Aproveché los minutos que me quedaban para darme una ducha rápida en los vestuarios del gimnasio y después ya me encontraba vestida con el uniforme, lista para ir a trabajar a la bibliotecva.
— Alejo, ya llegué. — avisé al entrar a su oficina y ver lo sombrío que estaba el lugar.
Me acordé de la pared donde estaba el interruptor de la luz y con ayuda de mi intuición fui hasta allí. La penumbra era absoluta y la idea de que Alejo no me hubiera contestado me inquietaba.
— Sol… apaga las luces. Quiero descansar. — me reprendió Alejo, dando por primera vez señales de vida.
Al escuchar su voz me asusté porque todavía no sabía con exactitud dónde se encontraba.
— Vaya… Al parecer no sólo los vampiros tuvieron una mala noche. — coment&eacut
Una noche, el vampiro fue a su mirador, el cual se encontraba bastante alejado de los aldeanos, pero gracias a su visión podía verlos perfectamente. Cuando llegó se encontró allí con un anciano. Sabía perfectamente quién era, lo que no podía entender era cómo había encontrado aquel sitio.—Soy un cazador. Hay hábitos que no se pierden nunca… como por ejemplo, los de rastrear. —le dijo aquel hombre ya maduro con voz temblorosa debido a los años. Estaba sentado sobre una piedra.—Entonces sabías que venía aquí todo este tiempo.—Para ser sincero, lo noté la tercera noche que llegamos— le comentó—. Me llamó poderosamente la atención que no nos atacaras esa misma noche o lo que era aún más llamativo, por qué no lo
—No entiendo… ¿Por qué ese hombre impuso el toque de queda? ¿Qué fin buscaba cuando se lo propuso al vampiro? — inquirí confundida.—Seguridad— contestó Alejo sin vacilar—. Aquel vampiro había comenzado a formar una familia. Pienso que lo que buscaba era una tregua, asegurarse de que ni el cazador ni ninguno de los suyos pudieran hacerles daño mientras ambas partes estuvieran en sus hogares sin molestarse. De ese modo, ellos tampoco deberían preocuparse por ser cazados o exterminados. Fue un trato formal, Sol. Eso es todo.—Pero él dijo que lo que buscaba era evitar que los aldeanos no llegaran al punto de matarse entre ellos…Una chispa de suspicacia se encendió en sus ojos, Alejo lucía eufórico con el debate.—A través del temor a la mue
Me di un susto de aquellos pero traté de disimularlo cuanto pude. Pero si ellos podían oír los latidos del corazón de las personas, gracias a sus sentidos híper desarrollados, entonces disimular era una pérdida de tiempo frente a ellos.—¿Qué haces aquí? — inquirí haciéndole notar en mi tono de voz que su presencia no era bien recibida. —. Te advierto que no estoy de ánimo para que me hagan otro chichón en la cabeza. — le dije mientras me levantaba y me sacudía el pantalón.Cuando volví la vista hacia él, noté la angustia que gobernaba su expresión, mis palabras lo afectaron notablemente.—Vine a disculparme. — anunció.—No es la primera vez que me doy un golpe en la cabeza, será mejor que lo olvides y ya. &mda
Mientras caminábamos por los pasillos del instituto comencé a ponerme un tanto incómoda con la situación. Me encontraba caminando a la par de un vampiro.La idea empezó a tener cada vez más peso, a tal punto que pasó de ser una situación incómoda a una muy molesta. Había recorrido esos pasillos unas cuantas veces a solas y quería que eso siguiera de la misma forma. Me había acostumbrado a emprender largas caminatas con mi hermana, pero nunca dejé que nadie más me acompañara y esa situación no cambiaría de un día para otro, mucho menos con un chupasangre.—¿No sería más fácil si te fueras como hiciste recién en la pista de carrera?—Sí, pero a veces se siente bien caminar.—Grr… No me refería a eso. &
El salón había quedado por completo vacío y sólo estábamos nosotros cuatro.—Charlotte tiene razón, debes controlar tus sentimientos si quieres seguir viviendo aquí. — repuso Fabián.—No sé de qué hablan. — les dije mientras me marchaba del lugar.—Casi nos mata y ni siquiera se dio cuenta. — acotó Cassiel frustrado.—Hay que admitir que sus poderes se le parecen…— dijo Charlotte.—Controló a todo un grupo de vampiros, manipulando sus emociones, llevándonos a todos al borde de la locura. Nunca nadie había tenido tanto poder. ¿Quién rayos es esa bruja? ¿De dónde vinieron estas cosas?—No, Cassiel. No son cosas… Sólo son un espécimen muy raro que deberemos
Ely había cursado ocho horas seguidas.—Claro que el almuerzo nos salvó a todos. Pero igual, una vez que terminó la clase a las cinco de la tarde, todos parecíamos unos zombis ambulantes. — reía luego de una extensa charla donde me explicaba los términos médicos que aprendió en el transcurso del día.La verdad era que muchas veces le entendía pero otras no podía seguirle el hilo y se terminaba riendo sola de sus propias bromas.Ya a lo último, me reía porque me causaba gracia su carcajada contagiosa.—Ada dijo que mañana a la mañana tienes gimnasia. — recordó repentinamente y aguardó mi confirmación con cara dudosa.—Así es. — dije tras sacar el folleto con mis horarios para así verificar s
La cena siguió su curso y al final de la velada comprendimos que tampoco habría ayudantes de limpieza en la cocina, por lo tanto nos dividimos las tareas entre todos para así limpiar la mesa, ollas y platos, así como cada uno de los utensilios y vasos. Después de lavarlos y guardarlos ya estábamos listos para irnos a descansar.—Sol… Sol…— golpeó mi puerta un par de veces hasta que finalmente la abrí.—¿Ely? ¿Qué pasa? Son las doce de la noche. — anuncié la hora con un bostezo.—Si, lo sé. Es que me olvidé de avisarte que debido al golpe que te diste, decidí dejarte en observación por veinticuatro horas.—¿Que qué? — cuestioné mientras luchaba con todas mis fuerzas para mantenerme despierta.
Comencé a escuchar un sonido que era verdaderamente muy molesto, para cuando logré despertarme del todo, entre la confusión que me invadía noté que alguien estaba tocando a la puerta. Caminé a la entrada de la habitación y tras abrirla encontré a un Esteban con aspecto preocupado.—Ely nos contó sobre el golpe en la cabeza y nos pidió…—Si, si… unas preguntas. — dije bostezando y saliendo afuera de la habitación noté que estaba todo a oscuras. Solo se veía el reflejo de la luna entrando por la ventana del pasillo iluminando escasamente el lugar.—No quise encender las luces… cuando prendí las de las escaleras me quise morir de la ceguera que me dejó. No quería que te pasara lo mismo, mucho menos en tu estado.—&nb