—¿Qué familia ni que nada? —alcé la voz de inmediato, estaba tan molesta que hasta temblaba de la rabia.Mi papá, con una actitud como si nada, dijo:—Michael claramente sigue sintiendo algo por ti. Si tú le hablas, seguro estaría dispuesto a casarse contigo. Cuando se casen, vamos a ser familia, ¿y entonces nada? La deuda ya no tendría sentido, ¿no te parece?Escuchar eso me llenó de rabia, sentí que me iba a desmayar del coraje.Si no fuera por los veinte años que llevo siendo su hija, no lo reconocería como mi papá.Me aguanté y le hablé con un tono firme:—Jamás voy a estar con Michael. Devuélvele el dinero, te lo pido.—¿Devolverlo? ¡Ni pensarlo! ¡Fue muy difícil conseguir ese préstamo! Además, ya me gasté casi todo.—¡Papá! —le grité con la voz quebrada, llena de enojo—. ¿Hace nada no te prestó veinte millones? ¡Veinte millones!—Ay, tú no entiendes de inversiones niñita —dijo, prepotente.—Hija, escúchame, Michael es mucho mejor que Mateo, créeme. Quédate con él, no te vas a arre
Vi a Michael entrar con un traje impecable.Qué raro, ¿qué hace aquí?¿Estará buscando a alguien?Me levanté rápido, pensando en saludarlo, pero lo vi ir directo a la oficina del presidente sin siquiera voltear a verme.Me quedé como una estatua.Parece que me equivoqué. No vino por mí, vino a ver al señor Martínez.Entró como si nada, sin que la secretaria dijera nada. Me sorprendió. ¿No acaba de llegar al país? ¿Desde cuándo tiene tanta confianza con el jefe?Mientras pensaba en eso, escuché voces al lado mío.—Oye... ya había oído que el señor Martínez tiene un jefe.—Sí, sí. Dicen que el tipo que acaba de entrar es importante. ¿Será él?—¿No lo conoces? Es el segundo hijo de la familia Bernard. Es hermano de Mateo, el que está dando de qué hablar en los negocios.Al oír el nombre de Mateo, me azaré un momento.Por suerte, no parecían interesados en su vida personal.Si no, fijo terminaban sabiendo que soy su exesposa.—Ah, con razón tiene tanta presencia. Vieron cómo entró directo c
Michael miró a Javier y le dijo:—Sal un momento por favor, quiero hablar con ella a solas.—De acuerdo —contestó Javier, sonriendo, y se fue sin decir nada.Al pasar junto a mí, me sonrió. Era una sonrisa con un mensaje subliminal.Cuando Javier salió, Michael me agarró del brazo y me llevó a la oficina del jefe.Con apuro, dijo:—Aurorita, estás haciendo muy bien tu trabajo, ¿por qué quieres dejarlo así nada más? ¿Es porque soy el dueño? ¿Y eso qué tiene que ver? Somos amigos, es normal que entre amigos se echen una mano.—Pero no es lo mismo.—¿Qué no es lo mismo? Ya nos tenemos confianza.—Le prometí a Mateo que no tendría nada que ver contigo. Le dije a la cara que no trabajaría para ti. Tengo que cumplir con eso por lo menos.—Mateo, otra vez Mateo... Aurorita, ¿no te hizo suficiente daño la vez pasada con lo de mi abuela? ¿Ese bobo no sabe hacer otra cosa que no sea lastimarte?Me mordí el labio, sin saber qué contestar.En el fondo, no era solo por Mateo. También era por esa nec
Mateo Bernard me cogió por casi media semana. Por supuesto, yo también me lo cogí a él. Lo hubiera hecho a gusto, de no ser por el hecho de que él se aprovechó de mi estado. Él era tan solo un pobretón a quien yo no solo no dejaba que me pusiera ni un dedo encima, sino que también lo menospreciaba y pisoteaba.Ahora, irónicamente yo soy quien ha caído en la pobreza y la desgracia, y él, en cambio, ha prosperado. Pero, como si quisiera vengarse por toda su frustración, ahora de verdad me hacía el amor, y me lo hacía con mucha hambre de mi………Mi ahora esposo por error que vino a vivir a mi casa.¿Y por qué esposo por error? Porque, al principio, su hermano era quien me gustaba e incluso salía con él. Pero, en una reunión de fraternidad, terminé teniendo sexo con el hermano equivocado en medio de mi borrachera. Y todo el mundo se enteró.Al final, mi padre no tuvo más remedio que pedirme que me case con él, para no deshonrar a la familia. Así, él se convirtió en su yerno y acabó vivi
