—¿No estás feliz de estar en casa? —inquirió la dulce voz de una mujer, haciendo que la jovencita que miraba por una de las ventanas de aquel majestuoso palacio, con lágrimas en sus ojos y una mueca triste, se refugiara en sus brazos de manera instantánea—. Oh, cariño, me hiciste tanta falta.—Y tú a mí muchísimo más, Katarzyna, pero... no estoy feliz de estar aquí. —Lo sé, mi cielo, sé que no te gusta estar aquí, que, de todos los lugares en el mundo, este es en el que menos deseas estar. Annika se aferró al cuerpo de la mujer que había sido su nana y lloró en sus brazos por largos minutos, deseando encontrar algo de calma en aquella anciana que tanto amaba y veía como su madre. Szczecin se sentía más frío de lo que recordaba y, aunque era un lugar hermoso y que de pequeña le encantaba visitar, con el paso de los años fue perdiendo el encanto hasta que empezó a odiarlo. Odiaba aquel palacio histórico con espectaculares vistas de la Laguna Szczecin y rodeada de un majestuoso bosqu
El largo vestido color esmeralda, que poseía un escote discreto y sensual y que tenía una ranura en una de sus piernas, estilizaba la figura de la mujer que se contemplaba en el espejo y hacia todo su esfuerzo para no arrancárselo y salir corriendo de aquella habitación que empezaba a asfixiarla. Habían dejado su cabello perfectamente peinado hacia un lado, en ondas suaves que caían sobre su desnudo hombro y que remarcaba su femenino rostro. La habían maquillado de manera muy sutil, dándole un toque más inocente, más puro.Annika se miró una vez más y odió tanto la imagen que proyectaba el espejo de sí misma. Ella odiaba los vestidos elegantes de ese tipo, siempre rehuía a ellos, pero su madre la obligaba a usarlos porque era más que un deber verde elegante, perfecta y sofisticada. Detestaba como la habían peinado y maquillado, como si fuese un muñeca de porcelana la cual pondrían en medio de un salón lujoso y nadie podía tocar por su delicadeza.Odiaba tanto estar allí, simplemente s
—Es un gusto conocerlos, soy Francois Archer, detective privado y amigo de Maykel —se presentó el hombre, viendo a los tres sujetos y a las dos mujeres frente a sí—. Aunque Maykel me puso al tanto de la situación, me gustaría saber un poco más de la chica que buscamos, para así tener un perfil más claro sobre ella y los posibles lugares donde pueda estar.—Annika es hija de Piotr Kogler, el político más reconocido y… podría decirse que el más querido de Polonia —dijo Alenka, quién había aterrizado en Londres un día antes, tan pronto como Kian la llamó y le informó lo que había ocurrido, con la esperanza de que ella supiera dónde la había llevado su padre, después de todo, eran muy amigas—. Además de que es uno de los hombres más ricos de mi país. Encontrar a Annika no será fácil, ese señor tiene infinidad de propiedades a lo largo del país, por lo que puede estar en cualquier lugar, incluso la pudo llevar a Alemania, ya que su madre es alemana y muchas veces fueron a visitar a sus abu
Annika mantenía la mirada fija en la nada mientras de fondo escuchaba a su madre hablar sin parar sobre cada detalle de la boda, o más bien, dando órdenes a diestra y siniestra de cómo debía ser, para que la boda de su hija fuese perfecta y única. Desde el color de la decoración hasta el orden en que cada arreglo floral debía estar acomodado en su lugar, estaba siendo dirigido por su madre en lo que ella solo deseaba darse un tiro, morir o aceptar con el mayor de los gustos cualquier castigo que le impusieran. Se le revolvía el estómago de solo imaginarse en menos de un mes casada con un hombre que acababa de conocer. Todavía no se hacia a la idea de que fuera a casarse con un hombre que no amaba y nunca amaría. Aunque Ibor fuese un caballero, la tratara con sumo respeto y le dijera que tendrían un buen matrimonio, su corazón ya tenía dueño y cada latido que daba estaba impregnado de un dolor agobiante al saberse lejos de aquel hombre que la había adorado como ningún otro y el cual
