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~NOTAS SOBRE UNA MENTIRA~

 Mi mamá me miró del otro lado de su taza, sus ojos verdes como los míos eran cálidos, pero algo fríos también, me encogí de hombros y a parte la mirada hacia el desayuno que ahora trataba de comer con demasiado esfuerzo. Mi padre leía el periódico como todas las mañanas y Sam había salido de casa hacía 10 minutos para tomar el autobús hacia la universidad.

Fue mi madre la primera en romper el silencio de aquella mañana algo gris, desee que todo aquello hubiese seguido de la misma manera. No tuve tanta suerte.

—¿No irás a la escuela hoy, Owen? – preguntó mi madre al verme vestido aún con la pijama azul, sus manos apretaron con fuerza la taza de té que sostenía entre sus manos, me moví incómodo en mi asiento y mi padre alzó la vista de su lectura, su mirada se encontró con la mía a través del cristal de sus lentes esperando a que contestara la pregunta.

—¿Te sucede algo, Owen? – y ese fue mi padre, miré de nuevo hacia mi desayuno a medio comer, odiaba mentirles pero no podía decirles la verdad, ¿no? No podía decirles que el chico que me gustaba estaba enamorado de Mackenzie y que Joseph también. No podía.

—No es nada – murmuré, ambos me miraron un poco sorprendidos, sabía que el tono de mi voz y mi aparente falta de emoción los hizo dudar. De cualquier manera, desee que simplemente funcionara y ellos lo creyeran.

—¿Nada? – preguntó mi padre. Tomó su taza de café y dobló el periódico, lo colocó sobre la mesa y enfocó su atención en mí.

Maldecí en silencio. 

—Owen, sabes que normalmente dejamos y te damos tu espacio, pero, últimamente has estado actuando de manera extraña. Ayer Joseph estuvo llamando al teléfono de la casa más de una vez porque no contestabas el tuyo. Tu madre tuvo que calmarlo y decirle que todo estaba bien, que tú estabas bien y que no se preocupara tanto – mi padre me miró. Tragué con fuerza, la mirada de mi padre, aunque amable y tranquila siempre me hacían dudar de mí mismo.

Ese estúpido Joseph.

¿Por qué diablos se preocupaba ahora?

—¿Está pasando algo de lo que debamos enterarnos? – y esa fue mi madre, al final estar ahí también había sido una mala idea. La mire por un largo instante antes de contestar, sabía que estaban haciendo todo eso para ayudarme y porque se preocupaban por mí, pero no podía solo decirle lo que ocurría y ya; aun cuando deseara ser lo más sincero posible con ellos, no podía contarles todavía… tal vez…

—Realmente no es nada. Me he sentido un poco cansado últimamente, pero no creo que sea algo por lo cual debamos preocuparnos.

—¿Te has sentido mal las últimas semanas? – preguntó mi padre, mi mamá buscó mi mano por encima de la mesa, la tomó con la suya y la sostuvo cariñosamente. 

—Sí. El inicio de clases me ha sido difícil este semestre.

—¿Tus clases extra acaso?

—Sí. Justo eso — murmuré, aunque yo mejor que nadie sabía lo poco que me importaban esas cases. Sabía que eso era algo que ellos podían creer, aunque fuera una mentira, sin embargo, la duda aún se veía reflejada en sus rostros.

Me tomé un momento antes de continuar

—Respecto a Joseph, discutimos por un proyecto, pero, todo está bien. Lo llamaré más tarde para disculparme con él — volví a mentir. Joseph y yo rara vez tomábamos clases juntos y esperaba que mis padres no preguntaran a Joseph o a su hermana al respecto.

—Está bien, Owen. De cualquier forma, sabes que puedes decirnos lo que te molesta, ¿entiendes? — dijo mi padre regalándome una perfecta sonrisa de dientes blancos, yo sonreí también.

—Dile a Joseph y Mackenzie que vengan a cenar un día de estos — sonrió mi madre, yo asentí.

No lo haría. Ya no.

—¿Quieres que tu madre te lleve al médico?

—No, estoy bien, de verdad. Descansaré hoy aquí y ya mañana seguiré normalmente.

—De acuerdo, hijo. Debo marcharme ahora, cariño — dijo mirando su reloj, mi madre apretó una última vez mi mano entre la suya y ambos se levantaron del comedor.

—Nos vemos más tarde, Owen. Trata de descansar.

