¡Ruleta!

Cuando Myriam me preguntó si estaba entendiendo las reglas de la ruleta, le mentí solo por molestarla. La verdad era que estaba súper mareada y me sentía divertida, más que la noche anterior con los gringos. Solo veía, delante mío, que la gente ponía grupitos de fichas encima de algún número o color y, después de que se giraba la ruleta, algunos celebraban o se quejaban, dependiendo de su suerte. 

—Explícame y juguemos. —Me pidió Myriam.

Le dije lo de los números, me inventé las reglas sobre los colores y los cuadros con palabras, y después le susurré, al oído, que había un hombre, muy apuesto, que no dejaba de mirarla. Se rió y me pasó otra copita de ese delicioso néctar que me estaba empalag

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