Hedda estaba sentada a la par de Erik en la biblioteca, él insistió en que se quedara cuando ella intentó dejarlo a solas con Raner y Einar para tratar asuntos que sabía que eran importantes. —¿Entonces, esto fue todo lo que encontraste? —cuestionó Erik, observando un pedazo de tela amarillenta. —Sí, el dueño de la posada me confirmó que varios hombres que se hospedaron ahí llevaban ese tatuaje en su brazo. También dice que la cantidad de viajeros que pasan por ahí se ha multiplicado. —¿Desde hace cuánto tiempo? —Más de un año. —¿Serán espías? —preguntó Einar. —No creo, un espía prefiere dormir en una cueva en las montañas, ocultarse lo más que pueda para no ser visto. Es difícil que un espía pase por un pueblo fronterizo y se quede ahí. —Tienes razón. —¿Puedo ver? —dijo Hedda que hasta ese momento solo había estado escuchando. Erik deslizó el pedazo de tela por la mesa hasta ella. Hedda lo tomó en sus manos, su ceño se frunció y su mente pareció perderse en algún recuerdo. —
Erik se había acercado a ella también cuando la vio palidecer, la atrapó antes de que se estrellara contra el suelo. Incluso él se sentía mareado, pero fue lo suficientemente rápido y fuerte para mantenerse en pie. No iba a dejar que ella se lastimara. Erik estaba desesperado llamando a su esposa para que despertara y pidiéndole a Aron que hiciera algo. Aron no necesitó que le explicaran lo que había pasado. —¿Cuántas veces hizo la extracción? —preguntó. —Tres veces —contestó Raner. Tal vez era la experiencia y no porque no se sintiera desesperado también, era su hija, pero debía mantener su mente concentrada para poder salvarla. Aron no podía evitar enseñarle algunas cosas a su curiosa hija. Ella siempre estaba detrás de él. Después de su experiencia de hace más de cinco años en el norte de Besian, cuando por poco una serpiente muy venenosa muerde a su hija, Aron le había dado un antídoto que conocía muy bien para poder hacerla inmune a esos venenos, pero sabía que el efecto sol
—Erik… Él estaba viendo por la ventana, no la escuchó porque su voz era muy débil y su garganta estaba reseca. Ella hizo un esfuerzo por abrir sus ojos, le pesaban, pero podía sentirlo y oler su perfume, sabía que él estaba cerca. Observó el techo y las paredes y se dio cuenta de que no estaba en la habitación que compartía con su esposo. —Erik —dijo un poco más alto, cuando logró observarlo. Él se giró de inmediato y dando grandes pasos llegó hasta ella. —¡Bella! —él se sentó a su lado tomando una de sus manos—, al fin despertaste. —Ambos sonrieron. —Agua —pidió ella, y él de inmediato le dio de tomar con mucho cuidado. Retiró el vaso cuando ella acabó. —¿Estás bien? —preguntó ella, aún preocupada. Era ella quien estaba luchando por su vida y la de su hijo; aun así, estaba preocupada por él. —Lo estoy —depositó un beso en el dorso de su mano y le sonrió. —Gracias al cielo —exclamó—, no podría vivir si algo te sucede. —¿Y crees que yo podría vivir sin ti? —Erik acunó su rostro
La nieve no era mucha en el norte, pero si no emprendían de regreso su viaje a la capital, podrían quedar atrapados en una tormenta que probablemente llegaría en las próximas horas, y eso los atrasaría demasiado, no se perdonaría si le fallaba a su hermano y a su cuñada. Habían estado buscando casi toda la mañana en aquella montaña a las orillas de aquel rio. No fue hasta que llegaron a una enorme catarata, él la había visto antes y siempre se quedaba maravillado por lo imponente y majestuosa que se miraba. —¡La encontré! —Gritó Maija; dejó de observar la catarata para concentrarse en su prometida, ella estaba del otro lado del río. Cruzó de inmediato sobre las rocas, el agua no era profunda, pero la evitó porque de seguro estaba demasiado fría. Se unieron en un abrazo lleno de felicidad y esperanza. Tomaron la cantidad que necesitaban y las guardaron dentro de su bolso. Aunque el lugar era hermoso, tenían una misión que concretar y un largo camino. —Bajaremos por este lado, el cami
