Annika mantenía la mirada fija en la nada mientras de fondo escuchaba a su madre hablar sin parar sobre cada detalle de la boda, o más bien, dando órdenes a diestra y siniestra de cómo debía ser, para que la boda de su hija fuese perfecta y única. Desde el color de la decoración hasta el orden en que cada arreglo floral debía estar acomodado en su lugar, estaba siendo dirigido por su madre en lo que ella solo deseaba darse un tiro, morir o aceptar con el mayor de los gustos cualquier castigo que le impusieran. Se le revolvía el estómago de solo imaginarse en menos de un mes casada con un hombre que acababa de conocer. Todavía no se hacia a la idea de que fuera a casarse con un hombre que no amaba y nunca amaría. Aunque Ibor fuese un caballero, la tratara con sumo respeto y le dijera que tendrían un buen matrimonio, su corazón ya tenía dueño y cada latido que daba estaba impregnado de un dolor agobiante al saberse lejos de aquel hombre que la había adorado como ningún otro y el cual
Kian observó el mapa de Polonia que Francois había desplegado ante sus ojos, donde habían pequeñas marcaciones de colores casi por todos lados, no comprendiendo por qué había usado un color diferente para señalar los lugares del país. —Sabiendo que Kogler tiene infinidad de propiedades a lo largo del país, me encargué de marcar todas las que aparecen a su nombre. Si tiene más y no están escrituradas y verificadas, será difícil dar con ellas, pero confiemos que tenga a tu novia en alguna de estas —dijo, señalando un punto en el mapa—. Aunque vive actualmente en Cracovia, puesto que está en campaña política, no es seguro que la tenga en esta misma ciudad. —¿Entonces qué carajos hacemos aquí? —lo interrumpió, ansioso. —No seas tan impactante y deja hablar al hombre, Kian —lo reprendió Jeray, impasible y serio como siempre—. Continúa, Francois. —Gracias, florecita —soltó una risa al ver la cara parca de Jeray, esa que tanto le recordaba a su sobrino—. Sí, eres muy Harper, aunque mi so
—¿Te sientes bien, cariño?Ante la falsa preocupación de su madre, Annika no tuvo más opción que reprimir su malestar y asentir con una sonrisa forzada. Los últimos tres días había estado sometida a ir de un lado a otro debido a los preparativos de la boda, a no comer más que agua y alguna comida ligera que no fuese a hacerla subir de peso, porque, a apretarse en diferentes tipos de fajas para tener el cuerpo deseado, a una intensa sesión de ejercicios y dietas que odiaba con todo su ser, porque, según su madre, tenía que verse perfecta en su vestido blanco, remarcando la pequeña cintura con la que había sido bendecida y la cual había trabajado desde su adolescencia. La madre de la joven la moldeaba a su antojo, sin importarle que su hija sufriera, se viera cansada o tuviese algo tan básico como hambre o sueño. No le importaba más que el título que estaba próximo a obtener, la futura duquesa de Limburgo. Annika se sentía agotada, no solo mentalmente. Su cuerpo empezaba a resentir l
Annika salió de la clínica con la mente dispersa, el corazón encogido y una sensación de opresión que no se iba a ir de la noche a la mañana. Se sentía mal, con cansancio en todo el cuerpo, un dolor intenso en el vientre bajo, similar a un cólico menstrual, pero algo más fuerte, y con tantas ganas de echarse a llorar, porque, de haber sabido que estaba embarazada, hubiera protegido a su bebé sin importar las consecuencias. Nunca se imaginó que podría estar embarazada, que llevaba dentro suyo un pequeñito que formó parte de la pasión y el amor que tuvo con Kian, una pequeña parte de sí que le recordaba lo feliz que había sido en sus brazos. Su corazón se quebró, no a tal punto de sentir morir ante la pérdida, pero sí sintiéndose culpable, mal y que la vida era tan injusta y maldita con ella. Era como si, en cada atisbo de felicidad, la vida misma le asegurara que ella no tenía permitido conocer tal sentimiento, que su destino era ser infeliz y miserable hasta la muerte. Iba en sile
