Capítulo 136
El celular no había ni vibrado, Mateo no me había vuelto a dirigir la palabra desde la llamada que me hizo anoche.Tal vez él ya sabía que me había mudado de la casa, pero simplemente ya no le importaba.

Saqué las dos partes rotas de la pulsera.

Hoy había quedado con el maestro para reparar esta pulsera, aunque no sabía si podría arreglarla.

Llegué a la tienda donde trabajan joyas, y el maestro, al ver las dos partes rotas de la pulsera, dijo sorprendido:

—¡No puede ser! Hoy en día no hay ni dónde conseguir pulseras tan bien hechas. ¿Cómo dejaste que se te rompiera esta belleza?

Cuando lo escuché, se me vino a la mente el momento en que la abuela Bernard me la dio, y sentí una culpa horrible.

Le pregunté al maestro:

—¿Crees que se pueda arreglar?

Me contestó:

—Con algo así de valioso, claro que voy a usar la mejor técnica para dejarla como nueva, pero…

—No importa cuánto cueste, mientras se pueda arreglar —dije rápido.

—No se trata del dinero. Aunque logre que no se note nada, la grieta
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