130: Celos mejorados

—Tengo la ligera sospecha de que nada calmará la inquietud de Le Roux —comentó Adrian Ross, acompañado de Leonardo, el jefe Reynolds y Alessa, quien se mantenía en una esquina del cubículo de cristal, completamente neutral en la conversación.

—¿Qué quiere entonces? ¿Desaparecer a Alessa de la faz de la tierra? —cuestionó Reynolds con una ceja alzada.

—Siempre que le sirva para joderle la vida a mi querido amigo aquí presente. —Ross se aproximó a Gold, mientras este se balanceaba en una silla—. Debes estar hirviendo de furia, ¿no? Casi te sacó las intimidades enfrente de Humble. Felicidades.

—Tú tampoco eres un santo, no me vengas con tus críticas. —Leonardo ya se notaba estresado, Alessa lo veía y se sentía molesta por eso. Su aspecto incluso ya no era refinado, sino «rudo». Se había quitado la corbata y el saco, abierto los primeros botones de la camisa; además, estaba despeinado.

—Críticas que deberías tomar en cuenta si te importa mucho tu legado.

—Pensé que no te quedarías más de
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