La siguiente actualización será el miércoles.
—Desde hace algún tiempo he querido charlar contigo acerca de Sebas. —Malú se acomodó junto a su esposo en la hamaca. Abel dejó a un lado el libro que estaba leyendo, abrazó a Malú por la cintura, inhaló una gran bocanada de aire, miró a su mujer a los ojos. —No puedo hablar de alguien sin tener pruebas que lo incriminen, sabes bien que luego de lo que nos ocurrió con Luz Aída, no volví a acusar a nadie, sin embargo, tengo sospechas. Malú sintió un estremecimiento en el corazón, rememorar que él se acercó a ella solo por venganza, creyendo que su adorada madrina Luz Aída era buena, sacudió su corazón, pero no venía al caso rememorar a esa infeliz, lo que importaba era Sebas. —¿Sospechas? ¿A qué te refieres? —Siempre he pensado que Sebastian sigue enamorado de ti, y que usó a Majo para estar a tu lado. Malú frunció el ceño. —¡Es una locura! —rebatió—, yo jamás le he dado motivos, lo quiero como a alguien de la familia, como a Eduardo, lo veo como mi cuñado. Abel la tomó
—¿Qué? —Salvador reaccionó, intentó soltarse gruñendo, estaba desnudo, sin poder agarrar una manta—. Majo no me agrada este juego, suéltame. —No dijiste eso hace minutos, así que asume las consecuencias, y por cierto esta llavecita se va por el excusado. Y así lo hizo, la mandó por el sanitario. —¡Te vas a arrepentir Majo! —advirtió. —No te tengo miedo, buenas noches. —Salió de la alcoba. Majo salió de la recamara, y Salvador se quedó vociferando, gruñendo, peleando con las esposas como una fiera salvaje, pero era muy orgulloso y no podía llamar a pedir ayuda a sus hombres, iba a convertirse en el hazmerreír de ellos, y encima lo verían desnudo. —¡Estás loca! —gritó. Majo caminó por el pasillo, y luego se aclaró la garganta, entró agitada a la cocina. —¿En dónde están los guardias? —preguntó a la cocinera. —Afuera señorita, ¿qué ocurre?—No lo sé. Majo salió corriendo, miró al hombre de confianza de Salvador. —Algo le pasa a Salvador está encerrado en la alcoba, y parece qu
La voz de Salvador sobresaltó a Majo, la pobre brincó del susto, palideció. —Nada. —Cerró su computador—, es tarde estoy muy cansada, ya no leo bien, quiero dormir. Salvador dejó a un lado la bandeja con el vaso con leche y galletas que le llevó a Majo, la miró con seriedad, con esa expresión inquisidora. —María Joaquina, ¿qué me estás ocultando?A ella la garganta se le secó, la respiración se le volvió irregular. —No oculto nada. —No quería decirle en ese momento, y que reaccionara mal y quisiera ir tras Araujo, requería preparar el terreno—, bueno… descubrí que el fiscal, tenía vínculos con Albeiro, el hombre que le hizo tanto daño a mi cuñada Luciana. Salvador inhaló profundamente, la respuesta de ella no era muy convincente. —Te traje leche para que te alimentes, es tarde, debemos dormir. —Gracias, tienes razón, estoy cansada. —Bostezó. —¿En dónde voy a dormir? —preguntó—, tus gorilas lanzaron la puerta de la recamara abajo. Arismendi resopló, se aclaró la garganta. —Bue
Malú dio vuelta salió del despacho, y él como un desesperado corrió tras de ella, la agarró del brazo, pero María Luisa se sacudió. —Perdón. —Se disculpó él por ese atrevimiento—, nuestra amistad no puede terminar, Malú, tú me conoces bien, yo no fallé, fue ella, preguntale, por favor confía en mí, no dudes, no lo soportaría. Malú en ese momento, pensó en las palabras de Abel, y en que Sebastian tenía dos caras, y que quizás su hermana estaba en peligro, así que pensó que al enemigo era mejor tenerlo cerca, y que sí él estaba enamorado de ella, iba a cometer un error. —Estoy muy alterada, déjame poner en claro mis ideas, como dices, debo hablar con Majo, escuchar su versión, y luego la tuya. Buenas tardes. Sebastian sintió que el alma le volvió al cuerpo, soltó un suspiro. —Gracias. —La miró con ternura hasta que ella desapareció por el elevador, regresó al despacho—, debo pensar bien, no puedo quedar mal ante Malu, ante la familia, me conviene tenerlos de mi lado —resopló—. Algo
