Algunos días después. Hedda corrió a sus brazos apenas lo vio llegar. —Cuidado, bella, puedes lastimarte. —Sé que no dejarías que eso suceda. —Tienes razón. —Erik la había atrapado en sus brazos sin que tocara el suelo mientras la besaba y por supuesto que nunca volvería a permitir que algo le hiciera daño, ni siquiera él. Todo el tiempo ella se había mantenido en calma mientras esperaba por él. En parte, era su confianza en su esposo y, también sabía que su padre le daba algún té que la hacía estar tranquila. Erik volvió a colocarla en el suelo, se inclinó hacia delante y colocando una rodilla en el suelo acarició su vientre, luego depositó un beso— ¿Cómo se ha comportado nuestro hijo? —preguntó. —No me ha dado muchos problemas. —Me da gusto saberlo. Es hora de volver a casa, mi bella de ojos grises —dijo antes de volver a besar sus labios—. Te amo. —Y yo a ti. Había muchas cosas por hacer, y unas de ellas eran las bodas de sus amigas. Primero, la de su querida Nilsa, la cual
Hedda miró hacia abajo; esa sería una caída de varios metros de altura, ese castillo era realmente enorme. Si no moría al caer, quedaría con muchos o todos sus huesos rotos. Se sostuvo con todas sus fuerzas, pero temía que estaba vez las cosas no saldrían como las había aplaneado.Todo iba bien hasta que resbaló; el plan era perfecto: subir al balcón, llegar a las enormes ramas de los árboles, luego descender hasta el suelo. Estaba seguro que así podría huir de aquel lugar. Era algo sencillo para ella, lo podía hacer desde niña, subir y bajar de los árboles sin ningún problema.—Al parecer la suerte no está de mi lado en esta ocasión. —Dijo casi al borde del llanto.«¿Por qué tuvo que pasar esto? ¿Por qué mi padre tenía que darme en matrimonio con alguien que ni conozco?» —pensó.Quizás a muchas personas no les importaba si conocías o no, con quién ibas a casarte, los intereses de por medio eran lo verdaderamente importante para las familias, en especial para una como la de ella. Aun
Hedda vio al hombre frente a ella y parecía tener a otra persona diferente a la que le había hablado hace un momento. Su rostro cambió de ser frío a cálido, sus ojos azules estaban fijos en ella, se estremeció ante esa mirada, no había visto a nadie con ese azul tan profundo o «¿tal vez sí?». No, eso era imposible. Su piel se erizó cuando se dio cuenta de su tacto.—¿Qué…, qué acuerdo? —Preguntó limpiando sus mejillas humedecidas por las lágrimas.—Nos casaremos y cumpliremos con nuestras obligaciones. Si en dos años, como máximo, aún quieres irte, lo aceptaré y te dejaré ir.—¿Qué? ¿De qué habla, príncipe? —Cuestionó.—De una oportunidad para todos, tu familia, tu pueblo, y tú…, tú podrás elegir lo que quieras después de un año. Te doy mi palabra.Hedda seguía dudando, no estaba segura de si eso era posible. «¿Pero en que estaba pensando el príncipe Erik? Era una locura»; aun así, él se miraba tan seguro y por un momento quiso confiar él, ¿podría hacerlo? Deseaba tanto que así fuera.
