Aclarando las cosas

Lo que Myriam le contestó a Emily era verdad, al menos en mi caso: no sabía por qué la había besado (y disfrutado del beso). Teníamos que hablarlo, pero sería después de la segunda resaca de mi vida, en la que juré, mientras me tomaba un litro de jugo de naranja y tres aspirinas, que no volvería a tomar licor en toda mi vida. 

—Estaré en la piscina —dijo Emily antes de salir. Ya sabíamos a cuál se refería.

Quedamos las dos, frente a frente, desayunando la que parecía iba a ser nuestra dieta diaria de cada mañana en el crucero: aspirinas con jugo. 

—¿Comienzas tú o lo hago yo? —Le pregunté a Myriam cuando la vi regresar del baño, después de escuc

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