Leonardo estaba realmente muy orgulloso de la discresión que demostró tener Alessa, cuando todo el mundo solía tomarla por ser mala para disimular. El punto es que, por mucho que ella se riera las semanas siguientes sobre el descubrimiento reciente del que había sido su peor enemigo todo este tiempo, su querida esposa creó la máscara perfecta cuando estuvo en el trabajo. Sabía que ella estaba aliviada, libre de muchas cargas que pesaron sus hombros y la mandaban siempre en un espiral.La ausencia de Le Roux se volvió graciosamente evidente y un asunto de menos urgencia. Alessa pareció volver a respirar con normalidad, como si la vida le hubiera sonreído después de soportar una gran batalla durante años contra una fuerza inamovible.Él también estaba feliz por ella. Verla así, tan relajada y tranquila, solo fue una forma de dejar ir todos esos fantasmas que los habían perseguido desde el inicio de su relación.No tenía idea de que Fedrik tuviera preferencias sexuales como las de la señ
Alessa Gold podría decir que, después de tanto tiempo de conocerse, ya era una experta en cuidar los obsequios que con mucho amor le obsequió su esposo.El Mercedes Benz era su mayor tesoro, por supuesto, de las primeras joyas que Leonardo le entregó para que entendiera lo que estaba dispuesto a hacer por ella. Alessa todavía no entiende cómo ha sobrevivido hasta este momento el Benz, era un milagro, o una precaución de su subconsciente que le recordaba siempre que el Benz era una parte de Leonardo que la acompañaba a toda partes.Vale, que con la vida de excentricidades que llevaba, era un poquito complicado apegarse a sus lujos o a cualquier otra pertenencia. Pero Alessa se las arregló para mantener algunos en lo más preciado de su corazón. Leonardo, por suerte, demostró que la comprendía incluso hasta mejor de lo que se comprendió ella misma. Él era persistente y paciente, definitivamente. Allí no hubo más que explicar. Si se mereció el bendito cielo por permanecer a su lado, a pes
Lo que creyó que sería un viaje eterno, terminó siendo un viaje de sueños vívidos e imágenes extrañas. Sí, se atrasaron un poco, hubo turbulencia. Alessa tenía ganas de dormir, no de contar los minutos para llegar. Sophia dijo que era una perezosa irremediable. Reynolds le dijo que aprovechara descansar.¡Qué personajes tan opuestos!Lo que pasó fue que dormir le dio más ansiedad que permanecer despierta. El terapeuta la había ayudado a coinciliar el sueño a menudo, pero esas últimas semanas era casi seguro meterse en... asuntos complicados.Siempre comenzó con rostros que conocía muy bien; su madre, su padre, sus hermanas, Leonardo, su hermano pequeño.Entonces, Charlie estaba en sus brazos, riendo y tirando mechones de su pelo, hasta que su paciencia se agotó. Sin embargo, Alessa se dio cuenta de que no podía devolver el bebé a su madre, porque Charlie ya no era su hermano. El niño en sus brazos era diferente y muy familiar a la vez. Sus facciones cambiaron, sus características físi
Unos días más tarde, Leonardo y el jefe Reynolds se reunieron en el taller, conversando como un par de compadres acerca de la vida. Alessa había bajado a buscarlos después de casi una hora, ya que tenían una fiesta allí en la mansión y se habían tardado mucho poniéndose a charlar.Mientras los dos hombres se reían a carcajadas, la pelirroja se les acercó con las cejas arqueadas y las manos en la cintura.—¿Ya terminaron de cuchichear, par de ancianos? —preguntó divertida.Leonardo se quejó con un “hey” y Reynolds frunció el ceño.—¿Cuál es esa falta de respeto a tus mayores, señora Gold? —bromeó su esposo—. Estamos hablando de la mujer que aquí nuestro Reynolds llevará al altar.Los ojos de Alessa brillaron.—Oye, Reynoldsito, no me habías contado que estabas saliendo con alguien. ¡Eso es traición!—Es bastante reciente —se defendió el jefe Reynolds con una mueca avergonzada—. Todavía está en proceso.—Hombre, es romance, no una operación de máxima seguridad —dijo Leo.—Entonces, no p