Kian observó el mapa de Polonia que Francois había desplegado ante sus ojos, donde habían pequeñas marcaciones de colores casi por todos lados, no comprendiendo por qué había usado un color diferente para señalar los lugares del país. —Sabiendo que Kogler tiene infinidad de propiedades a lo largo del país, me encargué de marcar todas las que aparecen a su nombre. Si tiene más y no están escrituradas y verificadas, será difícil dar con ellas, pero confiemos que tenga a tu novia en alguna de estas —dijo, señalando un punto en el mapa—. Aunque vive actualmente en Cracovia, puesto que está en campaña política, no es seguro que la tenga en esta misma ciudad. —¿Entonces qué carajos hacemos aquí? —lo interrumpió, ansioso. —No seas tan impactante y deja hablar al hombre, Kian —lo reprendió Jeray, impasible y serio como siempre—. Continúa, Francois. —Gracias, florecita —soltó una risa al ver la cara parca de Jeray, esa que tanto le recordaba a su sobrino—. Sí, eres muy Harper, aunque mi so
—¿Te sientes bien, cariño?Ante la falsa preocupación de su madre, Annika no tuvo más opción que reprimir su malestar y asentir con una sonrisa forzada. Los últimos tres días había estado sometida a ir de un lado a otro debido a los preparativos de la boda, a no comer más que agua y alguna comida ligera que no fuese a hacerla subir de peso, porque, a apretarse en diferentes tipos de fajas para tener el cuerpo deseado, a una intensa sesión de ejercicios y dietas que odiaba con todo su ser, porque, según su madre, tenía que verse perfecta en su vestido blanco, remarcando la pequeña cintura con la que había sido bendecida y la cual había trabajado desde su adolescencia. La madre de la joven la moldeaba a su antojo, sin importarle que su hija sufriera, se viera cansada o tuviese algo tan básico como hambre o sueño. No le importaba más que el título que estaba próximo a obtener, la futura duquesa de Limburgo. Annika se sentía agotada, no solo mentalmente. Su cuerpo empezaba a resentir l
Annika salió de la clínica con la mente dispersa, el corazón encogido y una sensación de opresión que no se iba a ir de la noche a la mañana. Se sentía mal, con cansancio en todo el cuerpo, un dolor intenso en el vientre bajo, similar a un cólico menstrual, pero algo más fuerte, y con tantas ganas de echarse a llorar, porque, de haber sabido que estaba embarazada, hubiera protegido a su bebé sin importar las consecuencias. Nunca se imaginó que podría estar embarazada, que llevaba dentro suyo un pequeñito que formó parte de la pasión y el amor que tuvo con Kian, una pequeña parte de sí que le recordaba lo feliz que había sido en sus brazos. Su corazón se quebró, no a tal punto de sentir morir ante la pérdida, pero sí sintiéndose culpable, mal y que la vida era tan injusta y maldita con ella. Era como si, en cada atisbo de felicidad, la vida misma le asegurara que ella no tenía permitido conocer tal sentimiento, que su destino era ser infeliz y miserable hasta la muerte. Iba en sile
Notita: Les dejo el orden de la serie Infierno, las cuales encuentras en mi perfil: ✓Libro 1: Infierno ✓Libro 2: Desliz ✓Libro 3: Nociva ***—¿Sigues con tus infructuosos intentos de encontrar a la mujer de tu vida?La pregunta que soltó Darius estaba llena de burla, pero también sentía gran curiosidad por los deseos intensos de casarse de su amigo. No lo comprendía, después de todo, desde hacía poco Kian se había propuesto formar una familia.No es que fuera un hombre que no creyera en el amor, pero nunca había sido su mayor prioridad. Desde que lo conocía siempre tuvo sus objetivos claros y, pese a que le gustaba la diversión, su trabajo era lo más importante. Suponía que ahora que todos lo habían logrado y habían llegado más lejos de lo que una vez pudieron imaginar, ya había llegado el momento de sentar cabeza.Kian resopló y emitió una risita traviesa, apartando la vista de su computador para observar a su amigo.—Es muy difícil encontrarla, ¿lo sabías? —volvió a reír y sacud