—Es un gusto conocerlos, soy Francois Archer, detective privado y amigo de Maykel —se presentó el hombre, viendo a los tres sujetos y a las dos mujeres frente a sí—. Aunque Maykel me puso al tanto de la situación, me gustaría saber un poco más de la chica que buscamos, para así tener un perfil más claro sobre ella y los posibles lugares donde pueda estar.—Annika es hija de Piotr Kogler, el político más reconocido y… podría decirse que el más querido de Polonia —dijo Alenka, quién había aterrizado en Londres un día antes, tan pronto como Kian la llamó y le informó lo que había ocurrido, con la esperanza de que ella supiera dónde la había llevado su padre, después de todo, eran muy amigas—. Además de que es uno de los hombres más ricos de mi país. Encontrar a Annika no será fácil, ese señor tiene infinidad de propiedades a lo largo del país, por lo que puede estar en cualquier lugar, incluso la pudo llevar a Alemania, ya que su madre es alemana y muchas veces fueron a visitar a sus abu
Annika mantenía la mirada fija en la nada mientras de fondo escuchaba a su madre hablar sin parar sobre cada detalle de la boda, o más bien, dando órdenes a diestra y siniestra de cómo debía ser, para que la boda de su hija fuese perfecta y única. Desde el color de la decoración hasta el orden en que cada arreglo floral debía estar acomodado en su lugar, estaba siendo dirigido por su madre en lo que ella solo deseaba darse un tiro, morir o aceptar con el mayor de los gustos cualquier castigo que le impusieran. Se le revolvía el estómago de solo imaginarse en menos de un mes casada con un hombre que acababa de conocer. Todavía no se hacia a la idea de que fuera a casarse con un hombre que no amaba y nunca amaría. Aunque Ibor fuese un caballero, la tratara con sumo respeto y le dijera que tendrían un buen matrimonio, su corazón ya tenía dueño y cada latido que daba estaba impregnado de un dolor agobiante al saberse lejos de aquel hombre que la había adorado como ningún otro y el cual
Kian observó el mapa de Polonia que Francois había desplegado ante sus ojos, donde habían pequeñas marcaciones de colores casi por todos lados, no comprendiendo por qué había usado un color diferente para señalar los lugares del país. —Sabiendo que Kogler tiene infinidad de propiedades a lo largo del país, me encargué de marcar todas las que aparecen a su nombre. Si tiene más y no están escrituradas y verificadas, será difícil dar con ellas, pero confiemos que tenga a tu novia en alguna de estas —dijo, señalando un punto en el mapa—. Aunque vive actualmente en Cracovia, puesto que está en campaña política, no es seguro que la tenga en esta misma ciudad. —¿Entonces qué carajos hacemos aquí? —lo interrumpió, ansioso. —No seas tan impactante y deja hablar al hombre, Kian —lo reprendió Jeray, impasible y serio como siempre—. Continúa, Francois. —Gracias, florecita —soltó una risa al ver la cara parca de Jeray, esa que tanto le recordaba a su sobrino—. Sí, eres muy Harper, aunque mi so
—¿Te sientes bien, cariño?Ante la falsa preocupación de su madre, Annika no tuvo más opción que reprimir su malestar y asentir con una sonrisa forzada. Los últimos tres días había estado sometida a ir de un lado a otro debido a los preparativos de la boda, a no comer más que agua y alguna comida ligera que no fuese a hacerla subir de peso, porque, a apretarse en diferentes tipos de fajas para tener el cuerpo deseado, a una intensa sesión de ejercicios y dietas que odiaba con todo su ser, porque, según su madre, tenía que verse perfecta en su vestido blanco, remarcando la pequeña cintura con la que había sido bendecida y la cual había trabajado desde su adolescencia. La madre de la joven la moldeaba a su antojo, sin importarle que su hija sufriera, se viera cansada o tuviese algo tan básico como hambre o sueño. No le importaba más que el título que estaba próximo a obtener, la futura duquesa de Limburgo. Annika se sentía agotada, no solo mentalmente. Su cuerpo empezaba a resentir l
