Capítulo 31

—Maldita, estúpida, qué me diste — le gritaba un furioso David a Alía. Esta última lo había drogado. David intentó ponerse de pie, pero no podía. Todo su cuerpo se sentía relajado, pero estaba muy consciente de lo que estaba pasando a su alrededor.

— ¿Qué pasó, David? ¿Tu teatro de esposo bueno se acabó? ¿Qué pensabas que me ibas a hacer, estúpido? No sé cómo no eres un poco más inteligente.

Alía estaba más relajada ahora. Ella creía hacer una locura como la de tener que quemar esa hermosa cabaña para que el hombre le permitiera salir, pero después de buscar un rato más, encontró una gaveta con seguro. No fue difícil para ella abrirla, pues con un poco de fuerza esta cedió. Se notaba que su madera ya estaba podrida. Después encontró las pastillas que David había guardado en el lugar.

Se hizo la desentendida y para no levantar sospechas, preparó un té para hacer caer a David. Ella tenía que salir de allí y volver con su familia. No en vano, van a fallas las técnicas de defensa personal
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