Kian no podía creer lo que estaba escuchando, no podía creer que un padre se refiriera de esa manera de sus propios hijos. Cuando Annika le contó su historia, del por qué escapaba y se ocultaba, no creyó que el asunto fuera tan serio.Pensó que el hombre había pactado a su hija con anterioridad y por eso insistía en que se casara con el hombre que él había elegido por esa razón, pero ahora comprendía mejor que su hija no era nada importante para él y que solo la veía como un objeto de gran valor, un canje millonario que le traería grandes beneficios.También comprendía mejor por qué ella se ocultaba cada vez que salían, siendo cautelosa de no llamar demasiado la atención o estar en lugares demasiado concurridos. Se sintió tan culpable de haberla traído consigo que deseó devolver el tiempo y dejarla en Estados Unidos, donde quizás no estaría segura del todo, pero hasta el momento no habían dado con su paradero, y era mejor estar lejos pero sabiendo que estaba a salvo de las garras de s
A medida que corrían las horas, la desesperación se apoderaba cada vez más de Kian. Llevaba horas sin dormir o probar bocado alguno, dando vueltas en la habitación a la espera de que sus amigos llegaran como lo prometieron, pero sentía que la espera estaba siendo eterna. Estaba cansado, con dolor de cabeza y estómago, con algunas partes de su cuerpo inflamadas debido a los golpes y no había tratado, aún así, todo aquello quedaba en la nada cuando pensaba en Annika y en el dolor que había en su hermosa mirada y había quedado grabado en su mente. Por más que caminara de un lado a otro, no encontraba sosiego alguno. Se planteó más de una vez salir a buscarla, pero habiéndole prometido a su amigo que no cometería ninguna locura, no tuvo más opción que aguardar impacientemente.No supo cuántas horas pasaron con exactitud, él seguía aferrado a su teléfono y al de ella en espera que se comunicara con él, cuando la puerta de la habitación se abrió y por ella enteraron sus amigos junto a su
—¿No estás feliz de estar en casa? —inquirió la dulce voz de una mujer, haciendo que la jovencita que miraba por una de las ventanas de aquel majestuoso palacio, con lágrimas en sus ojos y una mueca triste, se refugiara en sus brazos de manera instantánea—. Oh, cariño, me hiciste tanta falta.—Y tú a mí muchísimo más, Katarzyna, pero... no estoy feliz de estar aquí. —Lo sé, mi cielo, sé que no te gusta estar aquí, que, de todos los lugares en el mundo, este es en el que menos deseas estar. Annika se aferró al cuerpo de la mujer que había sido su nana y lloró en sus brazos por largos minutos, deseando encontrar algo de calma en aquella anciana que tanto amaba y veía como su madre. Szczecin se sentía más frío de lo que recordaba y, aunque era un lugar hermoso y que de pequeña le encantaba visitar, con el paso de los años fue perdiendo el encanto hasta que empezó a odiarlo. Odiaba aquel palacio histórico con espectaculares vistas de la Laguna Szczecin y rodeada de un majestuoso bosqu
El largo vestido color esmeralda, que poseía un escote discreto y sensual y que tenía una ranura en una de sus piernas, estilizaba la figura de la mujer que se contemplaba en el espejo y hacia todo su esfuerzo para no arrancárselo y salir corriendo de aquella habitación que empezaba a asfixiarla. Habían dejado su cabello perfectamente peinado hacia un lado, en ondas suaves que caían sobre su desnudo hombro y que remarcaba su femenino rostro. La habían maquillado de manera muy sutil, dándole un toque más inocente, más puro.Annika se miró una vez más y odió tanto la imagen que proyectaba el espejo de sí misma. Ella odiaba los vestidos elegantes de ese tipo, siempre rehuía a ellos, pero su madre la obligaba a usarlos porque era más que un deber verde elegante, perfecta y sofisticada. Detestaba como la habían peinado y maquillado, como si fuese un muñeca de porcelana la cual pondrían en medio de un salón lujoso y nadie podía tocar por su delicadeza.Odiaba tanto estar allí, simplemente s
