Lo que Myriam le contestó a Emily era verdad, al menos en mi caso: no sabía por qué la había besado (y disfrutado del beso). Teníamos que hablarlo, pero sería después de la segunda resaca de mi vida, en la que juré, mientras me tomaba un litro de jugo de naranja y tres aspirinas, que no volvería a tomar licor en toda mi vida.
—Estaré en la piscina —dijo Emily antes de salir. Ya sabíamos a cuál se refería.
Quedamos las dos, frente a frente, desayunando la que parecía iba a ser nuestra dieta diaria de cada mañana en el crucero: aspirinas con jugo.
—¿Comienzas tú o lo hago yo? —Le pregunté a Myriam cuando la vi regresar del baño, después de escuc
Había planeado lo que le iba a decir, pero no dónde y cómo iba a hacerlo. Desde que nos subimos a la moto, empecé a improvisar. Tomé rumbo a la ciudad porque habían muchas más opciones de sitios en donde podíamos sentarnos, comer y decirnos lo que teníamos pendiente, pero no sabía a dónde ir.Atravesamos algunas avenidas y después de pensarlo, me decidí por un restaurante de comida local que había abierto no hacía mucho y del que vi fotografías de sus platos en Instagram, en una de las tantas ocasiones en que estuve repasando las publicaciones del viaje de Valentina.Casi no lo encuentro y tuvimos que detenernos para que Waze lo hiciera por mí. Al abrir Instagram para buscar el nombre del restaurante, lo primero que apareció en la
La última noche en el crucero vimos una película. Yo voté por una de comedia romántica, pero Emily y Myriam se confabularon para que viéramos una de terror. Resultó ser una de zombies, la primera de ese tipo que veía en mi vida y, casi agarrada a Myriam, me estremecí con las escenas en que los muertos vivientes devoraban a los vivos que caían en sus garras. En su momento, me pregunté si sería posible que eso llegara a pasar en la vida real, me refiero a un apocalipsis zombie, pero lo descarté al pensar que sería ridículo creer que un muerto viviente pudiera sentir hambre y verse tentado a comer, porque, ¿acaso no está muerto? ¿para qué pediría su cuerpo ser alimentado?Bueno. Al llegar a la mansión, después de haber hablado con Camilo en el restaurante, comprend
Esa mañana puse al tanto a Miguel sobre los detalles de los principales cambios generados por el crucero de Valentina:1. Emily, la chófer, ahora era millonaria.2. Había hablado con Valentina y dejado claro que lo “nuestro” no podía ser .—Ah —dije—, casi se me olvida. Valentina también me sugirió que empezara a salir con Emily. Miguel emitió un largo y sonoro suspiro. —Y, me imagino, señor, que tiene pensado seguir la sugerencia de su hijastra. —Ya te había dicho que me agrada Emily, sí, así que voy a… intentarlo con ella, sí. —Y, ¿cómo piensa acercársele, ahora que no es su chófer, señor?Me levanté de mi silla, con el latte en la mano, y me acerqué a la ventana.—La señorita Emily tiene hoy agendada una cita con el vicepresidente de nuestra administradora de fondos —dije, luego de tomar un sorbo de café—. Averigua su número celular y consígueme un almuerzo, de negocios, con ella, ojalá para hoy mismo. Si no, mañana, o el día que sea. Pero debes ser enfático en que se trata de
La propuesta de Horacio y Myriam era muy tentadora y estuve a un latido de decirles que sí, pero, por otra parte, me di cuenta de que que necesitaba pensarla un poquito más y no podría comprometerme hasta no tener el permiso de Camilo; además, esa tarde me enteré de algo que me emocionó y por lo que quizá habría tenido que echarme para atrás en caso de haber aceptado.Horacio y Myriam habían visto que, no muy lejos del colegio, por la carretera, habían terminado de construir un conjunto de edificios y, entre las ofertas de arriendo, había un apartamento ideal para estudiantes (no lo ofrecían así, pero ellos así lo quisieron ver): dos habitaciones, sala-comedor, una cocina amplia, zona de ropas, un depósito, en fin, un apartamento para una familia pequeña, pero que, si lo compart&iacu
Era, sin lugar a dudas, una de las mujeres más hermosas que había visto en mi vida y la tuve frente a mí, conduciendo mi vehículo por varias semanas, sin llegar a verla de la forma en que la vi esa noche, cuando salió de su casa en un vestido gris oscuro, de escote ligero, con una amplia apertura en la espalda que se trenzaba hasta llegar a su cintura y allí, alinearse en una horma que resaltaba su figura de sirena. Llevaba el cabello suelto, que caía, salvaje, sobre sus hombros morenos, cubiertos por un chal muy delgado, más decorativo que útil, pensé, y un maquillaje sobrio, el de una mujer que se sabe bella y solo retoca algunas sutilezas para no dar la apariencia de desarreglada.Quise caer de rodillas a sus pies e implorarle piedad por ser tan hermosa. Olía a lilas y supe, desde que aspiré su perfume, que no olvi
Mientras llevaba la chupeta a sus labios, me miraba a los ojos, buscando mi mirada, que yo le esquivaba. Llevaba así por lo menos quince minutos, mirándome y yo tamborileando los dedos sobre el pupitre, mirando a cualquier dirección menos al frente. Por fin la vi venir, por el rabillo del ojo, todavía con esa misma chupeta y los ojos echando fuego negro.Se paró frente a mi puesto, a un costado de la pantalla del computador, su mirada clavada en mi cabeza. Levanté los ojos, con lentitud, repasando casa fibra de las costuras de su falda colegial a cuadros, del saco, el nudo de la corbata, algo suelto, la camisa abierta, su cuello, apenas visible por la mano que lo interrumpía, sosteniendo la chupeta que llevaba a sus labios, húmedos, torcidos como si besaran algo desagradable, su nariz inhalaba y se extendía, el fuego oscuro de sus ojos qu
Ya le había dicho a Myriam lo que necesitaba y no podía echarme para atrás, aunque, encerrada en el baño de su habitación, con solo la ropa interior puesta, no me sentía cómoda de salir.¿Y si, en un arrebato, se repetía lo del beso?No era que pensara que Myriam, cuando me viera desnuda, se me fuera a lanzar encima, no, sabía que ella era incapaz de algo así. De quien no estaba segura era de mí misma.Rememoraba, una y otra vez, los momentos previos a ese beso en la ruleta.Fue ella la que se me lanzó, sí, pero yo la recibí.Hubiera podido negarme, torcer el rostro, contenerla, poner mi mano en su
Los días siguientes a la primera cita con Emily fueron de los más felices, maravillosos y tranquilos que recuerde haber vivido, solo superados por los primeros meses después de mi matrimonio con Gloria.Emily era una mujer maravillosa, no solo fue la impresión de la primera cita. Inteligente, cariñosa, algo bravucona y, pese a ser ahora dueña de una gran fortuna, seguía siendo una persona sencilla, noble y trabajadora.Primero, estuvo atenta, al lado de Valentina, de las donaciones que habían hecho para ayudar a las muchachas huérfanas del internado. Con el ojo de un halcón, Emily se encargó de que todo llegara a las chicas sin padres y no solo mejoraron la ropa que recibían, sino que después se encargaron de la comida que les daban y hasta de cambiarles los c