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Amarte es mi condena. Cap. 25: Medidas extremas.

Sebastián logró sostener en sus brazos a Majo. Salvador abrió sus ojos, palideció, no lo pensó dos veces, no le importó la traición, o si ella lo estaba engañando, se saltó los protocolos y en cuestión de segundos estaba a su lado, quiso agarrarla de la mano.

—No te le acerques —gruñó Sebastián.

—A mí no me das órdenes —rugió Salvador—, llamen un médico —vociferó, observó el semblante lleno de palidez de Majo, se estremeció, el corazón le dolió.

—Aquí no mandas —rugió Sebastián—, además todo es tu culpa, hipócrita.

Arismendi apretó los dientes, tensó sus músculos, contuvo las ganas de golpearlo, sin embargo en ese momento solo le interesaba ella, la traicionera.

—Doctor Arismendi, vuelva a su lugar —ordenó el juez.

—No señoría —rebatió él—, no estoy haciendo nada indebido, solo quiero ayudar.

—Para eso está el señor Sáenz, ya un médico vendrá, vuelva a su lugar, o lo declaro en desacato.

Arismendi gruñó, soltó un resoplido de inconformidad, regresó a su lugar, mientras Sebas in
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