-Eres libre- dijo por fin el policía.
Mi cuerpo se aflojó como si hubiera estado cargando un peso insoportable. Y así había sido.
Sonreí por primera vez, en días.
Casi me parecía estar soñando... Así que, con disimulo, me pellizqué por debajo de la mesa. Y sonreí aún más, cuando supe que ésto era real.
-Oh por Dios. ¡Muchas gracias! Me alegra tanto que hayan podido entender mi posición. -comencé a hablar con velocidad – Prometo que no provocaré inconvenientes de nuevo en mi trabajo, y...-
-Espere, no, señorita. - me interrumpió frunciendo el ceño. – Usted no volverá a trabajar en el club.-
¿Qué?
-¿Por qué?- me sobresalté. No podía suceder eso.
Sí, odiaba ese empleo. Pero lo necesitaba para vivir. Estaba segura de que en un futuro iba a conseguir algo mejor, pero mientras tanto, no tenía otra opción.
-No es usted el problema. El club es ilegal. La contrataron siendo menor. - comenzó a enumerar, elevando sus dedos a medida que contaba -Nunca tuvieron permiso para que funcione. Allí venden droga y... ¡Por Dios, las condiciones de trabajo eran deplorables! – fue elevando la voz hasta casi gritar. Realmente ésto lo molestaba.
-Pero... Necesito ese trabajo, Oficial- respondí desesperada – Usted lo sabe, se lo conté en mi declaración.-
-Tendrá que conseguir otro- dijo seco y, tan serio, que volví a sentirme sola, como hace unos momentos en la celda.
Rodeada de personas, pero sola.. ¿Conocen esa sensación?
-Claro, sí. Una mujer de 21 años, sin estudios universitarios, y con un antecedente penal. Realmente tengo grandes oportunidades- respondí con ironía y reí sin ganas.
Los dos policías me observaron en silencio, cómo si no supieran que decirme. Porque al fin y al cabo, sabían que tenía razón.
-Bien. - volví a hablar -Me arreglaré sola, como hice hasta ahora. Si no hay nada más que hablar, suélteme por favor- me dirigí al guardia.
-Señorita Johnson...- murmuró el policía.
Lo fulminé con la mirada.
Sabía que no era su culpa, pero él había sido de las pocas personas con las que había hablado estos días. Me había sincerado con él, había visto mi dolor... Era inevitable no soltar mi enojo sobre él. Especialmente cuando actuaba tan frío y distante.
-Quiero irme- lo interrumpí.
Sólo quería salir corriendo de allí, y no ver su cara nunca más.
Iría a mi hogar, me daría la ducha más larga de mi vida y buscaría un nuevo empleo para poder pagar la renta.
-De acuerdo- se puso de pie en forma brusca. Su cuerpo estaba tenso y se lo notaba sumamente irritado.
-Encontraré otro empleo- aseguré con una sonrisa pequeña y sarcástica.
"Aunque tenga que ir a otro club" pensé para mi misma.
Y en ese mismo instante, una duda cruzó por mi mente.
¿Cuál sería el precio que tendría que pagar en un nuevo trabajo?
En el club donde estaba, me protegían de los hombres que querían sobrepasarse conmigo. Había uno de éstos cada noche. Se pensaban que por el simple hecho de comprar una entrada eran dueños de las mujeres que allí estábamos.
Entonces los jefes nos proporcionaban guardias de seguridad que vigilaban que nadie nos tocara. De ese modo, sólo me limitaba a bailar, y no tenía que vivir ninguna situación que me incomodara.
¿Podría encontrar otro lugar así? ¿Lo harían sin pedirme nada a cambio?
-Suéltenla- murmuró, y sin siquiera mirarme, se fue de la habitación.
El guardia se acercó a mí, y con una pequeña llave, abrió las esposas.
Por acto reflejo, tomé mis muñecas entre mis manos y las acaricié. Tenían pequeñas marcas rojizas, y algunas de ellas, me ardían.
Pero ningún dolor era tan grande como la felicidad que sentía por haber recuperado mi libertad.
-Antes de irse, debe firmar estos papeles- habló por primera vez el Comisario que había estado sentado junto al policía.
Me extendió una lapicera y una planilla.
Lo ojeé rápidamente, no veía la hora de irme de allí.
Era un documento donde reconocía mi declaración, y afirmaba su veracidad.
-Señorita, no se preocupe, encontrará un trabajo- murmuró el hombre. Su cabello era gris, y se notaba que tenía más de 60 años y mucha experiencia. Pero él no me conocía, ni a mi historia.
-No es tan fácil Señor- respondí un poco borde. Me estaba cansando de que hablaran sin saber.
-Es joven y estoy seguro que puede conseguir algo mejor que un asqueroso bar- dijo en tono paternal.
Era raro oír que alguien pensaba que podía lograr algo en esta vida. Siempre me observaban con lástima y se quedaban callados.
En mis adentros quise darle las gracias, porque aunque no tuviera razón en todo, sus palabras me aliviaban bastante.
