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~NOTAS PARA RECORDAR~

❁❁❁❁❁❁

Me gustaría vivir una vida sin remordimientos.

Desearía cambiar y ser alguien mejor para todos.

Estaba comenzando a sentirme solo.

No quería ver cómo todos me dejaban atrás.

Cómo me remplazaban y jugaban conmigo.

A veces quisiera solo gritar

Desaparecer.

~OWEN.

❁❁❁❁❁❁

Esas fueron las palabras que escribí en mi bloc de notas; ese pequeño bloc que había encontrado en casa y había guardado en mi mochila esa misma mañana de forma inconsciente. Me encogí de hombros y miré por la ventana, el cielo azul y nubes blancas; otra mañana más en la facultad, otra mañana fría de septiembre. Me sentí solo. Sentí que no deseaba estar ahí, ya no.

Miré una vez más lo que había escrito, luego simplemente corté las notas y las aplasté dentro de mi puño y las arrojé al fondo de mi mochila sin dedicarles una mirada más. Y sin saberlo esas serían las primeras notas que escribiría durante los siguientes meses; a ellas le seguirían muchas otras más, muchas. Pensamientos de soledad. Risas. Sensaciones y emociones negativas sobre quién era. Días buenos y otros no tanto. Odio. Amor. Deseo en muchas formas. Mi vida. Él. Ella. Mis padres. Mi ansiedad. Mis miedos irracionales. 

Escribiría sobre cómo comencé a enamorarme de alguien. 

Escribiría antes de saber que estaba enamorado.

Escribiría sobre mí en algunas notas que luego podría mirar y recordar. 

Escribiría mucho esos meses sin saberlo, sin realmente proponerme. 

Me haría sentir mejor...

❁❁

Esa mañana después de mis clases de física, en mi período libre encontré a Mackenzie por los corredores, su amplia sonrisa se ensanchó en su rostro al verme y tomó mi mano para caminar juntos, yo la aleje suavemente, odiaba mucho aquellas muestras de afecto que solía hacerme.  Aunque de alguna forma me hizo relajarme un poco, dejar de pensar un poco en mí mismo, me ayudó a no sentirme tan solo.  

—Ven conmigo, literatura moderna – me guiñó un ojo y tomó un sorbo del café caliente que llevaba en sus manos.

—No. Iré a buscar a Joseph – dije, ella gruñó.

—¿Por qué siempre quieres estar con él? – me encogí de hombros y sonreí.

—Vamos, al menos acompáñame a ese horrible lugar, luego podrás buscar a Joseph – tomó de nuevo mi mano y recorrimos los pasillos algo vacíos, no me resistí, de cualquier manera, no tenía nada que hacer aparte de vagar por los corredores antes de mi siguiente clase y pensar, sumirme en pensamientos que yo mismo estaba deseando abandonar justo ahora.

El salón comenzó a llenarse gradualmente de alumnos de grupos superiores, realmente había estado tentado en inscribir esa materia a mi plan de estudios, luego simplemente deseche la idea y la cambié por otra, así era yo, no me gustaba esforzarme demasiado en algo que no quería. 

Me acomode en una de las sillas vacías del fondo del salón y me relajé mientras escuchaba a medias la plática de Mackenzie sobre su familia y sus problemas.

Fue entonces que lo vi entrar.

Sus ojos se detuvieron en mí. 

Una vez.  

Otra vez. 

Y una vez más. 

Sus ojos eran azules. 

Eran cálidos.

Eran hermosos.

Sus mejillas salpicadas en rubor y su cabello castaño claro cayendo sobre sus ojos. Tragué con dificultad mientras veía al chico acomodarse en una de las sillas de enfrente; algo en mí se sintió pequeño y feliz. 

Sin darme cuenta, me quedé atrapado en ese chico.

En los movimientos de su espalda a través de su camisa blanca; en el brillo que su cabello claro captaba del sol que entraba por la ventana. Del suave contorno de sus pómulos y su mandíbula. Del largo de sus manos y la forma segura en que sostenía su bolígrafo. 

Él, todo él era hermoso… Demasiado hermoso. 

No volvió a mirarme luego de esas primeras miradas mientras buscaba su lugar.

Me vi intentando atrapar su mirada de nuevo. 

No lo logré. 

Solo me ignoró. 

Quizá ni siquiera me vio.

Probablemente solo fue un error, un error que hizo que mi mundo diera demasiadas vueltas, que me sintiera mareado y atrapado en esa habitación. 

Que sintiera que valía la pena estar ahí. 

Me quedé.

Aún con la mirada curiosa de Mackenzie sobre mi rostro, aun cuando me importaba poco o casi nada esa clase, me quedé.

Me quedé sólo para poder observarlo, para entender que él era real y estaba ahí, que yo estaba ahí. Y entender la extraña sensación que estaba sintiendo en ese momento por su causa. 

En el momento que el profesor Scott, pidió que leyera uno de los textos de la clase. 

Su voz era clara, fuerte, tranquila. 

Algo en mi interior cayó a pedazos y fue cruel y doloroso, pero cálido y tierno.

Descubrí su nombre ese mismo día. 

