132: Cupido

—Tienes suerte de que no haya ocurrido ninguna catástrofe en esta reunión —dijo Adrian Ross, mientras Leonardo se alejaba de la oficina de la señora Humble con pasos decididos.

La visita privada a la mujer había sido más que efectiva, junto a Alessa, mucho se había aclarado, por suerte. Eso estaba bien, porque no quería volver a casa con esa espinita en el costado preguntándole siempre si fue buena idea no tener una conversación directa con la señora Humble. Alessa tenía la misma duda, lo sabía muy bien, porque ella era demasiado inquieta y demasiado inteligente para su propio bien. Si se van, dejando todo en la incertidumbre, era muy probable que la pelirroja se atrevería a volar de regreso a Berlín solo para interrogar a la señora Humble: "¿Cuál es tu postura? ¿A quién le crees? ¿Cómo harás esto?"

Leonardo no podía juzgarla, porque tampoco lograría quedarse quieto sabiendo que su pelirroja podía peligrar en cualquier momento, en cualquier descuido. Él se prometió cuidarla, hasta el
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