7

Al otro lado de la comisaría, me esperaba la libertad. Mi futuro, mis sueños y... una tormenta que parecía el fin del mundo. 

Genial. 

No me importaba. No iba a quedarme aquí, a esperar que dejara de llover. No. Quería llegar a mi casa lo más rápido posible, bañarme y dormir. 

Comencé a caminar, y en cuestión de segundos, ya estaba empapada. Llovía con mucha fuerza y el viento no ayuda ni un poco. Las calles estaban bastante oscuras y desoladas. Había visto en un reloj de la comisaría, que eran las siete de la tarde. Pero, el cielo negro, podría haberme engañado tranquilamente con que era de madrugada. 

Sólo escuchaba los ruidos de mis pisadas veloces y el repiquetear de la lluvia en el suelo. 

Si antes tenía frío, ahora estaba segura de que iba a tener hipotermia.

Bueno, no. Estaba exagerando. Pero probablemente iba a terminar con una gripe. Y no podía darme el lujo de eso, debía conseguir un empleo. 

Abracé mis brazos congelados  mientras pensaba "Querías libertad, Olivia, aquí está. Siéntela".

Avanzaba ensimismada, en cómo haría a partir de ahora. ¿Por dónde podría empezar a buscar un trabajo? 

Quizá le podría preguntar a Cindy. Ella, seguramente, ya había salido de la cárcel al igual que yo. Y conociéndola debía tener algún plan en mente.

Si... En cuanto llegara a casa, la llamaría. De todos modos, había dejado mi celular allí. Nunca lo llevaba a trabajar, porque solían entrar a robar muy seguido a nuestros camarines.

Y en esa solitaria noche sólo estaba segura de una cosa: de ninguna manera volvería a vivir en la calle. Antes que eso, haría cualquier cosa. Me las arreglaría y saldría adelante. Ya lo había hecho una vez y ahora no iba a ser la excepción.

Sí, era una mujer fuerte. 

De repente, un vehículo a baja velocidad, se puso a la par de mi andar. Al principio creí que circulaba despacio por la tormenta, pero lamentablemente no era así.

-¿Cuánto cobras, linda?- la voz de un asqueroso viejo me sorprendió. Su mirada lasciva, me recorría el cuerpo de arriba a abajo.

Intenté ignorarlo y seguir caminando, pero el auto continuaba avanzando mientras yo andaba. 

-Eh, no te hagas la difícil. ¿Cuánto?- insistió el maldito. 

-¿Disculpa? No, no hago servicios.- respondí mientras seguía caminando, ahora, un poco más rápido.

El cuerpo me dolía y estaba bastante débil después de pasar tantos días encerrada. 

Me pregunté por qué creería que era una prostituta. Y entonces, recordé que llevaba la ropa con la que estaba bailando en el club. Una pollera negra, muy corta, y un top rojo con brillos, que se podían distinguir a metros de distancia. 

Sin contar estos tacos de diez centímetros, que realmente eran de una prostituta. 

Maldición.

-Bueno, será gratis entonces- detuvo su coche y se bajó rápidamente. 

Me eché a correr desesperada, pero con dificultad. Ésto era porque los zapatos eran sumamente incómodos, la lluvia me hacía resbalar y, por último, llevaba mucho tiempo sin hacer ejercicio. 

Joder, no me salía nada bien hoy.

Luego de un par de metros, sentí sus pisadas ruidosas acercarse, y a continuación, me tomó del cabello. Comencé a gritar con fuerza, rogando que alguien me escuchara. Pero sabía que era difícil, ya que no había ni un alma en la calle y el ruido de la tormenta hacía que mi voz se perdiera. 

-Sh sh. Será rápido- murmuró mientras me tapaba la boca y besaba mi cuello.

Sentí ganas de vomitar, ganas de golpearlo, ganas de morir. Comencé a llorar y a buscar algo alrededor que me ayudara. 

Pero no había nada. 

Aún así, no iba a rendirme. Me movía enérgicamente, intentando soltarme de su agarre, o al menos, pegarle una patada en su asquerosa cara. 

Su cuerpo corpulento ejercía una presión tal sobre el mío que comenzaba a dolerme. Por más de que tratara de golpearlo, era en vano. 

M****a. ¿Podía ser tal mi mala suerte?

Llevaba una semana sin que me salga algo bien. 

Rogué interiormente por un milagro, que sabía que, probablemente, nunca llegaría.

Sin embargo, llegó. Y de la manera menos pensada. 

-¡Policía! ¡Suéltala!- reconocí su voz. Era él. 

El que me había arrestado. El que me había interrogado. El que me había ido a visitar cuando estaba internada. El que me había liberado. 

Ahora, él me estaba salvando la vida.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo