CAPÍTULO 18. No puedo serlo...

Un nudo en la garganta era poco, para un hombre que imaginaba todo lo que significaban aquellas marcas.

—¡No es nada, te dije! —insistió Marianne alejándose y usando la misma tela para presionarla contra el corte—. Tuve un accidente cuando era niña, solo son viejas cicatrices.

Gabriel arrugo el ceño, pero la verdad era que ya no le creía ni una sola palabra sobre eso.

—Marianne…

—¡Quiero irme! —dijo ella nerviosa—. La gente está viniendo… Por favor vámonos.

El guardaespaldas apretó los puños y gruñó con frustración, pero finalmente se acercó a la primera patrulla de policía que llegó y le mostró su identificación. Cinco minutos después subían a otra patrulla y esta los dejaba en su mismo edificio.

—Envíame la foto de la matrícula —le pidió Gabriel apenas entraron al departamento—. Y súbete en la encimera. —Y eso sí no era una petición. La vio dudar y abrir la boca para protestar, así que la atajó—. Te subes o te subo, tú eliges.

Marianne pasó saliva, nerviosa, pero terminó apoyando la
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