Al otro lado de la comisaría, me esperaba la libertad. Mi futuro, mis sueños y... una tormenta que parecía el fin del mundo.
Genial.
No me importaba. No iba a quedarme aquí, a esperar que dejara de llover. No. Quería llegar a mi casa lo más rápido posible, bañarme y dormir.
Comencé a caminar, y en cuestión de segundos, ya estaba empapada. Llovía con mucha fuerza y el viento no ayuda ni un poco. Las calles estaban bastante oscuras y desoladas. Había visto en un reloj de la comisaría, que eran las siete de la tarde. Pero, el cielo negro, podría haberme engañado tranquilamente con que era de madrugada.
Sólo escuchaba los ruidos de mis pisadas veloces y el repiquetear de la lluvia en el suelo.
Si antes tenía frío, ahora estaba segura de que iba a tener hipotermia.
Bueno, no. Estaba exagerando. Pero probablemente iba a terminar con una gripe. Y no podía darme el lujo de eso, debía conseguir un empleo.
Abracé mis brazos congelados mientras pensaba "Querías libertad, Olivia, aquí está. Siéntela".
Avanzaba ensimismada, en cómo haría a partir de ahora. ¿Por dónde podría empezar a buscar un trabajo?
Quizá le podría preguntar a Cindy. Ella, seguramente, ya había salido de la cárcel al igual que yo. Y conociéndola debía tener algún plan en mente.
Si... En cuanto llegara a casa, la llamaría. De todos modos, había dejado mi celular allí. Nunca lo llevaba a trabajar, porque solían entrar a robar muy seguido a nuestros camarines.
Y en esa solitaria noche sólo estaba segura de una cosa: de ninguna manera volvería a vivir en la calle. Antes que eso, haría cualquier cosa. Me las arreglaría y saldría adelante. Ya lo había hecho una vez y ahora no iba a ser la excepción.
Sí, era una mujer fuerte.
De repente, un vehículo a baja velocidad, se puso a la par de mi andar. Al principio creí que circulaba despacio por la tormenta, pero lamentablemente no era así.
-¿Cuánto cobras, linda?- la voz de un asqueroso viejo me sorprendió. Su mirada lasciva, me recorría el cuerpo de arriba a abajo.
Intenté ignorarlo y seguir caminando, pero el auto continuaba avanzando mientras yo andaba.
-Eh, no te hagas la difícil. ¿Cuánto?- insistió el maldito.
-¿Disculpa? No, no hago servicios.- respondí mientras seguía caminando, ahora, un poco más rápido.
El cuerpo me dolía y estaba bastante débil después de pasar tantos días encerrada.
Me pregunté por qué creería que era una prostituta. Y entonces, recordé que llevaba la ropa con la que estaba bailando en el club. Una pollera negra, muy corta, y un top rojo con brillos, que se podían distinguir a metros de distancia.
Sin contar estos tacos de diez centímetros, que realmente eran de una prostituta.
Maldición.
-Bueno, será gratis entonces- detuvo su coche y se bajó rápidamente.
Me eché a correr desesperada, pero con dificultad. Ésto era porque los zapatos eran sumamente incómodos, la lluvia me hacía resbalar y, por último, llevaba mucho tiempo sin hacer ejercicio.
Joder, no me salía nada bien hoy.
Luego de un par de metros, sentí sus pisadas ruidosas acercarse, y a continuación, me tomó del cabello. Comencé a gritar con fuerza, rogando que alguien me escuchara. Pero sabía que era difícil, ya que no había ni un alma en la calle y el ruido de la tormenta hacía que mi voz se perdiera.
-Sh sh. Será rápido- murmuró mientras me tapaba la boca y besaba mi cuello.
Sentí ganas de vomitar, ganas de golpearlo, ganas de morir. Comencé a llorar y a buscar algo alrededor que me ayudara.
Pero no había nada.
Aún así, no iba a rendirme. Me movía enérgicamente, intentando soltarme de su agarre, o al menos, pegarle una patada en su asquerosa cara.
Su cuerpo corpulento ejercía una presión tal sobre el mío que comenzaba a dolerme. Por más de que tratara de golpearlo, era en vano.
M****a. ¿Podía ser tal mi mala suerte?
Llevaba una semana sin que me salga algo bien.
Rogué interiormente por un milagro, que sabía que, probablemente, nunca llegaría.
Sin embargo, llegó. Y de la manera menos pensada.
-¡Policía! ¡Suéltala!- reconocí su voz. Era él.
El que me había arrestado. El que me había interrogado. El que me había ido a visitar cuando estaba internada. El que me había liberado.
