—¿Puedo pasar? —Erik asomó su cabeza por la puerta—Es tu habitación, ¿no?—También es tuya.—Eso no es cierto. Llévame a mi habitación —demandó—Esta es tu habitación, nuestra habitación —corrigió Erik.—Entonces me iré por mi cuenta. —Hedda se sentó en la cama y se apoyó en su pie sano para levantarse, no dio ni un paso porque Erik la levantó en sus brazos.—¿Por qué no cedes un poco? —Se sentó en la cama con ella en sus regazos.—¿Por qué debería? Cuando lo intenté, enviaste a mi doncella a un calabozo sin ningún motivo.—Ya me disculpé por eso. Y prometí no volver hacerlo ¿No vas a perdonarme?—¿Lo hiciste? —Erik dedujo que ella no recordaba su corta conversación de anoche.—Sí, bueno, pero creo que estabas dormida.—Eso no cuenta, pero si de verdad no lo sientes. Es inútil que lo hagas.—De verdad lo siento. Nunca fue mi intensión lastimarla, y menos a ti. —Ella jamás pensó que miraría al príncipe pedir su perdón. Tenía que reconocer que tanto sus palabras como su mirada estaban
—No entiendo por qué insistes en hacer esto. —Erik estaba de rodillas frotando el tobillo de Hedda con un ungüento—. Nilsa lo puede hacer. Además, ya estoy bien, puedo caminar, Kaira dijo que podía dejar las medicinas. —Erik no respondió nada, en su lugar seguía concentrado en su tarea. Pasaron varios días de la misma manera. Él cuidándola y ella refutando lo exagerado que era. Solo cuando Erik tenía que salir le quitaba la vista de encima. Temía que se lastimara nuevamente y conociendo lo inquieta que ella era, lastimarse era una posibilidad.Fue un enorme alivio para el príncipe que la molestia que ella tenía con él quedara en el pasado y ella le permitiera volver a estar cerca. Aunque tenía que reprimir su deseo de besarla. Pero esperaría hasta que estuviera dispuesta nuevamente. Si no, era un hecho que no lo dejaría pasar en la noche de su boda, que por cierto ya faltaba muy poco.—Solo estoy cuidándote, bella —decía mientras se colocaba de pie y la ayudaba a ella a levantarse tam
—Hedda, lamento no haber venido antes y no evitar que tus padres te dieran en matrimonio. —¿De verdad lo hubiera evitado? Él nunca siquiera habló de ir a conocer a sus padres, menos hablarle a ella de su familia. Sin duda, ver a Karl frente a ella le trajo bonitos recuerdos que parecían muy lejanos. Pero era el hombre detrás de Karl el que captaba toda su atención. Parecía que no podían quitarse la mirada de encima. Debería de ser una decisión difícil en la que se vería obligada a pensar primeramente en su familia antes que en ella. ¿Pero por qué no estaba siendo así? Esta vez no tenía que pensar en lo que debía hacer, solo en lo que quería: «¿Quería quedarse con el príncipe?»— Hedda —La voz de Karl la sacó de sus pensamientos. Él extendió su mano.—Lo siento, de verdad —Caminó hacía Erik y se aferró a su brazo. Pudo sentir sus músculos muy tensos como si estuviera luchando consigo mismo, entonces tomó su mano—. Aquí me quedaré, este es mi hogar ahora. —Y no se refería precisamente al
La puerta se abrió de golpe sacándola de sus pensamientos, Astrid entró muy alegre como siempre, corrió hacia ella lanzándose en la cama encima de Hedda.—¡Astrid!—¿Qué haces aquí, creí que iríamos a hacer galletas? —reclamó Astrid como una niña.—Estaba por ir a buscarte. —Astrid entrecerró los ojos como si no le hubiera creído—. Claro que sí, mi niña —Hedda se levantó de la cama—. Vamos antes de que Jonna se arrepienta de habernos prestado su cocina.—Sí, vamos. —Salieron de la habitación tomadas de las manos; en el camino se encontraron a Nilsa y luego a Raner y Astrid lo arrastró hasta la cocina.—¿Qué haremos? —preguntó Raner después de verse batir unos huevos, y que no supo en qué momento se dejó convencer de hacerlo.—Hedda nos hará las galletas que su mamá le enseñó.—¿En serio? —Hedda sonrió mientras asentía emocionada—. Espero que sean suficientes para todos.—Será suficiente, el problema es que tú comes más de lo que necesitas —se quejó Astrid.—Eso es muy cierto —dijo Ein
