. Él habría preferido que lo llamase por su nombre de pila después de lo que sucedió en el salón, pero ella pronunció su título con una entonación muy especial, como si hielo igual fuese un tipo muy afortunado por haber conquistado a una dama como ella.Sonrió y vio cómo las llamas reducían la hoja a cenizas. No estaba preparada para decirle que lo amaba, pero cuando lo hiciera, sería verdad. Y después de haber oído su versión de la fuga con el prof
La posibilidad de que el Duque comprara guantes y medias para seducir a otras chicas irritó a Aita. A pesar de desaprobar sus acciones, prefería pensar que el detalle único y especial que había tenido con ella demostraba que le importaba. La idea de casarse con él la aterraba, pero también sabía que él compartía sus temores. Temía hacer daño a los demás por su negligencia, y eso le importaba. Por ello, decidió deshacerse del envoltorio, la hoja del periódico y la carta que le habían enviado sobre su amiga. No quería pensar en valses, solo quería sentirse segura al casarse con él.Sin embargo, la preocupación la invadió al pensar en la razón por la cual el Duque quería juntarla con su amiga. ¿Estaría pasando por algo? Las noticias del palacio no habían salido a la luz, a pesar de que se hablaba mucho de la llegada de los Príncipes. Conociendo a su amiga, sabía que ninguno de los pretendientes principales le interesaría, ya que su único amor había sido el hermano de Dolores David, quien
Valeria miró a su alrededor un segundo, pero su rostro cambió al instante. Su cara se puso seria, con un ceño fruncido, como si la tristeza la hubiera invadido de repente."Aita", dijo con un tono de desánimo y tristeza.Aita la miró y volvió a repetir: "Valeria, ¿qué te pasa? No te sientes bien. Tienes algo, ¿qué pasa?". Sin decir más, Aita, la abrazo que ella tanto necesitaba. Alguien que la conocía de verdad, alguien que la escuchaba, alguien que le reconfortaba. Las lágrimas se le escaparon a ambas."Yo estaba desconsolada", admitió Valeria.Aita, se alejó un momento y luego le agarró por el hombro. "Amiga, ¿cómo has estado? ¿Cómo has pasado toda esta temporada? ¿Qué hay de ti, Valeria?". La miró a los ojos, pero no pudo decir mucho más. Solo movió la cabeza en señal de respuesta, pero nada era suficiente."Yo... yo...", balbuceó Valeria.La miró fijamente y le preguntó: "¿Qué pasa? ¿Algo anda mal? Cuéntame qué sucede". Valeria volvió a mirarla, con los ojos aturdidos y un río de