Majo caminaba de un lugar a otro, miraba su reloj con impaciencia, escuchó el helicóptero, entonces sintió que el corazón se le quería salir de la emoción, era cuestión de minutos para ver a su hermana. Quince minutos después las hermanas Duque se fundían en un fuerte abrazo, Malú miró la casa en la cual se refugiaba Majo, y aunque el estilo era sencillo, había lujo, notó que se veía muy radiante, feliz, y que estaba bien cuidada. —¿Estás bien? ¿Ese hombre te trata mal? —Sí estoy bien —respondió—. Salvador… imposible tratarme mal. —Sonrió recordando su travesura. —¿Y tú? ¿Cómo están todos en la hacienda?—Muy angustiados por ti, y todo lo que está ocurriendo, quiero una explicación Majo, por favor —suplicó. Majo asintió, miró a su hermana a los ojos, la agarró de las manos y la llevó a tomar asiento. Una de las mucamas apareció, y María Joaquina como si fuera la señora de la casa ordenó café y galletas. Malú observó que en casa la trataban con respeto, las dudas rondaban su mente
Malú regresó a su casa sana y salva, sin embargo tenía la duda anclada en el corazón, quería saber que escondía Sebas en ese casillero, pero ¿cómo iba sin tener la certeza de que no la estuviera siguiendo? —Necesito saber qué escondes —susurró, caminaba por su alcoba, ansiosa, requería pensar con calma, y la única manera era usar a su hermana gemela y que la suplantara, suspiró profundo, y entonces su móvil sonó, se sobresaltó, miró que era Sebastián, y sintió un escalofrío, además era tarde, frunció el ceño, dejó pasar varios timbrazos y respondió—. Buenas noches. —Perdón por llamarte a esta hora, es muy tarde, no quiero ser atrevido, pero no estoy tranquilo, te fuiste muy enojada conmigo… —Sebas esta conversación no podemos tenerla por teléfono, pero tienes razón, tú siempre has sido un hombre correcto. —Puso sus ojos en blanco—, y ese abogado no me da confianza, seguro sedujo a mi hermana, se aprovechó que Majo no tiene experiencia, sin embargo repruebo que la dejaras como una z
Majo sintió una opresión en el pecho, se quedó sin aliento por milésimas de segundos, y luego su corazón empezó a latir a prisa, sintió un escalofrío, como si un mal presentimiento le recorriera la piel. Facundo el hombre que se quedó a cargo, fiel a su patrón no había hablado, y ella no podía sentirse tranquila con esa sensación de incertidumbre. De pronto miró que los hombres de Salvador corrían de un lado a otro, que alistaban las camionetas, Facundo entró a la casa desaforado. —Tenemos que sacarla de aquí —ordenó—, agarre sus cosas, lo indispensable, tiene quince minutos. —¿Por qué? ¿Qué ocurre? ¡Exijo saberlo! —gritó con precisión—. Si no hablas tendrás que ejercer la fuerza bruta para sacarme, y no creo que a tu jefe le agrade, porque no me moveré. Facundo se detuvo, la garganta se le secó, miró a Majo a los ojos. —El doctor Arismendi sufrió un atentado, no sabemos si está vivo. Las piernas de Majo fallaron, palideció por completo, sintió que la sangre se le fue a l
Abel se acercó, la abrazó muy fuerte. —Hablé con Emiliano, él ya puso al tanto a la capitana Mendoza, recuerda que esa mujer quería a los cabecillas de la banda, no vamos a desamparar a Majo, así como encontraron a Lu, así mismo lo harán con ella. —Yo tengo las pruebas para hundir a Sebas —gruñó. Y de pronto la asistente de Malú, interrumpió, e informó que un misterioso hombre vestido de negro quería verla. Malú alzó la barbilla, sacó de su cajón su arma, ella siempre la tenía a mano, la puso cerca, pero escondida, y Abel se puso atento a lo que pudiera pasar. —Que entre. —Doctora María Luisa Duque, espero me recuerde, soy el hombre que…—Que me llevó el otro día a ver a mi hermana, ¿qué ocurre?—Imagino que se enteró que mi jefe ha muerto, pero nuestros planes siguen en pie, y requerimos eso que le iba a entregar. Malú parpadeó, suspiró profundo, su cabeza empezó a volar, y la de Abel también. —Comprendo, imagino que es para entregarle a mi hermana. —Claro, así es. —Bien, s