—Claro, adiós papá.

 Vi a mis padres tomarse de la mano y caminar lentamente hacia la puerta de entrada. Mi padre besó a mi madre en los labios, ella sonrió y lo abrazó; mi padre acarició su mejilla con el dorso de su mano y ella cerró los ojos un instante, feliz.

Algo en mí se sintió feliz también al verlos enamorados aun, pero algo también se sintió culpable por mentirles hoy, por mentirles durante tanto tiempo.

Me sentí fatal. 

Quise gritarles que realmente no me encontraba bien, que necesitaba salir de ahí. Que estaba comenzando a volverme alguien despreciable, alguien sumamente estúpido y con demasiadas mentiras alrededor, sin embargo, no podía solo decirlo y ya.

Aunque ellos me amaban sabía que no podía decirles cómo estaba viviendo mi vida ahora, y como había pasado años ocultándolo de ellos y de Sam, de todos.

Era ridículo pensarlo.

Mi padre se despidió con una mano de mí desde la puerta, lo despedí y subí a mi habitación mi madre me siguió.

—¿Cariño? — me dejé caer sobre la silla frente a mi escritorio y observé con tristeza las notas de mi carpeta.

—¿Sí?

—¿Seguro que estás bien? — sus amables ojos verdes examinaron mi rostro con cuidado. Se sentó sobre el borde de la cama y yo guarde silencio.

—Sé que es repentino que tu padre y yo te abordemos tan insistentemente, pero sabes que te amamos y en ocasiones solemos ser algo despreocupados con Sam y contigo, y está mal. Asumimos que harán lo correcto siempre o en su defecto la mayor parte del tiempo, pero, me preocupas cariño. Ayer estabas tan triste que no dije nada, solo no quiero verte de esta forma.

—Gracias, mamá — sonreí mi madre sonrió también, un par de hoyuelos enmarcaron sus mejillas sonrojadas.

—Sabes que estoy aquí para ti, ¿verdad?

—Lo sé, gracias de nuevo.

Se acercó a mí y besó mi mejilla. 

—¿Me acompañas al supermercado? No quiero dejarte solo tanto tiempo, puedes elegir el postre de esta noche.

—Está bien —. Traté de sonar animado, pero ni siquiera lo logré, mi madre siguió sonriendo a pesar de eso.

—Vístete —  dicho eso se marchó de mi habitación y volví a quedarme solo, viendo el lugar vacío que ella había dejado. Sonreí con desgana.

Me vestí tal como dijo mi madre. Traté de arreglar un poco el desorden en que mi cabello rubio se había convertido en los últimos días, al no conseguirlo simplemente lo escondí debajo de una gorra negra.

Tomé mi teléfono y lo encendí. El nombre de Joseph aparición en la pantalla de inicio junto con las 14 llamadas perdidas que me había hecho y un par más de mensajes de texto que había logrado m****r por la noche, también había un mensaje más de Mackenzie; sin darles una vista más guardé mi teléfono dentro de la gaveta de mi cómoda, realmente no quería hablar con ellos hoy.

Salí de mi habitación cuando mi madre me llamó y subí al auto junto a ella y nos dirigimos al centro comercial.

EscuchÉ a medias la plática de mi madre sobre su llamada telefónica con la abuela y la tía Rose, y aunque sabía que no le estaba prestando atención continúo hablando sin borrar la sonrisa de su rostro.

—¿Mamá? — la llamé cuando aparcó el auto en el estacionamiento del centro comercial 10 minutos después.

—Sí, cariño.

Cerré los ojos y tomé aire.

Sabía muy bien que no podía contarle la verdad, pero podía contarle parte de la historia, solo una pequeña parte.

Estaría bien.

No podía seguir así.

No podía.

La miré unos minutos antes de continuar, su cabello rubio y sus ojos verdes, sus labios delgados y su piel suavemente sonrojada, me parecía tanto a mí madre. Teníamos los mismos gestos, el mismo lunar en la ceja izquierda. El color de ojos. Todo en nosotros era tan parecido, pero mientras mi madre tenía un carácter amable y fuerte, el mío por el contrario era explosivo y al mismo tiempo reservado. De alguna manera simplemente éramos tan iguales y tan diferentes que asustaba.

Tragué y observé sus manos que se mantenían suavemente apoyadas en su regazo.

Me obligue a hablar.

—Hay algo que quiero contarte.