TANNER.  

Ese era su nombre. 

Garabatee su nombre en el block.

 TANNER. TANNER. TANNER. TANNER…

TANNER. TANNER. TANNER. TANNER…

TANNER. TANNER. TANNER. TANNER…

TANNER. TANNER. TANNER. TANNER…

Una vez, dos veces… perdí la cuenta. 

Lo rayé después de entender lo que hacía. 

Mis mejillas se sonrojaron, era un idiota.

❁❁❁

Al salir de clase tiré las notas a la b****a.

Mackenzie me observó durante algunos minutos, pero no dijo nada.

Ella no insistió o preguntó qué rayos pasaba. Lo cual agradecí en silencio. 

Después con un simple "Te veo luego" caminé lejos de ella, de esa clase y del recuerdo de sus ojos azules mirándome por primera vez y la sensación cálida que mi cuerpo sintió.

Pero pasé las siguientes horas pensando en él.

Aun cuando rechazaba la imagen de su rostro en mi mente e hice todo lo posible por concentrarme en algo más, fue imposible casi doloroso… me rendí al final.

Pase el día esperando volver a verlo. 

No lo vi en otra clase. 

O por los corredores del instituto. 

Me deprimí, ¿Cómo era eso posible?

¿Acaso me había enamorado a primera vista?

¿Incluso eso existía? 

¿Funcionaba para mí?

¿Quería realmente sentirme enamorado?

No lo sé. 

No lo quería descubrir. 

Fue en una clase que ni siquiera era la mía cuando lo vi, cuando algo dentro de mí cambió con demasiada prisa, ¿Cómo podía ser?

❁❁❁ 

Cuando las clases llegaron a su fin, fui el primero en tomar mis cosas e irme, incluso olvidé decirle a Mackenzie o Joseph que me iría primero, simplemente tome mis cosas y caminé de regreso a casa en silencio. En un silencio que me estaba comenzando a atormentar.

Cuando llegué a casa, sin nadie con quien hablar de mi día, fui a mi habitación y me tiré a la cama.

Traté de alejarlo de mi mente.

No funcionó.

Fue una simple mirada.

Como cualquier otra.

Pero el caos en mi interior decía lo contrario.

Quizá todo podría ser diferente, si yo lo fuera.

❁❁❁

Después de unas horas en las que estuve en silencio viendo el techo de mi habitación, pensando en lo difícil que sería continuar fingiendo que conocer a ese chico no había tocado una parte sensible de mí; mi madre me llamó para la cena. Bajé después de quitarme la ropa que había llevado a la escuela, cuando bajé vi a mi padre sentado en el comedor de la cocina, leía el periódico y tomaba café. Alzó la mirada al verme y yo sonreí en su dirección, pero no dije nada, me senté y empuje toda la comida que mi madre nos sirvió en silencio, ni siquiera me levante a ayudarla, lo cual a estas alturas me hacía sentir estúpido.

Cuando terminamos de cenar mamá me dio doble postre, supongo que noto algo extraño en mí, le agradecí con una leve sonrisa. Mis padres no dijeron nada tampoco, simplemente se limitaron a mirarse y a mirarme, no es como si fuera a decir algo, incluso yo no sabía que estaba pasando conmigo.

Sam, llegó tarde a casa.

Mi padre le llamó la atención en privado.

Fue el momento de subir a mi habitación.

Y traté de concentrarme en los deberes.

No lo conseguí.

Me fui a dormir.

❁❁❁

Salí de casa después de despedirme de mamá y ver a mi padre despedirme con la mano antes de marchar al trabajo. Caminé por el camino de acceso a mi casa, Mackenzie esperaba por mí de pie bajo el alto roble junto a la acera, normalmente me recogía para irnos juntos a la escuela como todos los días desde que tengo memoria.

Sonreí al verla.

Llevaba esa bufanda roja de ositos cafés que yo le había regalado en su cumpleaños hacía algunos años más como una broma de mi parte pero que ella tanto amaba desde que la vio. Vestía un abrigo negro y pantalones negros ajustados lo que hacía su bufanda destacar sobre manera en su atuendo.

—Hola – saludé, ella sonrió y yo le devolví la sonrisa por instinto y caminamos tranquilamente en el silencio de la mañana.

Entonces, lo vi.

Caminando sin prisa.

De la mano de una chica.

Él me miró.

Sus ojos azules eran preciosos. No entendía cómo no los había notado antes.

Tenía que dejar de pensar en eso.

No pude.

Mackenzie murmuró algo y jaló de mi manga. No le hice caso y ella no insistió y la vi rodear su cuerpo con sus propios brazos y encogerse en su abrigo.

Volví a mirarlo.

Algo dentro de mí comenzaba a doler. No podía entenderlo. Lo había conocido hacía menos de un día, sin embargo, estaba comenzando a hacer estragos en mí, en mi vida, en mis pensamientos. Era absurdo. Raro. Había oscuridad y celos a mi alrededor.

Lo vi abraza a aquella chica.

Ella reía y él la miraba.

Ella era linda.

Demasiado linda.