—¿Estás seguro? —Erik se acercó más a su padre y lo tomó por los hombros. —No le había dicho esto antes porque necesitaba más información; descubrimos movimientos sospechosos en el sur, alguien está tramando algo, puede que esto tenga que ver con Soren y he enviado a averiguar. Pero necesito a mi hermano primero, antes de tomar una decisión. Melker creyó que su hijo se rehusaba solo por no alejarse de su esposa, pero ahora podía ver que tenía razón, no podía irse con todo su ejército y dejar a Besian desprotegido; aun en medio del caos, estaba pensando en su pueblo. —Está bien —su padre también lo tomó de sus hombros—, cuida de mi nieto y su madre. —Gracias, padre. —Cuando el rey se marchó, Einar entró a la sala, no había podido hablar con el príncipe, porque no se había separado de Hedda, entonces el general aprovechó para darle su informe. —Lo encontraste —dijo Erik tomando aquel sello en forma de anillo. —Sí —contestó el general, orgulloso de sí mismo—. Al parecer, el príncip
Hace dos días que su esposo se había marchado. El día estaba un poco gris; aun así, quiso caminar por el jardín, mientras leía su carta. Ahora que estaba al tanto de la situación y la muerte de sus tíos, no solo le preocupaba la seguridad de Erik y su pueblo, sino el caos que podría estar en su reino sin ninguno de los príncipes que debían heredar el trono de su familia y, peor aún, con su abuelo enfermo. Debido a la situación de guerra en Hedal, no pudieron asistir al funeral de los príncipes Hedalis y tampoco podía estar con su abuelo hasta que la guerra terminara. Aquel acuerdo de paz, sellado con su matrimonio, había sido lo mejor que le había pasado, no solo para ella, sino para todo su pueblo también, el apoyo de Besian era la mayor esperanza para Hedal. Por otro lado, Raner ansiaba estar recuperado y así unirse a la batalla junto a su hermano. Erik no le había permitido participar en nada hasta que estuviera totalmente recuperado, y mientras eso sucedía, aprovechó para hablar
Reino de Hedal. —General Frans. —Príncipe Gerd —Ambos hombres se saludaron—. ¿Dónde está el príncipe Erik? —cuestionó. Según la carta que recibió del rey Melker, él enviaría a su hijo con su ejército para apoyarlos en la batalla contra Slarin. —Su ejército está detrás de nosotros —mintió por supuesto. Si al general Frans le pareció algo extraño, no lo demostró. Al final, ya tenía lo que necesitaban y eso era el apoyo de Besian—. Ahora vayamos a hablar con ellos y a ofrecerle que se rindan —Sugirió Gerd, su intención era hacerles saber que el ejército de Besian estaba ahí. Usó una de las armaduras de Erik y ocultó su rostro. Después de que Gerd les dijera amablemente que se rindieran, el general que dirigía a los soldados de Slarin no dijo ni una palabra, dio la vuelta y se marchó a su campamento. Una vez que supo que el príncipe Erik se había sumado a la batalla, envió un mensaje a su rey, este le había ordenado que se mostrara cada día con intenciones de atacar, pero sin hacerlo
Algunos días después. Hedda corrió a sus brazos apenas lo vio llegar. —Cuidado, bella, puedes lastimarte. —Sé que no dejarías que eso suceda. —Tienes razón. —Erik la había atrapado en sus brazos sin que tocara el suelo mientras la besaba y por supuesto que nunca volvería a permitir que algo le hiciera daño, ni siquiera él. Todo el tiempo ella se había mantenido en calma mientras esperaba por él. En parte, era su confianza en su esposo y, también sabía que su padre le daba algún té que la hacía estar tranquila. Erik volvió a colocarla en el suelo, se inclinó hacia delante y colocando una rodilla en el suelo acarició su vientre, luego depositó un beso— ¿Cómo se ha comportado nuestro hijo? —preguntó. —No me ha dado muchos problemas. —Me da gusto saberlo. Es hora de volver a casa, mi bella de ojos grises —dijo antes de volver a besar sus labios—. Te amo. —Y yo a ti. Había muchas cosas por hacer, y unas de ellas eran las bodas de sus amigas. Primero, la de su querida Nilsa, la cual