Le había dejado muy claro que no quería saber nada de bailes y se hubiera agradecido más aquella noticia si lo hubiera dicho. Hasta el momento, había sido sincera con él y si aún quería rechazarlo, no habría forma más rápida y efectiva que admitir que prefería a otro hombre. De todos modos, se lo preguntaría cuando se encontraran esa noche para saber lo que tenía que decir al respecto. También le preguntaría si seguía disfrutando de su compañía o de cualquier otra mujer. Se esperaría una alabanza hipócrita, pero con Aita trato era distinto. Él habría preferido que lo llamase por su nombre de pila después de lo que sucedió en el salón, pero ella pronunció su título con una entonación muy especial, como si hielo igual fuese un tipo muy afortunado por haber conquistado a una dama como ella.Sonrió y vio cómo las llamas reducían la hoja a cenizas. No estaba preparada para decirle que lo amaba, pero cuando lo hiciera, sería verdad. Y después de haber oído su versión de la fuga con el prof
La posibilidad de que el Duque comprara guantes y medias para seducir a otras chicas irritó a Aita. A pesar de desaprobar sus acciones, prefería pensar que el detalle único y especial que había tenido con ella demostraba que le importaba. La idea de casarse con él la aterraba, pero también sabía que él compartía sus temores. Temía hacer daño a los demás por su negligencia, y eso le importaba. Por ello, decidió deshacerse del envoltorio, la hoja del periódico y la carta que le habían enviado sobre su amiga. No quería pensar en valses, solo quería sentirse segura al casarse con él.Sin embargo, la preocupación la invadió al pensar en la razón por la cual el Duque quería juntarla con su amiga. ¿Estaría pasando por algo? Las noticias del palacio no habían salido a la luz, a pesar de que se hablaba mucho de la llegada de los Príncipes. Conociendo a su amiga, sabía que ninguno de los pretendientes principales le interesaría, ya que su único amor había sido el hermano de Dolores David, quien
Valeria miró a su alrededor un segundo, pero su rostro cambió al instante. Su cara se puso seria, con un ceño fruncido, como si la tristeza la hubiera invadido de repente."Aita", dijo con un tono de desánimo y tristeza.Aita la miró y volvió a repetir: "Valeria, ¿qué te pasa? No te sientes bien. Tienes algo, ¿qué pasa?". Sin decir más, Aita, la abrazo que ella tanto necesitaba. Alguien que la conocía de verdad, alguien que la escuchaba, alguien que le reconfortaba. Las lágrimas se le escaparon a ambas."Yo estaba desconsolada", admitió Valeria.Aita, se alejó un momento y luego le agarró por el hombro. "Amiga, ¿cómo has estado? ¿Cómo has pasado toda esta temporada? ¿Qué hay de ti, Valeria?". La miró a los ojos, pero no pudo decir mucho más. Solo movió la cabeza en señal de respuesta, pero nada era suficiente."Yo... yo...", balbuceó Valeria.La miró fijamente y le preguntó: "¿Qué pasa? ¿Algo anda mal? Cuéntame qué sucede". Valeria volvió a mirarla, con los ojos aturdidos y un río de
Hasta que finalmente, él entró a la habitación. La chica estaba sentada en silencio, envuelta en un perfume embriagador y el incienso que llenaba el ambiente. Parecía como si el aire mismo estuviera cargado de una tensión que la había torturado y mareado. El heredero se acercó a ella con cautela, sintiendo que debía dirigirle la palabra. A pesar de la incomodidad, se armó de valor y le habló. Mientras tanto, ella permanecía planeando su permanencia sin hablar en la habitación, observando la escena con detenimiento.La mujer permanecía de espaldas, aun con un velo cubriendo su rostro. Sin embargo, el heredero no dudó y se acercó a ella, comenzando a besarla con pasión. Sin embargo, la tranquilidad duró poco, ya que pronto las cosas se complicaron. Alguien había llegado con el chisme desde los demás rincones del Palacio, y el bullicio se apoderó del lugar. Se decía que la princesa Valeria estaba haciendo algo indebido, lo que causó un revuelo entre Verónica, el príncipe y demás presente