Notita: Les dejo el orden de la serie Infierno, las cuales encuentras en mi perfil: ✓Libro 1: Infierno ✓Libro 2: Desliz ✓Libro 3: Nociva ***—¿Sigues con tus infructuosos intentos de encontrar a la mujer de tu vida?La pregunta que soltó Darius estaba llena de burla, pero también sentía gran curiosidad por los deseos intensos de casarse de su amigo. No lo comprendía, después de todo, desde hacía poco Kian se había propuesto formar una familia.No es que fuera un hombre que no creyera en el amor, pero nunca había sido su mayor prioridad. Desde que lo conocía siempre tuvo sus objetivos claros y, pese a que le gustaba la diversión, su trabajo era lo más importante. Suponía que ahora que todos lo habían logrado y habían llegado más lejos de lo que una vez pudieron imaginar, ya había llegado el momento de sentar cabeza.Kian resopló y emitió una risita traviesa, apartando la vista de su computador para observar a su amigo.—Es muy difícil encontrarla, ¿lo sabías? —volvió a reír y sacud
Kian fue al bar del hotel tal como el gerente le sugirió, donde una chica rubia le hizo entrega de la suite presidencial y le dio pases privilegiados y gratuitos por cuantos días fuese a hospedarse.De mal humor como estaba y cansado debido a todo el estrés que venía cargando en los últimos días, decidió tomarse unas copas para relajarse un poco y dejar pasar el mal rato que acababa de vivir. Muy rara vez explotaba de enojo, pero cuando lo hacía, era irracional y tan afilado como sus amigos. Era el pacifico de los tres, el que siempre se mostraba sonriente y le gustaba gastar bromas. Ni siquiera a él mismo le agradaba estar de mal humor.Solo que beber no le estaba ayudando a calmarse. Necesitaba asegurarse de que, en efecto, despidieran a esa cínica chiquilla, porque eso era lo que era, una mocosa que no sabía ni siquiera limpiarse la cola según su criterio.Ordenó dos copas más, las cuales bebió una detrás de otra antes de ir hasta el vestíbulo y quedarse en la sala de espera, desea
Annika se bebió el quinto coctel de la noche y desvió la mirada del rubio que no disimulaba ni un poco su interés por ella. Aunque, cuando lo vio subir al auto y hacerle el reclamo por su mala atención en el hotel de su hermano y la hizo sentirse ofendida y de mal humor, lo cierto era que en ese momento solo podía sentir el calor que le provocaba su intensa mirada. Además de que aun podía sentir su mano envuelta alrededor de su cuello, la forma en que la había apretado y el estremecimiento que ese acto causó.Se tomó de golpe el siguiente trago y se sacudió por completo. Nunca se había sentido sometida con un simple apretón en el cuello, pero debía admitir que se había sentido delicioso y que no se iba a negar de pasar una noche caliente si llegaban a algo más que solo miradas.Enrollarse con hombres no estaba en sus planes una vez puso un pie en Londres, más luego de las constantes amenazas de su hermano mayor, pero, quizá, esa noche haría una excepción y se dejaría llevar por lo que
Annika demostraba una falsa tranquilidad mientras por dentro se sentía nerviosa, no sabía si de anticipación por lo que iba a suceder o porque un desconocido la llevaba a un hotel no tan lejos del bar.Quizá estaba loca por lo que estaba a punto de hacer sin tomarse el tiempo de asegurarse que no fuese un loco psicópata o violador como muchas veces ya lo había hecho por precaución y evitarse dolores de cabeza innecesarios, pero debía admitirse a sí misma que estaba curiosa y deseosa a iguales proporciones.Él hombre le atraía lo suficiente como para pensar en algo malo o que no encajara, después de todo, se dijo, que aquella sería su última noche en Londres, así que sacudió toda inquietud de su mente y se prometió disfrutar de aquel amante atractivo y sensual que prometía bastante con su mirada dominante e imponente.Lo dejó hacer la reserva del hotel en completo silencio, solo escuchando su apellido, lo que le recordó que ni siquiera se habían tomado el tiempo para decirse sus nombre