Cualquiera podría enamorarse de ella, incluso yo podría hacerlo si tan solo sus ojos azules no me hubieran mirado de esa forma ayer… sin tan solo…

Observé a la chica, de cabellos rojos y pecas en la nariz. Curvas suaves y preciosas. Una sonrisa de labios delgados. Labios rojos… Él tocó un mechón de su cabello rizado rojo, lo deslizó suavemente entre sus dedos mientras ella reía.

Toqué mi propio cabello rubio algo largo, lo aparté de mis ojos y miré mi propio cuerpo sintiéndome cohibido por primera vez en toda mi vida. Sintiendo que era insuficiente para llenar las expectativas de alguien más…

Mackenzie siguió el rumbo de mi mirada, observó a la pareja por lo que pareció demasiado tiempo, tanto que pude contar los latidos de mi corazón llenando el vacío, luego sin decir una palabra se concentró de nuevo en la calle delante de nosotros. Seguimos caminando.

Me sentí triste y herido. ¿Por qué? También quería saberlo.

Mackenzie se encargó de llenar el silencio después de un rato; me habló de las clases que no compartimos y sus proyectos por comenzar, solo pude mirar enfrente y encogerme en mi propio abrigo gris. Solo asentí a todo lo que dijo.

Agradecí que mantuviera el ritmo de la conversación y lo odié al mismo tiempo.

Tanner y la chica quedaron atrás.

Muy atrás.

Una parte de mí quería correr y volver a casa.

Esconderme, dejar de sentirme perdido, buscando esa pieza que faltaba.

❁❁❁

Me arrastré de una clase a otra, durante un largo período de tiempo, un poco aturdido, un poco cansado con esa estúpida situación.

Lo busqué. No lo encontré.

Mackenzie comenzó a mirarme raro durante algunos minutos, cuando nos encontramos en los casilleros, cuando casualmente la vi pasar por el pasillo frente a mi salón de clases, la ignoré un poco.

Ella se preocupaba demasiado por mí y era un fastidio en ciertas ocasiones, como ahora. Ella comenzaba a sospechar y eso era verdaderamente agotador, no quería darle mucha explicaciones, estaba cansado de hacer eso.

Sus ojos oscuros se habían detenido en mis notas en la clase de álgebra que compartíamos, me maldije por ser tan estúpido y descuidado.

Sus ojos oscuros se habían detenido en el nombre en mayúsculas que había escrito:

TANNER.

—¿Qué sucede con eso? – preguntó alzando una de sus cejas oscuras.

—Nada. Escribo para mi seminario – esa fue mi respuesta. Sus ojos cafés intranquilos buscaron la mentira, mis manos temblaron contra la madera de mi escritorio.

Le dije que trabajaba en un proyecto de escritura creativa este semestre.

Tragó con dificultad y asintió.

No estaba convencida.

No me creyó.

No dije nada más.

❁❁❁

Continué buscándolo durante esa mañana fría, terminé por encontrarlo en la cafetería; pero la chica pelirroja se colgaba de su brazo.

Tragué con fuerza cuando sus ojos azules se detuvieron en mí y me regaló una media sonrisa. Una sonrisa que recorrió con suavidad su hermoso rostro.

Mi corazón se vio hecho pedazos, aplastado. 

Sentí náuseas. Quise correr.

Traté de pensar en algo más.

Algo que no fuera él sonriendo, mirándome.

En lo estúpido que yo era.

Estúpido.

Estúpido.

Demasiado estúpido para ser verdad.

❁❁❁

 Joseph se sentó a mi lado para tomar el almuerzo.

Me sonrió y traté de quedarme con esa sonrisa. Su cabello castaño caía ligeramente sobre su frente haciéndolo lucir realmente atractivo, sus ojos color avellana me observaron por un momento, luego se concentró en el almuerzo frente a él.

Mackenzie se unió a nosotros luego de un rato.

Ella y Joseph comentaron sus clases y yo solo pude mirarlos mientras guardaba silencio.

Traté de encontrarlo en el mar de estudiantes que era la cafetería en esos momentos del día, pero no pude de nuevo.

Me frustré.  Quería gritar, lo necesitaba. Sentí las miradas nerviosas de Mackenzie y la ligera incomodidad que estaba surgiendo de ella al no entender la situación.

Algo dentro de mí comenzó a sentir pánico. Comencé a creer que estaba enloqueciendo y quizá así era.

Las posibilidades me sorprendían.

❁❁❁

Después del almuerzo, me obligué a mí mismo a seguir con mis clases aun cuando mi cuerpo se sentía pesado y tembloroso.

Con una sonrisa falsa en mis labios me despedí de Mackenzie y Joseph en los casilleros, fue ahí donde nos separamos por el resto del día escolar.

Y agradecí poder estar sólo de nuevo. Podía pensar mejor de esa manera, y lo necesitaba, porque nunca creí sentirme de esa manera por alguien. Alguien a quien no conocía. Alguien que tal vez ni siquiera sabía mi nombre.

Mi corazón se rompió en silencio.

Las notas de mi carpeta comenzaron a pesar.

¿Qué diablos me pasaba?

¿Cuántas notas había escrito para mí mismo hasta ahora?

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