—Claro, cariño. Dime mientras caminamos — dijo, la vi abrir su puerta, pero antes de que pudiera salir tomé su mano y la hice mirarme de nuevo.

—Mamá…

—Está bien.

—Yo… conocí a alguien, ¿sabes? — dije, sentí el rubor subir por mis mejillas, mi madre me regaló una amplia sonrisa y estrechó mi mano.

—Sabía que había algo, ¿quién es ella? ¿dónde la conociste? —  guardé silencio de nuevo mientras sus preguntas me golpeaban.

Ella.

Claro, había tenido novias, sin embargo, estaba un poco cansado que todo mundo asumiera el hecho de que siempre tenía que ser una chica.

Demasiado cansado.

Y quizá nada de eso sería tan complicado si solo me limitara a seguir eso. A avanzar en un línea recta.

—Owen, ¿vas a decirme? — me apremió mi madre, pasé una mano por mis cabellos, ella colocó uno de mis mechones detrás de mi oreja, señal de nerviosismo para ambos.

—Bueno, digamos que conocí a una persona hace unas semanas, cuando el curso comenzó.

—¿Y? Oh por dios Owen, continúa.

—El punto es que, esa persona me gusta, ¿entiendes? Jamás me había sentido de la manera en que me siento con alguien más…

—Cariño, ¿esto es lo que te ha mantenido tan distante los últimos días?

—Mm… digamos que sí.

—¿Cuál es el problema de que te guste una chica? Supongo que no tendrás mucho problema, has tenido novias antes cariño.

—Bueno, en todo caso esta persona… A esta persona le gusta alguien más, alguien cercano a mí — susurré, mi madre guardó silencio.

—Ya veo.

—Sí, en todo caso. La vi un par de veces en el instituto y me he sentido mal por ello.

—Sí, continúa  —dijo ahora con más calma.

—La verdad es que, me gusta, pero de alguna forma también me gusta estar con alguien más, pero esa otra persona también tiene a alguien a quien quiere y…

—Oh dios, cariño — murmuró, luego simplemente me abrazó.

Lo que le había dicho no era una mentira del todo, era básicamente lo que estaba sucediendo, aunque claro, ella no debía enterarse de que esas dos personas eran Joseph y Tanner enamorados de Mackenzie.

—Yo, bueno, realmente no sé qué decirte cariño. Nunca pensé que podrías encontrarte en esta situación, pero, supongo que no puedes rendirte, ¿entiendes?

—¿Eso estaría bien? Quiero decir, estas personas ya tienen a alguien más.

—Cariño, no creo que este mal luchar por alguien. Si esa persona te gusta y te hace sentir bien, ¿por qué habrías de renunciar?

—Pero, mamá…

—Owen, cariño, solo debes tener en claro que no puedes jugar con los sentimientos de ambas chicas. Deberías aclarar tus sentimientos y entender quién de ellas dos te hace sentir mejor y a quién puedes realmente hacer feliz.

—Y si… y si te dijera que no son chicas — susurré, ella me miró por un largo tiempo, fui capaz de contar los latidos de mi corazón en mis oídos.

Tan estúpido.

Estúpido.

Estúpido.

Debería haberme quedado callado.

Debía haber sufrido en silencio.

Sin embargo, mi madre comenzó a reír demasiado alto, yo la miré, ella volvió a reírse divertida. Me dio un par de palmaditas en la pierna.

—Owen, en ocasiones realmente no entiendo tu sentido del humor — y revolvió mi cabello con una de sus manos.

—Mamá.

—Haz lo que te he dicho y todo estará bien, ¿sí? — asentí lentamente, mis manos temblaron.

Mi madre bajó del auto, yo me quedé ahí, mirando el asiento vacío, tratando de no llorar. 

Tratando de mantenerme entero.

Suponía que ella no esperaba algo como eso, aún así, creyó que mentía.

—Vamos Owen — golpeó con sus nudillos el cristal desde afuera, yo asentí y la salí del auto.

Diablos.

La mañana pasó con una leve capa de neblina frente a mí.

Me sentí vacío.

Al borde de un precipicio.

Al borde de las lágrimas.

Deseé estar con Joseph y tomar su mano.

Deseé ver de nuevo los hermosos ojos azules de Tanner mirándome.

O las cariñosas palabras de Mackenzie mientras caminábamos a casa.

Era demasiado egoísta deseando algo como eso, era la peor persona que podría existir, pero lo necesitaba.

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