En la mañana, al salir Valeria a su patio, sintió miradas muy curiosas sobre ella. Los murmullos se volvían molestos. Su sirvienta, al estar al tanto de lo que había pasado, sudó frío al enterarse de lo sucedido en el palacio en ausencia de la princesa. Una doncella la vio y dijo:"Fingen pureza, pero se entregan al primer pretendiente que ven a la vista. ¿Acaso no pudo esperar para el matrimonio? Ha desgraciado su futuro."Valeria, ajena al murmullo, no entendía de qué estaban hablando, y la doncella siguió con un tono más alto para que ella la mirase. Valeria estaba molesta porque ni siquiera tomaron en cuenta su presencia y continuaron con los murmullos. Pensó para sí misma que era el nuevo plan de su hermana Verónica, pero eso ya era demasiado. Se paró, y al mismo tiempo su doncella se acercó a ella y le habló._ "Mi princesa, algo muy malo, se habla de usted."_La doncella se sentía muy incómoda porque todo era falso._ "¿Qué se dice de mí?"__ "Dicen que estuviste en una relació
El rey se encontraba en su sala del trono, furioso. La noticia de los rumores que circulaban sobre su hija, la princesa Valeria, había llegado a sus oídos como un torrente imparable. No podía creer lo que escuchaba. ¿Tanto odio le tenían a su hija para deshonrarla de tal manera? Si él no hubiera sabido dónde estaba su hija anoche, si no hubiera sido consciente de que ella había salido y que había conseguido el permiso, habría creído las calumnias. Se sentía como si hubiera matado a su propia hija, deshonrada de esta manera.El rey se levantó de su trono, su rostro enrojecido por la ira. Miró a su alrededor, buscando respuestas en los rostros de sus consejeros y sirvientes. La única certeza que tenía era que las habladurías provenían de su propia hermana, la princesa Verónica. Golpeó la mesa con un puño cerrado, reclamando silencio.—¡Silencio! —gritó, su voz resonando en las paredes del palacio.Preguntó de nuevo, con un tono más grave:—¿Quién ha visto a
El ambiente en el palacio era tenso, y cada rincón parecía resonar con el eco de las palabras del rey. La decisión que había tomado resonaba en la mente de todos los presentes. La princesa Valeria, aunque aliviada por la absolución, sentía que el peso del escándalo aún la seguía. La reputación de su familia había sido manchada, y el camino hacia la restauración de su honor sería largo y difícil.Verónica, por otro lado, estaba atrapada en su propio laberinto de engaños. La ira de su padre la había dejado sin palabras, y la idea de ser desterrada del palacio era un destino que nunca había imaginado. Mientras las lágrimas caían por sus mejillas, se dio cuenta de que sus acciones habían tenido consecuencias devastadoras. No solo había dañado a su hermana, sino que también había puesto en riesgo su propio fu
Tres días después, Aita se quedó sorprendida por lo que le había sucedido a su amiga. No solamente esa misma noche ella había hablado con ella al pesar teniendo su dolor de la muerte de un ser querido, pero como había tomado la iniciativa su hermana, la princesa Verónica, a empañar su nombre, gracias a Dios que ellos estuvieron juntos, su padre pudo testificar y también él, el Duque de Llelewas. Luego de enviar el memorándum al palacio, un sirviente le trajo una carta. Ellos no sabían qué contenía, pero era preciso leerla, ya que debían salvar el honor de la princesa, ya que se había mencionado el nombre del vizconde de Pertong. Ellos tenían que hacer lo posible y habían dicho la verdad.Cuando ella recibió la carta y la leyó, vio que era de Isaac. Él le había invitado a una de sus casas del campo, donde supuestamente ya tod