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Cuando llegué a casa, Amelia mi doncella me estaba esperando con mi ropa en las manos en el establo de casa, ella me miró y empezó a ponerse pálida.

— ¿qué le pasó? — me pregunto.

Yo empecé a quitarme la ropa rápidamente, había pasado un buen susto cuando caí en el lago, pensé que no iba a sobrevivir, gracias a dios que ese tipo se tiró al lago a salvarme.

— ¿Alguien la vio? — me preguntó Amelia mientras me ayudaba a ponerme la ropa.

— sí, pero no te preocupes, a esos tipos jamás los había visto en la vida, no creo que vuelvan a cruzarse en mi camino — le dije para tranquilizarla.

Amelia apretó con fuerza el corset para que se ciñera más a mi cintura.

— Si su madre se entera me va a matar y de paso a usted también — dijo ella.

Yo me puse la pesada falda y después volteé a ver a Amelia.

— cálmate, mi madre no se va a enterar, este es un secreto entre nosotras dos — le dije con una sonrisa.

La pobre Amelia me miró con resignación, yo creo que a la primera oportunidad que tenga de irse a otro trabajo ella lo haría sin mirar atrás.

— tengo hambre — le dije.

Yo empecé a caminar a la salida.

— su cabello está mojado, ¿qué le dirá a su madre? — pregunto.

Yo me detuve en seco. No había pensado en eso.

— le diré que me he dado un baño — le dije.

Seguí caminando y salí del establo, en cuando estuve fuera mi hermano se acercó a mí y me quedo mirando.

— ¿Dónde estabas Lu? — me preguntó mi hermano Frederick.

Yo le sonreí para tranquilizarlo y que no fuera de chismoso con mi madre.

— Estaba dando un paseo por los jardines. Necesitaba un poco de aire fresco — respondí, tratando de sonar lo más convincente posible, a pesar de que mi cabello estaba completamente mojado y desaliñado.

Frederick frunció el ceño, evidentemente sospechando algo.

— ¿Dónde está tu doncella? — me pregunto con seriedad.

Amelia apareció como por obra de magia.

— ¿qué le pasó? — preguntó él con una mirada inquisitiva.

Yo voltee a ver a la pobre de Amelia, se veía tan nerviosa, sus manos estaban temblando.

— la señorita estaba dándole de beber a algunos caballos y uno le tiró el cuenco y mojó todo su cabello — dijo ella.

Mi hermano me miró y yo le sonreí.

— no se supone que estabas en un paseo — me reprocho.

Yo asentí con la cabeza.

— Estaba en un paseo, pero me aburrí y decidí darles agua a los caballos — le dije.

Él se cruzó de brazos y nos miró a las dos.

— no te metas en líos, ya tienes a madre muy decepcionada como para sumarle un escándalo — me dijo.

Yo solo asentí con la cabeza. Frederick se fue, yo voltee a ver a Amelia que estaba a punto de llorar.

— no pasó nada — le dije con una sonrisa.

— señorita usted hará que me dé un infarto, o que me maten por permitir que haga todas esas locuras — me dijo.

Yo sonreí traviesamente, esta navidad le iba a dar un buen regalo, se lo merecía por aguantarme tanto.

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Mire por la pequeña ventana del carruaje donde iba junto a Arthur, hoy vería a Natasha, estaba tan nervioso y algo emocionado, hace tanto tiempo que no la veía, y saber que ella se fue por mi madre y no por lo que pensaba hacía que mi corazón se calmara un poco.

— ¿estás bien? — me preguntó Arthur.

Yo volteé a verle, y le di una pequeña sonrisa.

— estoy nervioso, hace un año que no la veo — le dije.

Arthur asintió con la cabeza.

— no deberíamos ir, creo que es mejor si regresamos — me sugirió.

Yo negué con la cabeza, quería escuchar de su propia boca la verdad, quería corroborar que ella no se había vendido por un puñado de monedas.

— ¿está igual que antes? — le pregunté.

Natasha era hermosa, tenía un hermoso color castaño de cabello, unos ojos verdes que parecían unas esmeraldas, su piel blanca la hacía lucir como una muñeca de porcelana, ella era preciosa.

— ella está muy cambiada — me dijo Arthur.

Yo solo asentí con la cabeza, me daba miedo el aspecto que ella tendría, ya que yo era responsable de eso, por mí, mi madre actuó de esa manera, si tan solo la hubiera apartado cuando mi padre me lo advirtió, nada de esto estaría pasando.

— ¿Tiene hijos? — le pregunté.

Arthur se encogió de hombros. Uno de los sueños que yo tenía con ella, era tener una enorme familia.

— Samuel, si es muy duro para ti, es mejor no ir — volvió a repetir.

— quiero verla, ayudarla si es necesario — le dije.

Arthur asintió con la cabeza. El más que nadie sabía del amor que yo sentía por ella, de cuanto me dolió cuando se fue. Mientras nos acercábamos a nuestro destino, mi determinación de ver a Natasha y, si era necesario, ayudarla, no flaqueaba. Mi amor por ella seguía siendo tan fuerte como el día en que se fue, y sabía que enfrentaría cualquier desafío para estar a su lado nuevamente.

Finalmente, el carruaje se detuvo, y mi corazón latía con fuerza mientras me preparaba para el encuentro que cambiaría el rumbo de mi vida.

El cochero abrió la puerta y yo salí, caminé lentamente hasta Natasha, o la sombra de lo que ella algún día fue. Su piel de porcelana ahora se veía opaca, sus ojos verdes que alguna vez brillaron, ahora se veían apagados, y ella estaba casi en los huesos.

— Perdóname — le dije.

Ella me abrazó con fuerza y lloró en mi pecho igual que aquella vez, yo la abrace aún más fuerte, quería transmitirle que ahora estaba a salvo, que jamás iba a dejarla sola.

Ella se apartó de mí y me miró a los ojos, yo quería besarla con todas mis fuerzas, pero era un muy mal momento para eso.

— no fue tu culpa, así que no me pidas perdón — me dijo.

Pero sus palabras solo hacían que mi conciencia empeorara, verla si era aún más doloroso que la mentira que creí por todo este tiempo.

— déjame ayudarte, quiero que estes conmigo — le dije.

Ella me miró, se veía confundida por mi propuesta, pero yo estaba decidido a tenerla conmigo otra vez.

— estoy casada — me dijo con los ojos llorosos.

— y yo pronto me casare, pero te quiero conmigo, se que lo que te estoy proponiendo es escandaloso, pero es lo único que puedo ofrecerte — le dije.

Ella se apartó de mí, claramente ofendida.

— lo siento — le dije.

Natasha me miro.

— se que no querías esto para nosotros, pero no se si podre soportar verte con otra mujer — me dijo llorando.

— te amo, y no te prometo una vida convencional, pero te prometo que siempre serás la primera para mi — le dije.

Yo la atraje a mi y la bese con pasión, quería demostrarle que aun estaba locamente enamorado de ella, que no me importaba que ella haya estado con otro hombre, porque sé que su corazón era mío.

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