El carruaje del príncipe se detuvo frente a la entrada principal de la casa. El padre de Hedda fue el primero en acercarse apenas el príncipe bajó.—Príncipe Erik —dijo Aron mientras hacía una reverencia, al igual que Frey la madre de Hedda. Detrás de ellos estaban sus dos hijos. Derick, el mayor. Y Henerick, el menor—. Bienvenido.—Señor Aron —saludó Erik dándole un apretón de mano—, princesa Frey —se dirigió a la madre de Hedda y depositó un beso en el dorso de su mano.—¿Cómo está mi hija? —preguntó sin más. Erik sonrió, pudo saber de inmediato lo ansiosos que estaban por saber de Hedda. Se giró hacía el carruaje, extendió su mano y ayudó a Hedda a bajar.—Hermana. —Henerick, corrió hacia ella y se lanzó a abrazarla. Erik dejó su mano en su espalda para evitar cualquier accidente que se imaginó por la manera en cómo el hermano de Hedda se lanzó—. Qué bueno verte, te extrañé mucho.—También me da gusto verte, hermanito. —Hedda miró a sus padres—. Papá, mamá —saludó a sus padres. Ell
—¿Dije algo malo?—No claro que no —contestó él, mientras sonreía.—Disculpa si soy imprudente. Pero ¿puedo preguntar por tu padre? —Estaba seguro de que no era el único que sentía curiosidad. Era obvio que el padre de Nilsa era un hombre blanco. Ella no tenía la piel oscura. Su piel era clara, sus ojos eran de un verde intenso. Tenía su nariz y labios finos. No se parecía en nada a su madre ni siquiera en su cabello. Nilsa tenía sus rizos muy sueltos y algunos mechones rubios a pesar de que su cabello era como de un color marrón. Su belleza no podía pasar desapercibida.Ella lo miró y se estaba debatiendo en si responderle o no. Nunca había hablado de su padre con nadie a excepción de Hedda. Decidió responderle, solo por compensarle la noche anterior que él le compartió anécdotas divertidas de su vida e hizo que pasara un rato agradable.—Perdón, no quise…—No, está bien —empezó a hablar ella—. No recuerdo mucho de mi padre y sí, él era o es un hombre de piel blanca. A él le debo el
cinco años antes.El rey Melker recibió un mensaje de uno de sus generales. Luego de leerlo empuñó su mano arrugando el pedazo de papel.«Me niego a creerlo» —pensó.Hace semanas que no sabía nada de su hijo y del ejército que él comandaba. Se empezaban a difundir rumores de una rebelión por parte del príncipe Erik. Sus consejeros, queriendo evitar un golpe en caso de que eso fuera verdad. Le habían aconsejado al rey que enviara a capturar a su propio hijo.—Mi rey, nuestro hijo es incapaz de traicionarlo. —Dijo la reina. El rey, quería creer lo mismo. Pero debía tomar una decisión. Y no tenía mucho tiempo. Tenía a la corte exigiendo la captura del príncipe, pero el mayor problema, era el ejército del reino de Slarin el cual avanzaba hacia su ciudad.—Lo sé —musitó. Su hijo podría ser un orgulloso y presumido, pero nunca un traidor. A sus tres hijos varones se había encargado de enseñarles el honor, la lealtad y responsabilidad. Y sabía que su heredero tenía esas tres características.
—Príncipe Erik —saludó Aron. Él lo miró por unos segundos sin decir nada. Se conocían porque sus padres invitaban a los padres de Hedda a algunos banquetes en el palacio.—¿Qué hace tan lejos de la ciudad? —cuestionó sin responder a su saludo; no le dejó que contestara, en su lugar hizo un par de preguntas más—. ¿Por qué trae a su hija a un lugar como este? ¿Sabe el peligro en el que hubiera estado si se hubiera encontrado con otra persona o con algún animal salvaje?Aron no sabía qué decir porque, aunque no le gustara el tono con el que le hablaba, él tenía razón. Erik se colocó de pie.—Fue para cuidarla por lo que usted y su familia vinieron hasta Besian, ¿no?—Así es, príncipe.—Pues no lo parece. Creo que ella estaría más segura en el palacio de mis padres o en el mío.Había pasado casi tres años desde que ambos reinos habían firmado el acuerdo. El rey Harald tenía cuatro hijos y su única hija era la madre de Hedda y ella su única nieta. Tenía algunas sobrinas, pero unas ya casad