Al no tener nada más que hacer y de los nervios tan terribles que sentía, me puse como una niña de preescolar a jugar con mis dedos, mientras yo explicaba el motivo de mi visita.Me vio directo a los ojos, como cuestionándome esto me puse mucho más nerviosa. Pero luego, sonrió y me preguntó:—¿Y por qué crees que debería ayudarte?Sabía que pedirle el favor sería en vano, así que, nerviosa, sonreí tontamente y le respondí:—Entonces, supongo que mejor olvida que vine.Claro, después de cómo lo tratamos en el pasado, era un milagro que no buscara venganza contra toda mi familia. ¿Cómo iba siquiera a considerar ayudarnos?¿En serio porque había venido a suplicarle? Cuanto más lo pensaba, más se me arrugaba la cara de la mucha vergüenza, era bien ilusa yo.Di media vuelta para irme, pero él me detuvo.—No te vayas aún—empezó—, ¿habla a ver qué estás dispuesta a ofrecerme para que te ayude? Si vale la pena, no me importaría echarles una mano.Me quedé paralizada. Pensé y pensé, pero
—¡Mira nada más y donde me la vengo a encontrar! ¿Esa de allí no es la señorita Aurora, la dulce esposa del señor Bernard? ¿También por estos lares de fiesta? Ups, espera quizás me equivoco... ¿De fiesta y con uniforme del antro? —Su burla llenó el aire y fue seguida de un corridillo de rumores.Apreté con fuerza el carrito de bebidas. Inhalé profundo. De nada servía esconderme; ya me habían visto. Y ahora estaban decididos a humillarme, no tenía cómo escapar. Lo mejor para mí en ese momento era enfrentar la situación con la cabeza en alto, sin dejarme menospreciar. Quizá, con algo de suerte, hasta lograría sacarles una propina, jajaja.Por más vergonzante o no que fuera trabajar en un antro de noche, pero las deudas nos asfixiaban; cada día los cobradores golpeaban la puerta más fuerte. Mi padre no paraba de repetir que ya no quería vivir, mi madre lloraba sin descanso y mi hermano ahora trabajaba todo el día de mensajero. ¿Para qué seguir insistiendo en mantener un orgullo inútil y
No supe qué decir, solo pude responder con una mueca, aunque en realidad quería decirle: —¿Estás loco o qué?.A pesar de todo, me di cuenta que él no era aquel hombre humilde que todos despreciaban; ahora tenía poder y dinero. Así que me tragué el impulso de insultarlo y forcé una sonrisa:—Señor Bernard, deje las bromas para otro momento. Tengo que seguir trabajando. Adiós.—¿Por qué Daniel sí puede y yo no? —preguntó de repente, con una frialdad que me dejó paralizada.Me molesté.—¿Qué es lo que Daniel puede hacer que tú no? ¿De qué habla?—Hace un momento —respondió con calma. — Dijiste que, si Daniel ponía un millón, pasarías una noche con él. Yo puedo darte cien mil, pero no aceptas pasar una noche conmigo. ¿Por qué?Blanqueé los ojos.Lo que había dicho antes no era en serio, Daniel es avaro y esa cantidad para él es imposible. Solo lo había dicho para provocarlo, pero Mateo lo había tomado en serio.Dio un paso hacia mí, con un cigarrillo entre los dedos. Sopló un anill
Me puse bastante nerviosa al verlo salir del baño, cubierto únicamente con una toalla atada a la cintura.Su físico era impresionante: hombros anchos, cintura pequeña, todo en perfecto equilibrio. Su piel no era oscura, pero tampoco se veía pálido como un enfermo. Brillaba con una vitalidad que resaltaba su fuerza.Nunca antes había permitido que se mostrara así frente a mí, y aquella vez en la reunión de exalumnos estaba tan borracha que no recordaba nada. Jamás me di cuenta de que tenía un cuerpo tan bien trabajado.Cuando me di cuenta que estaba mirándolo, y casi babeando por él, desvié incómoda la mirada rápidamente.Mateo se acercó, y con él, un rastro de calor envolvió el ambiente. Retrocedí un poco, insegura, y balbuceé:—Tienes… ¿Tienes hambre? Si quieres, yo... yo te preparo algo.Él se rio en voz baja, con un toque de burla.—¿Cocinar? ¿Tú? ¿Sabes siquiera servir un vaso de agua?Me dejó sin respuesta.Para él, yo no era más que una inútil niña rica, y la verdad no est