En cuanto me dejaron sola en la habitación, aproveché para levantarme de la cama. Mi hijo estaba plácidamente dormido en su cuna, así que con todo el esfuerzo, caminé fuera de mi habitación. Hacía horas que nadie me decía algo sobre la salud de Samuel, y yo necesitaba verlo. Quería saber si aún estaba con vida. Caminé lentamente hasta llegar a la puerta de la habitación donde él estaba. Puse la mano en el pomo de la puerta y lo giré lentamente; mi corazón latía con fuerza. Aunque no estaba preparada para enfrentar una posible mala noticia, me armé de valor, decidida a afrontar cualquier cosa que el destino tuviera reservado para nosotros. Cuando abrí la puerta por completo, pude ver a Samuel tendido en la cama. Estaba inmóvil, parecía dormido, así que poco a poco me acerqué a él y lo miré por un largo rato. — Nuestro hijo ya nació, es igual a ti —le conté. Podía ver su pecho subir y bajar, y eso me tranquilizaba demasiado. — Cuando lo conozcas, te enamorarás profundamente de él —
Una semana había pasado desde lo ocurrido y Samuel aún no despertaba. Yo moría de angustia cada vez que alguien entraba a mi habitación; de inmediato pensaba lo peor, pero me tranquilizaba cuando me decían que Samuel estaba un poco mejor. Esa tarde entré a la habitación donde estaba Samuel. La habitación estaba en penumbras y se sentía tan fría. Fui a las cortinas y las abrí. Cuando volví a verlo, pude notar su piel aún más pálida que de costumbre. Me acerqué a él y miré su rostro. Estaba considerablemente delgado, tenía unas manchas oscuras debajo de sus ojos, y sus labios se habían vuelto pálidos. Me arrodillé frente a la cama y puse mi cabeza en su pecho; quería escuchar su corazón, necesitaba saber que él aún estaba conmigo.— Despierta, por favor —le supliqué.La puerta de la habitación se abrió y entró mi madre. Ella me miró y caminó lentamente hacia mí; después, me ayudó a ponerme en pie.— No deberías estar aquí —me regañó.Pero, ¿qué quería que hiciera? La incertidumbre me es
Me desperté sobresaltada por el llanto agudo de Sam. Mis ojos se abrieron de golpe, y en un instante ya estaba de pie, corriendo hacia su cuna. Lo levanté en mis brazos y me dirigí de vuelta a la cama, pero mi corazón se detuvo en seco al ver a Samuel con los ojos abiertos, mirándome con confusión.— Hola — le saludé, sintiendo mi voz entrecortada por la sorpresa y la preocupación. Mis brazos temblaban ligeramente mientras intentaba mantener la calma. Las lágrimas corrían por mis mejillas como una cascada, pero luché por parecer tranquila.— ¿Estás bien? — le pregunté a Samuel, pero él no pronunciaba palabra alguna. Simplemente me observaba con ojos inquisitivos. Lentamente, me acerqué a él y con sumo cuidado me subí a la cama. Samuel miró a nuestro hijo y luego a mí.— Ya le he puesto un nombre — le dije, tratando de romper el silencio. Los ojos de Samuel se llenaron de lágrimas, y su rostro reflejaba una mezcla de sorpresa y emoción.— Te escuché — me dijo con la voz ronca, confirma
UN MES DESPUÉS Samuel se había recuperado por completo, pero yo aún seguía cuidándolo. Me daba tanto miedo que, por un descuido mío, él volviera a recaer. Me moriría si eso volviera a pasar. — ¿A dónde vas? —le pregunté en cuanto lo vi vestirse. Él me quedó mirando y sonrió. — Iré a revisar algunas cosas con mi contador —me dijo. Me acerqué a él y lo abracé con fuerza. — Por favor, cuídate y vuelve a mí —le pedí. Samuel me apartó de él y me miró a los ojos. — Lamento haberte preocupado tanto, pero te juro que no los dejaré solos nunca más —me dijo para tranquilizarme. Volví a abrazarlo. Sé que él estará bien, pero no dejo de preocuparme cada vez que sale. Me da tanto miedo que Erick salga del lugar donde está y vuelva a hacernos daño. — ¿Te demorarás mucho? —le pregunté. Samuel volvió a separarme de su cuerpo, agarró mi rostro entre sus manos y me dio un beso en los labios. — Vendré lo más rápido que pueda, así que no te preocupes. Ahora ve y saca a Sam al jardín. Estoy se