—¿Cuántas veces tengo que decírtelo? ¡Estoy de maravilla!—¿Estás de maravilla? —Las cejas de Sophia parecía a punto de salir volando—. ¡Casi te volcaste en un auto por orgullosa!—No tienes que recordármelo, ¿okey? El espanto lo sufrí yo —se quejó, secándose el pelo con una toalla.Después de lo que había sucedido en la carretera, Alessa llamó a la única persona que se le ocurrió, después de Leonardo y Carla. Solo fueron unos minutos para decirle a Sophia que había sucedido un pequeño problema y necesitaba que alguien la acompañara en ese momento. Sin decir nada, Sophia le colgó. Quince minutos más tarde, Alessa reconoció el auto de la mujer rubia estacionándose delante de su Benz. Recibió un mensaje: “Sígueme”. Así lo hizo. Alessa condujo detrás del coche de Sophia, imitando su límite de velocidad.Cuando estuvieron cerca del bloque de apartamentos, Alessa le pidió que fueran a su casa de soltera.—La idea fue tuya —la reprendió Sophia—. Te dijimos que te quedaras en la mansión.—Es
Cuando Alessa despertó por segunda vez, lo hizo de golpe y en una camilla del mismo hospital en el que previamente estaba.Su reacción agresiva causó que el personal médico la cogiera enseguida de los brazos y la obligara a recostarse, porque al verla de ese modo, alterada y jadeante, temieron lo peor.—¡Señora Gold, por favor, es mejor que se calme!—¿Dónde...? —La pelirroja los miró, parpadeando e intentando zafarse. Una leve punzada en el cerebro le recordó lo fuerte que le afectó la ansiedad.—Mire la luz. Necesito que enfoque su vista —ordenó uno de ellos, quien le puso una pequeña linterna enfrente y le alzó un párpado—. Señora, siga la luz.Alessa lo hizo sólo un segundo, pues apartó las manos del que parecía doctor y estaba dejándola ciega.—¿Cuánto llevo... inconsciente? —exigió saber.—Siete horas aproximadamente.Alessa no estaba lo suficientemente estable para considerar aquello una exageración de tiempo. ¿Siete horas, por un ataque de ansiedad? Ahora entendió por qué su h
Alessa recordaba muy bien el momento en el que todo pasó; eran seis semanas de atraso, así que todo se reducía a un encuentro específico.Se acordaba perfectamente. Fue una noche, fría y bastante hermosa; fue la noche que ella llegó tarde de una cena con Sophia y estaba durmiendo profundamente a muy temprana hora, mientras él estaba en su taller terminando unos ajustes a su Lambo.Recordaba muy bien haber sentido la presencia de Leonardo en la cama y luego muy cerca de ella. Se había removido, pero eso a él no le impidió besarle el hombro y acariciarle el brazo.—¿Mm? —No estaba del todo despierta, pero poco a poco se iba despertando por los besos del moreno.Había abierto los ojos y sonreído al instante. A través de la oscuridad, no tardó en reconocer los brillantes ojos de su amado.—Leonardo, me despertaste —susurró, pero no molesta, sino traviesa y ya un poco caliente.Él le robó un beso y le mordió un poco la mandíbula, tan sensual y pícaro, que la hizo reír y suspirar.—Era la i
Se pasó toda la noche abrazando a su esposo. Sabía que Leonardo la había priorizado, ante todo, arriesgándose a cualquier escándalo por rechazar la invitación de Fedrick y Le Roux, pero debía morderse la lengua y no decir nada del embarazo. A pesar de que su consciencia picara y le dijera que en algún momento tendría que abrir la boca.Aunque con el pasar de los días él empezó a notarla extraña. No era estúpido y mucho menos despistado. Sus diferencias iban menguando y su consciencia bajaba la guardia, era lo que ayudaba a estar más pendiente de lo que sucedía con su esposa.—Estás muy rara.Ella dejó de devorar una hamburguesa antes de voltear a verlo.Estaban juntos en el sofá, en la mansión. Ella había dicho que tenía hambre y él sólo quería pasar una noche de películas acurrucándola en su pecho y robándole besos.—¿Yo? ¿Rara? —dijo después de tragar—. Siempre lo he sido.—Ahora lo estás más. —Leonardo achicó los ojos sobre ella, estudiándola intensamente.—Ando muy... estresada. —