Annika salió de la clínica con la mente dispersa, el corazón encogido y una sensación de opresión que no se iba a ir de la noche a la mañana. Se sentía mal, con cansancio en todo el cuerpo, un dolor intenso en el vientre bajo, similar a un cólico menstrual, pero algo más fuerte, y con tantas ganas de echarse a llorar, porque, de haber sabido que estaba embarazada, hubiera protegido a su bebé sin importar las consecuencias. Nunca se imaginó que podría estar embarazada, que llevaba dentro suyo un pequeñito que formó parte de la pasión y el amor que tuvo con Kian, una pequeña parte de sí que le recordaba lo feliz que había sido en sus brazos. Su corazón se quebró, no a tal punto de sentir morir ante la pérdida, pero sí sintiéndose culpable, mal y que la vida era tan injusta y maldita con ella. Era como si, en cada atisbo de felicidad, la vida misma le asegurara que ella no tenía permitido conocer tal sentimiento, que su destino era ser infeliz y miserable hasta la muerte. Iba en sile
El duque arribó a la propiedad de su prometida para saber cómo se encontraba luego de que la noticia de que había estado hospitalizada se filtrara en los noticieros, siguiendo las órdenes de su padre. Lo recibió la madre de Annika, rezumando frialdad, neutralidad y elegancia. No había emoción alguna en ella, ni la sorpresa de que el duque estuviera allí, si bien sabía que era cuestión de tiempo para que apareciera, queriendo saber del estado de salud de su hija. —Gracias por su preocupación, duque, pero mi hija se encuentra muy bien. Solo fue un pequeño bajón de azúcar. —Dime Ibor, por favor —pidió, siendo tan amable y caballeroso como siempre—. Me gustaría hablar con Annika. —Mi hija necesita descansar, espero que puedas comprender.—Lo entiendo, pero... Es un protocolo que debo seguir. Necesito saber que mi prometida se encuentra bien. La mujer asintió, no demostrando ningún tipo de emoción en su rostro, y guio al hombre hasta la habitación de su hija.Annika estaba enrollada
Luego de desahogarse con Ibor, Annika se sintió más ligera. Necesitaba sacar todo lo que la ahogaba y, aunque nunca esperó que pudiera llegar a tener tal confidencialidad con un desconocido y más con él, descubrió que tenían muchas cosas en común con Ibor y, que, al igual que ella, no podía hacer más que sufrir en silencio. Tal como lo había prometido hacía tres días, la había estado visitando por un par de horas, donde hablaban de todo un poco y su amistad se fortalecía. Los dos encontraron en el otro lo que necesitaban en ese momento donde se sentían entre la espada y la pared y pensaban que no podrían sobrellevar la situación. Annika ya se sentía mucho mejor, ya no tenía ninguna molestia más que un ligero cólico, pero ya podía realizar cualquier tipo de actividad que no la sobrecargara, por esa razón su madre se estaba haciendo cargo de todo lo concerniente con la boda, pero habían cosas que sí o sí ella debía estar presente. La notaba extraña, aunque seguía igual de fría e indo
Annika estaba emocionada, no solo porque conocería al amor prohibido de Ibor, sino porque tendría la oportunidad de hablar con Kian, quizás de llegar a un acuerdo con él, aunque también se sentía nerviosa de escuchar su voz, en especial, porque decirle que acabar su relación era la única posibilidad que tenían. Aunque sabía que no podía ponerlo en riesgo, allí estaba su oportunidad, quizás la única que tendría, y no pensaba desaprovecharla. Haría lo que fuera por escuchar su voz una vez más, todas las veces que pudiera, y por más lejana que se encontrara de él, lo sentiría cerquita suyo. Le dolía mucho perderlo, pero era eso a no verlo nunca más en su vida. Aunque no sabía si sería mucho más doloroso hablar con él o dejar que el tiempo y la distancia hiciera que se olvidaran el uno del otro. Se distrajo viendo el paisaje; los frondosos árboles y el azul cielo que se extendía a lo largo y ancho del camino. El día estaba frío y, por más calefacción que hubiera en el auto, ella sentía