El viaje de Londres a Norwich resultó ser increíblemente extenso; nos vimos obligados a detenernos en varias posadas a lo largo del camino, ya que continuar era difícil y peligroso. Luisana se quejaba constantemente, y no podía culparla; permanecer sentados durante horas era agotador, especialmente con un niño tan pequeño. Sin embargo, después de muchos días, finalmente llegamos a nuestro destino. Fui el primero en bajar del carruaje y luego ayudé a Luisana a descender. Observó el lugar con una enorme sonrisa, y su felicidad era contagiosa. Sabía que este lugar le encantaría. — ¿Y esto? —preguntó, sus ojos brillando de curiosidad. La conduje en silencio hacia el interior de la casa. — Es tu lugar soñado —respondí cuando entramos. Volteó a mirarme, y sus ojos se llenaron de lágrimas. — Quiero que vivas en paz, y sé que en Londres nunca lo lograrás. Así que, si quieres, podemos quedarnos aquí —le propuse. Ella no dijo nada y comenzó a explorar el lugar. Antes del incidente con Eri
Los gritos hicieron que me distrajera de las preguntas que me estaban haciendo los reporteros. Voltee para ver qué causaba el alboroto, y allí estaba ella, estrujando a su amiga mientras un líquido viscoso se escurría por su ropa. Dejé a los reporteros y corrí hacia ella. Al llegar, la vi con horror: la camisa que le había dado estaba hecha un desastre, completamente empapada de vómito.—Lo pagaré — dijo su amiga mientras ella seguía estrujándola. Finalmente, la soltó y, con un repentino arrebato de ira, agarró el cuello de la chica ebria y apretó. Actué de inmediato, apartándola al agarrarla por la cintura, aunque me cubrí de vómito en el proceso.—¡Te voy a matar, Grace! — le gritó furiosa. La llevé en mis brazos hasta el motorhome, la solté y la miré a los ojos. Su expresión de enojo era tan intensa que hasta daba un poco de miedo.—¿Quieres que te preste algo más de ropa? — le pregunté. Sin decir una palabra, ella comenzó a quitarse la ropa hasta quedarse en ropa interior. La obse
Año 1840 Las clases de piano eran tan aburridas, yo quería estar afuera, explorando el jardín como lo hacían mis hermanos, pero el pesado vestido que tenía no me dejaría ni siquiera brincar un charco. Respire hondo con resignación, tenía que quedarme aquí todo el resto del día, con la amargada de la señorita Herlinda y con mi madre muy embarazada, que estaba sentada en una silla frente a mi bordando algunas cosas para mi próximo hermanito. — quiero salir a jugar — le dije a mi madre, que dejo de bordar y me miro con consternación. Odiaba ser mujer, todo en ello implicaba estar en casa, con aburridas lecciones de piano, cocina y de bordar, yo queria ir y explorar el enorme jardin, desde que habiamos llegado aqui, nunca habia salido al jardin sin compañia, mi madre me decia que ahora era una señorita de sociedad y me tenia que comportar como tal.La señorita herlinda, siempre ha estado con nosotros, de hecho ella fue la institutriz de mi madre y por eso cuando yo naci, mi madre la b
AÑO 1844 La señorita Herlinda y mi madre estaban hablando de mi presentación en sociedad, y en lo desastroso que sería si uno de los solteros se enteraba que yo era una buena para nada, en como tenían que hacerme ver perfecta para pescar a un buen hombre. — no me quiero casar — les solté de golpe. Había pensado mucho en cómo decirle, pero esto ya había sido mucho, ellas hablaban como si yo no estuviera allí. — ¿qué dijiste? — me pregunto mi madre. La señorita Herlinda tenía los ojos muy abiertos mientras me miraba. — yo no soy buena para nada, así que no quiero casarme para no avergonzarles — les dije con una sonrisa. Mi madre se tapó la boca con la mano y empezó a llorar. — cómo puedes decir eso, ¿acaso quieres avergonzarnos? Ya es suficiente con tu tía, y ahora tú también quieres ser una solterona — me recrimino. Yo la quede viendo con la ceja levantada. Le estaba haciendo un favor y se ponía de esa manera tan exagerada. — no me casare, y si insistes hare cualquier cosa pa