Ahora, él me estaba salvando la vida.
En cuanto escuchó la voz, el maldito pervertido me soltó, por fin.Levantó sus manos confundido al ver que el oficial lo apuntaba con un arma y le mostraba la placa con la otra mano.Por mi parte, me tapé el rostro con las manos, no quería ver. Sentía miedo de cómo terminaría esto.Sólo quería estar en mi casa, tranquila, de una vez por todas. Pero el infierno parecía no querer acabar.-Tranquilo, hombre- dijo el viejo, descarado –Sólo estábamos divirtiéndonos. –La sensació
-¿De qué estás hablando?- respondí nerviosa -¿Cómo voy a aceptar eso?... ¡Ni siquiera sé tu nombre!- exclamé alterada.En realidad, no era una idea tan descabellada. Claramente iba a estar más segura allí, y además, era un policía... Y uno muy responsable por cierto. No me haría nada malo.Pero la verdad era que, quería estar lejos de él. Me hacía sentir cosas que me incomodaban y que no tenía ganas de detenerme siquiera a pensarlas.-Jeremy- respondió con tranquilidad.-¿Qué?-
Una fragancia a limón inundó mis fosas nasales, a la vez que recorría el lugar con mis ojos. Las paredes eran blancas, y los pisos de color madera oscura, casi negra. A la derecha, había una mesa de vidrio con un juego de sillas negras de cuero. A la izquierda, una cocina separada por un desayunador, de mármol negro. Noté que la mayoria de los muebles eran negros con detalles en blanco. No sé porque pero no me sorprendía. En cierto modo iba acorde a su personalidad, con ese contraste entre claro y oscuro.Al fondo de la habitación, aunque no estaba dividido por nada, se notaba otro espacio, una sala de estar. Había un pasillo que se curvaba hacia la izquierda, y un enorme ventanal a la derecha, con un sillón blanco y una televisión... plasma...como de 70 pulgadas. Ni siquiera sabía que existían tan grandes.
¿Podría tener un hogar así, alguna vez? Y quizá, un novio como él... con sus labios gruesos, sus ojos, su sonrisa, su cuerpo, su forma de mirarme...-¿Te gusta?-Levanté la vista sorprendida y respondí nerviosa -¿Qué?--La casa... ¿Te gusta?- dijo como si fuera evidente, a la vez que se acercaba hacia mí, con su andar masculino.-Oh, claro... -carraspeé nerviosa -Es muy linda--Gracias... Aquí tienes- respondió tendiendome una camisa blanca, perfectamente planchada
-Si, bastante. Éstos últimos días han sido agotadores- me sinceré. Se sentía bien tener alguien con quién hablar en este momento.- Lo imaginé... La prisión no es un sitio para cualquiera- respondió con seguridad.-Al menos tenía lo básico- me encogí de hombros.- Si, pero no deja de ser una mierda-Asentí riendo.-Estaba segura que si permanecía allí unas semanas más, me volvería loca-
POV JEREMYMe coloqué la musculosa blanca y caminé hacia el living, para encontrarme con Olivia de nuevo.Me hubiera gustado poder darme una ducha fría, especialmente para centrar mi cabeza. En el living de mi casa, estaba la chica más hermosa que había conocido... Pero con una vida totalmente opuesta a la mía.Quería ayudarla, pero ella no me dejaría, lo había dejado muy en claro. Era tan terca... ¿Pero quién era yo para decírselo? También era así.Aunque, por otro lado, mantenerme lejos era lo mejor. No tenía que involucrarme. No sería para
Caminé un par de cuadras hasta la estación del autobús.La gente me miraba con mala cara, juzgándome, por mi apariencia. Mi vestimenta no era para nada adecuada para un barrio tan fino como éste.Además, de que eran las nueve de la mañana.Una vez en mi destino, aguardé la llegada del bus.Los pies me dolían, porque los tacones eran sumamente incómodos. Y la mañana estaba bastante fresca.Pero sólo podía pensar en llegar a mi casa y descansar tranquila.
Después de pedirle la dirección exacta, el viaje transcurrió en silencio. No sabía si estaba molesta conmigo por querer traerla, pero no me importaba. No me arrepentía de hacerlo.Por suerte, fue bastante rápido, aunque muchas partes del camino seguían inundadas, por la tormenta de anoche.De vez en cuando, Olivia me miraba de reojo, y luego volvía a enfocar su vista a la ventana. Algunos suspiros se deslizaban de su boca con suavidad.Finalmente, llegamos a destino.-Gracias, Jeremy- murmuró. Su rostro se notaba cansado, y ella estaba decaída. Nun