—Es un gusto conocerlos, soy Francois Archer, detective privado y amigo de Maykel —se presentó el hombre, viendo a los tres sujetos y a las dos mujeres frente a sí—. Aunque Maykel me puso al tanto de la situación, me gustaría saber un poco más de la chica que buscamos, para así tener un perfil más claro sobre ella y los posibles lugares donde pueda estar.—Annika es hija de Piotr Kogler, el político más reconocido y… podría decirse que el más querido de Polonia —dijo Alenka, quién había aterrizado en Londres un día antes, tan pronto como Kian la llamó y le informó lo que había ocurrido, con la esperanza de que ella supiera dónde la había llevado su padre, después de todo, eran muy amigas—. Además de que es uno de los hombres más ricos de mi país. Encontrar a Annika no será fácil, ese señor tiene infinidad de propiedades a lo largo del país, por lo que puede estar en cualquier lugar, incluso la pudo llevar a Alemania, ya que su madre es alemana y muchas veces fueron a visitar a sus abu
Annika mantenía la mirada fija en la nada mientras de fondo escuchaba a su madre hablar sin parar sobre cada detalle de la boda, o más bien, dando órdenes a diestra y siniestra de cómo debía ser, para que la boda de su hija fuese perfecta y única. Desde el color de la decoración hasta el orden en que cada arreglo floral debía estar acomodado en su lugar, estaba siendo dirigido por su madre en lo que ella solo deseaba darse un tiro, morir o aceptar con el mayor de los gustos cualquier castigo que le impusieran. Se le revolvía el estómago de solo imaginarse en menos de un mes casada con un hombre que acababa de conocer. Todavía no se hacia a la idea de que fuera a casarse con un hombre que no amaba y nunca amaría. Aunque Ibor fuese un caballero, la tratara con sumo respeto y le dijera que tendrían un buen matrimonio, su corazón ya tenía dueño y cada latido que daba estaba impregnado de un dolor agobiante al saberse lejos de aquel hombre que la había adorado como ningún otro y el cual
Kian observó el mapa de Polonia que Francois había desplegado ante sus ojos, donde habían pequeñas marcaciones de colores casi por todos lados, no comprendiendo por qué había usado un color diferente para señalar los lugares del país. —Sabiendo que Kogler tiene infinidad de propiedades a lo largo del país, me encargué de marcar todas las que aparecen a su nombre. Si tiene más y no están escrituradas y verificadas, será difícil dar con ellas, pero confiemos que tenga a tu novia en alguna de estas —dijo, señalando un punto en el mapa—. Aunque vive actualmente en Cracovia, puesto que está en campaña política, no es seguro que la tenga en esta misma ciudad. —¿Entonces qué carajos hacemos aquí? —lo interrumpió, ansioso. —No seas tan impactante y deja hablar al hombre, Kian —lo reprendió Jeray, impasible y serio como siempre—. Continúa, Francois. —Gracias, florecita —soltó una risa al ver la cara parca de Jeray, esa que tanto le recordaba a su sobrino—. Sí, eres muy Harper, aunque mi so
—¿Te sientes bien, cariño?Ante la falsa preocupación de su madre, Annika no tuvo más opción que reprimir su malestar y asentir con una sonrisa forzada. Los últimos tres días había estado sometida a ir de un lado a otro debido a los preparativos de la boda, a no comer más que agua y alguna comida ligera que no fuese a hacerla subir de peso, porque, a apretarse en diferentes tipos de fajas para tener el cuerpo deseado, a una intensa sesión de ejercicios y dietas que odiaba con todo su ser, porque, según su madre, tenía que verse perfecta en su vestido blanco, remarcando la pequeña cintura con la que había sido bendecida y la cual había trabajado desde su adolescencia. La madre de la joven la moldeaba a su antojo, sin importarle que su hija sufriera, se viera cansada o tuviese algo tan básico como hambre o sueño. No le importaba más que el título que estaba próximo a obtener, la futura duquesa de Limburgo. Annika se sentía agotada, no solo mentalmente. Su cuerpo empezaba a resentir l