En su lugar, simplemente asentí. No tenía ganas de seguir hablando, quería irme de una vez.
-Aquí está el café- dijo de pronto el guardia, dejando sobre la mesa una pequeña taza blanca.
Murmuré un gracias, y lo bebí enseguida. Estaba riquísimo, y su temperatura, ayudaba a que el frío desapareciera.
Firmé la bendita planilla, y me despedí del Comisario.
Finalmente, esto había terminado.
Hasta nunca, poli guapo.
Al otro lado de la comisaría, me esperaba la libertad. Mi futuro, mis sueños y... una tormenta que parecía el fin del mundo.Genial.No me importaba. No iba a quedarme aquí, a esperar que dejara de llover. No. Quería llegar a mi casa lo más rápido posible, bañarme y dormir.Comencé a caminar, y en cuestión de segundos, ya estaba empapada. Llovía con mucha fuerza y el viento no ayuda ni un poco. Las calles estaban bastante oscuras y desoladas. Había visto en un reloj de la comisaría, que eran las siete de la tarde. Pero, el cielo negro, podría haberme engañado tranquilamente con que era de madrugada.
En cuanto escuchó la voz, el maldito pervertido me soltó, por fin.Levantó sus manos confundido al ver que el oficial lo apuntaba con un arma y le mostraba la placa con la otra mano.Por mi parte, me tapé el rostro con las manos, no quería ver. Sentía miedo de cómo terminaría esto.Sólo quería estar en mi casa, tranquila, de una vez por todas. Pero el infierno parecía no querer acabar.-Tranquilo, hombre- dijo el viejo, descarado –Sólo estábamos divirtiéndonos. –La sensació
-¿De qué estás hablando?- respondí nerviosa -¿Cómo voy a aceptar eso?... ¡Ni siquiera sé tu nombre!- exclamé alterada.En realidad, no era una idea tan descabellada. Claramente iba a estar más segura allí, y además, era un policía... Y uno muy responsable por cierto. No me haría nada malo.Pero la verdad era que, quería estar lejos de él. Me hacía sentir cosas que me incomodaban y que no tenía ganas de detenerme siquiera a pensarlas.-Jeremy- respondió con tranquilidad.-¿Qué?-
Una fragancia a limón inundó mis fosas nasales, a la vez que recorría el lugar con mis ojos. Las paredes eran blancas, y los pisos de color madera oscura, casi negra. A la derecha, había una mesa de vidrio con un juego de sillas negras de cuero. A la izquierda, una cocina separada por un desayunador, de mármol negro. Noté que la mayoria de los muebles eran negros con detalles en blanco. No sé porque pero no me sorprendía. En cierto modo iba acorde a su personalidad, con ese contraste entre claro y oscuro.Al fondo de la habitación, aunque no estaba dividido por nada, se notaba otro espacio, una sala de estar. Había un pasillo que se curvaba hacia la izquierda, y un enorme ventanal a la derecha, con un sillón blanco y una televisión... plasma...como de 70 pulgadas. Ni siquiera sabía que existían tan grandes.
¿Podría tener un hogar así, alguna vez? Y quizá, un novio como él... con sus labios gruesos, sus ojos, su sonrisa, su cuerpo, su forma de mirarme...-¿Te gusta?-Levanté la vista sorprendida y respondí nerviosa -¿Qué?--La casa... ¿Te gusta?- dijo como si fuera evidente, a la vez que se acercaba hacia mí, con su andar masculino.-Oh, claro... -carraspeé nerviosa -Es muy linda--Gracias... Aquí tienes- respondió tendiendome una camisa blanca, perfectamente planchada
-Si, bastante. Éstos últimos días han sido agotadores- me sinceré. Se sentía bien tener alguien con quién hablar en este momento.- Lo imaginé... La prisión no es un sitio para cualquiera- respondió con seguridad.-Al menos tenía lo básico- me encogí de hombros.- Si, pero no deja de ser una mierda-Asentí riendo.-Estaba segura que si permanecía allí unas semanas más, me volvería loca-
POV JEREMYMe coloqué la musculosa blanca y caminé hacia el living, para encontrarme con Olivia de nuevo.Me hubiera gustado poder darme una ducha fría, especialmente para centrar mi cabeza. En el living de mi casa, estaba la chica más hermosa que había conocido... Pero con una vida totalmente opuesta a la mía.Quería ayudarla, pero ella no me dejaría, lo había dejado muy en claro. Era tan terca... ¿Pero quién era yo para decírselo? También era así.Aunque, por otro lado, mantenerme lejos era lo mejor. No tenía que involucrarme. No sería para
Caminé un par de cuadras hasta la estación del autobús.La gente me miraba con mala cara, juzgándome, por mi apariencia. Mi vestimenta no era para nada adecuada para un barrio tan fino como éste.Además, de que eran las nueve de la mañana.Una vez en mi destino, aguardé la llegada del bus.Los pies me dolían, porque los tacones eran sumamente incómodos. Y la mañana estaba bastante fresca.Pero sólo podía pensar en llegar a mi casa y descansar tranquila.