Tenía que aceptar que intentar escapar había sido su mayor estupidez.El beso que Erik le dio apagó todo pensamiento, se mordió el labio porque la sensación de aquel beso aún permanecía en sus labios. Su perfume era exquisito y el toque de sus manos hacía que su cuerpo experimentara una especie de hormigueo, y no respondiera a lo que su mente le dictaba. Era como si la hubiera estado controlando. Hedda sacudió su cabeza como si de esa forma pudiera hacer que esos pensamientos salieran de su mente, el rumbo que estaban tomando no era el que debían.—¡Hedda! —Se sobresaltó con la voz aguda de Nilsa.—¿Qué sucede? ¿Por qué gritas? —reclamó Hedda.—Te he estado hablando desde hace tiempo. ¿Qué te sucede? Desde anoche estás distraída. —Ella quería hablar con su amiga y contarle sobre lo que le había dicho el príncipe anoche, pero él le advirtió que sería solo entre ellos dos. Y entendía el motivo.—Tengo que hablar con Karl —dijo en lugar de lo que estaba pensando. No porque pensara que aú
—¡Lo encontré! —gritó un soldado. Su mirada estaba puesta en el suelo. Levantó la cabeza de inmediato e intentó ir hacia ahí. Pero la persona que la sostenía de su brazo no la dejó. Frunció el ceño y volteó a ver, era Kaira.—No se preocupe, princesa, lo traerán hasta aquí —dijo la joven sanadora.«¿Estaba preocupada por el príncipe?»Trató de convencerse de que era porque no quería ver morir a nadie, ni siquiera a él. Pero su corazón parecía empeñado en hacerle saber algo más. Sus ojos volvieron a ponerse acuosos cuando vio a varios hombres que cargaban el cuerpo de Erik. Esta vez nadie la detuvo y corrió hacia él. Tomó su mano mientras lo colocaban en una especie de camilla.Se colocó de rodillas a un costado de su cuerpo, mientras al otro lado Kaira empezó a examinarlo. Hedda tomó el rostro del príncipe en sus manos.—Príncipe —musitó mientras limpiaba la tierra de su rostro—, Erik —volvió a llamarlo ella, pero no obtuvo ninguna respuesta.—Presiona aquí —Le pidió Kaira, Hedda sin
Hedda despertó por la luz del sol que entraba en la habitación. Intentó mover su cuerpo, pero los brazos que rodeaba su cuerpo se lo impidieron. Cuando su mente al fin se aclaró recordó el lugar en donde estaba, lo sucedido el día y la noche anterior. No podía negar que había dormido profundamente, algo que creyó que no era posible. Los labios del príncipe descansaban sobre su frente permitiéndole sentir su respiración acompasada, entonces supo que él aún dormía. Arqueó su cuello para poder ver su rostro y le dio gusto ver que estaba relajado, se hubiera sentido culpable si así no fuera.No había visto o quizás no quería hacerlo, pero tenía que reconocer que el príncipe era un hombre realmente atractivo. Sintió el impulso de acariciar su rostro, pero reprimió ese deseo tan pronto apareció. No quería arriesgarse a que él despertara y no veía forma de salir de la cama sin que se diera cuenta.Se preguntó si Karl la habría ido a buscar al mismo lugar de siempre. Habían pasado casi cuatro
—Príncipe, si se da cuenta de que no tengo opción, ¿verdad?—¿Te irás dejando atrás a tu hijo?—No, no quiero hacer eso. —Ella no se ve dando a luz a una criatura y luego abandonarla. «¿Qué clase de madre sería? Jamás haría algo así» Vio nuevamente ese brillo en sus ojos. Hedda entrelazó sus dedos algo nerviosa, aún no estaba segura de nada. Pero, si no estaba equivocada, él la quería a su lado, ya sea porque tenía sentimientos por ella o por algún instinto de posesividad, como sea—. Déjeme preguntarle algo, su alteza. ¿Usted desea que yo me quede?—Quiero tener a mi esposa e hijo conmigo —contestó él.Había algo que Hedda no podía pasar por alto. El príncipe salvó su vida cuando intentó escapar, no se desquitó con ella ni con su familia por faltar a su acuerdo. Además, le estaba dando la oportunidad de dejarlo si así lo quería dentro de un año, lo menos que podía hacer era darle una oportunidad a él también. No tenía idea de donde había salido eso, pero recién lo había decidido.—Tie
La mujer mayor se dio la vuelta para volver a llamarles la atención.—Ustedes no… —Pero sus palabras quedaron atoradas en su garganta. Hedda estaba de pie en la entrada de la cocina, las chicas que estaban hablando antes vieron su reacción, se giraron para ver detrás de ellas y sus rostros se pusieron pálidos.—Se… señora —Jonna hizo una reverencia y las demás sirvientas la imitaron—. ¿Puedo ayudarla en algo? —preguntó nerviosa.—Solo necesito un poco de agua —contestó fingiendo estar tranquila. Y la mujer mayor casi corrió para servir el agua a la recién llegada, que pronto sería la dueña del palacio, si es que no lo era ya. Hedda tomó el jarro con agua, agradeció para luego dar media vuelta y salir. Einar fulminó con la mirada a las mujeres antes de salir también de la cocina detrás de Hedda.Hedda llegó a su habitación y mientras tomaba agua no pudo evitar pensar en todo lo que había escuchado en la cocina.—No tiene concubinas, pero sí amantes —Dijo apenas en un susurro. Tal vez d